Mozambique – "Empieza lentamente en el pecho, provocando tos, fatiga y debilidad. Antes de que te enteres, puede llevarte. Allá abajo, en las minas, es incluso mucho peor. El polvo hace que te atragantes, el aire está pesado, y la enfermedad ingresa a tu cuerpo silenciosamente y sin advertencia alguna. Te mata; realmente lo hace”.
Henrique ha vivido esto. Como muchos mozambiqueños que partieron antes que él, se fue de su casa para trabajar en las minas de Sudáfrica, esperando poder forjarse un mejor futuro. “Yo quería cambiar mi vida”, dice, recordando cómo siguió el mismo camino de amigos que ya habían partido. La decisión no fue sencilla, pero la promesa de un trabajo estable aplacó todos sus miedos.
La migración desde Mozambique a las minas sudafricanas se remonta a la década de 1950. Primeramente, fue impulsada por las demandas laborales de los estados productores de azúcar, luego por el descubrimiento de oro y diamantes. Por generaciones, miles de trabajadores, muchos de ellos procedentes de comunidades rurales, cruzaron la frontera a la búsqueda de oportunidades. Pero con cada oportunidad venía también una amenaza silenciosa: la enfermedad.
Al principio parecía que el sacrificio valía la pena. Henrique puedo enviar dinero a su casa, comprarse zapatos, y visitar a su familia. Pero la realidad allá abajo era penosa. “Los montacargas eran los peores”, recuerda. “Me dolían mucho los oídos, la sensación era como si se me estuvieran cerrando”. Largos turnos en túneles estrechos con paredes cubiertas por espesas capas de polvo y ventilación muy pobre lo dejaban exhausto. Lo que él no sabía era que el aire que respiraba cada día también lo estaba envenenando.
Su cuerpo le envió señales de advertencia – tos persistente, pies hinchados – pero como muchos otros mineros, Henrique siguió trabajando, sin tener conciencia del peligro real al que estaba expuesto. Recién cuando se sintió extremadamente débil un médico lo diagnosticó con tuberculosis, una enfermedad que sigue siendo una de las que más mineros y ex mineros mata en todo el mundo.
La tuberculosis se disemina a través de pequeñas gotitas que las personas infectadas expelen cuando tosen o estornudan. Entre los mineros, sus efectos se ven empeorados por una prolongada exposición al polvo de silicio, por las pobres condiciones laborales y por el limitado acceso a los cuidados de la salud. Muchos trabajadores migrantes enfrentan barreras adicionales: movimientos transfronterizos, falta de servicios especializados y diagnósticos tardíos. El riesgo no se detiene en las minas – cuando los trabajadores enfermos regresan a sus hogares, sin saberlo diseminan la enfermedad entre sus familias y comunidades.
"No conocía los riesgos”, admite Henrique. Al momento de empezar el tratamiento, tuvo que tomar muchas pastillas a diario para poder recuperarse.
Pero a diferencia de muchos otros mineros, Henrique consiguió ayuda. Luego de haber regresado a Mozambique, visitó el centro de salud ocupacional gestionado por la OIM en Ressano Garcia, Provincia de Maputo, en donde le hicieron controles médicos y logró reunir todos los requisitos para acceder a compensación. Hoy, a pesar de los daños que la tuberculosis causó a su cuerpo, Henrique ha encontrado un nuevo propósito. Trabaja como agricultor en su machamba (tierras para agricultura tradicional) y se dedica a la crianza de cabras con la firme determinación de darle lo necesario a su familia de una manera distinta.
Para el abordaje de estos peligros a la salud a los que por mucho tiempo no se les ha prestado atención la OIM, en asociación con el Ministerio de Salud (MISAU) de Mozambique, está trabajando para el fortalecimiento de los servicios de salud ocupacional a lo largo de corredores migratorios claves. Los centros de salud en las provincias de Maputo y Gaza – las principales regiones para los mineros que migran hacia Sudáfrica – ofrecen controles de tuberculosis, evaluaciones de enfermedades pulmonares, y cuidados básicos. Estos servicios también garantizan la continuidad de cuidados entre fronteras, conectando a los mineros desde el diagnóstico hasta la recuperación.
Con el apoyo de asociados del sector de la salud, la idea ahora es que estos centros pasen a ser totalmente gestionados por el Gobierno de Mozambique, garantizando cuidados sostenibles de la salud a largo plazo para trabajadores como Henrique.
La tuberculosis puede prevenirse y es curable, pero sigue siendo una de las enfermedades más fatales en todo el mundo. Tan solo en 2023 la tuberculosis se llevó 1,2 millones de vidas, de acuerdo con el más reciente informe sobre la tuberculosis en el mundo. Para Henrique, el costo de forjarse un mejor futuro fue su salud. Pero esta historia no tiene por qué repetirse. Invirtiendo en diagnósticos precoces, en tratamientos adecuados y en programas de salud ocupacional, podemos interrumpir este ciclo antes de que sea demasiado tarde.
Esta iniciativa cuenta con el apoyo del Banco Mundial por medio del Ministerio de Salud (MISAU) de Mozambique y es implementada por la OIM.