Goris, 11 de octubre de 2023 – Goris, con una población de 20.000 habitantes, es una ciudad de carta postal que se asienta sobre una cuenca en las elevadas montañas del sur de Armenia. Se encuentra a 25 km de la frontera con Azerbaiyán, en el corredor de Lachin.  

En la última semana de septiembre, tras una operación militar, más de 100.000 armenios étnicos llegaron rápidamente a Goris, demandando urgente acción humanitaria de parte del Gobierno de Armenia, de agencias de la ONU, de ONG y de voluntarios.   

Salones entoldados, cocinas móviles, baños portátiles, bancos de ropa, estaciones de provisión de agua, clínicas, áreas de juego y un punto de registro brotaron por la noche, evitando así una catástrofe.  

El primer lunes de octubre, Goris había regresado a su tranquilidad habitual. Todo el mundo había podido encontrar algún tipo de alojamiento temporal. El gobierno había acomodado a cerca de 40.000 personas en hoteles e instalaciones comunitarias, y el resto fue acogido por familias, amigos y voluntarios, lo cual se organizó por medio de campañas en las redes sociales.  

¿Se había resuelto el problema?  

En realidad, no. Ahora Armenia enfrenta el gran desafío de integrar a los recién llegados. “Se necesitarán hogares, escuelas, hospitales, trabajos – todas las cosas que uno da por sentado”, dijo Manfred Profazi, Director Regional de la OIM para Europa del Sudeste, del Este y Asia Central.  

Profazi habló tras una visita de tres días a Armenia, en donde pudo observar la primera de varias clínicas móviles de salud que la OIM ha abierto en el país, para paliar las necesidades físicas – y mentales – de los recién llegados.    

“No son personas que hayan hecho una transición rápida y cómoda”, destacó Profazi. “Se trata de personas que han vivido en medio de conflictos activos y congelados en el tiempo durante 30 años, que han perdido sus hogares, sus recuerdos familiares y sus comunidades. Están traumatizadas y agotadas, siendo los menores y los ancianos los más afectados. Con gran rapidez estamos brindándoles nuestra ayuda sobre todo porque el invierno se acerca inexorablemente”.  

Voces de quienes lograron escapar

Andranik Harutyunyan. Foto: OIM/Joe Lowry

Andranik Harutyunyan: El mismo día en que comenzaron a atacar a nuestra comunidad, todos nos refugiamos en una cueva. Cuando llegó el momento de irnos de la aldea, nadie buscó nada en Berdadzor. Algunas personas al menos pudieron sacar a sus familiares en coche. Pero otras, ni siquiera eso.  

Si alguien puede ayudar a una persona de nuestra comunidad brindándole un techo, del resto nos encargamos nosotros. Somos familias de trabajo. Todos trabajaremos duro para mantener a nuestros seres queridos.

Edgar Yedigaryan. Foto: OIM/Joe Lowry

Edgar Yedigaryan: Estoy comprometido y mi pareja actualmente está desplazada en la región de Hadrut. Habíamos decidido casarnos, pero desgraciadamente ocurrió esta tragedia. De todos modos, no estamos destruidos ni desesperados. Podremos superar todo esto y ponernos de pie nuevamente.  

En relación a encontrar un trabajo, si no hubiera vacantes en instituciones estatales, definitivamente vamos a trabajar en agricultura, en trabajos de granja, y así cuidaremos de nuestras familias. Estamos trabajando amigo; todos podemos generar algún proyecto.  

Svetlana Lazaryan. Foto: OIM/Joe Lowry

Svetlana Lazaryan: (Estuvo anteriormente viviendo en Armenia) Cuando decidí regresar a Karabakh, la mujer con la cual estaba viviendo me hizo una pregunta: ‘¿Dónde estás yendo? No tienes residencia en ese lugar, ni pertenencias. Le dije: ‘No sé dónde, pero lo que sé es que me necesitan allí’.  

No lo tengo muy claro… tal vez el llamado de mi corazón…el llamado de la sangre. Mis padres están enterrados allí. Allí está la tumba de mi hermano. Y la de mi padre.   

Comprendemos nuestro propio dolor. Debemos brindarnos apoyo mutuo y no esperar la ayuda externa. ¿Por qué nadie quiere ni escucharnos ni vernos, comprender el dolor que sentimos? 

Marianna Grigoryan. Foto: Davit Gyumishyan

Marianna Grigoryan: Mi madre y mi abuela escaparon en los 90 y no tenemos casa. No sé qué se siente ser el dueño de una vivienda. Y para ser honesto, tampoco me interesa saberlo. Porque he visto cómo la gente levanta esos muros, pone ladrillos que separan a las personas, construyen un hogar para vivir y luego se ven obligadas a destruir en un segundo lo que les llevó 30, 20, 15 años construir.    

El día 19, cuando esa situación de guerra masiva comenzó, las personas se fueron a Stepanakert. En medio del bombardeo y de los disparos, comenzamos a ir de un sótano al otro. Calculamos la cantidad de personas por lugar y comenzamos rápidamente a juntar frazadas, calzado, todo lo que teníamos. En medio de los bombardeos hacíamos exactamente lo mismo que está ocurriendo aquí (distribución de asistencia).  

Ophelia Aghajanyan. Foto: OIM/Joe Lowry

Ophelia Aghajanyan: Somos pensionados. Mi marido era soldado y está discapacitado. Mi hijo también. El único hijo de mi hermana fue traído aquí en un féretro cerrado. Tuvimos que enterrar a muchos parientes. Yo he abandonado a mis sagrados muertos, pero no me culpo; he traído un poco de tierra conmigo. ¿Qué vamos a hacer? Ni idea. A nadie le importan los pensionados.  

Cada una de las clínicas móviles de la OIM cuenta con un psiquiatra que trabaja junto a los médicos clínicos. Estos últimos brindan cuidados primarios de la salud, hacen diagnósticos y derivaciones, en tanto que los profesionales de la salud mental están aquí para identificar y asistir en lo relacionado con revertir los efectos del trauma que muchos han sufrido. También ayudan a las personas a comprender su situación actual e intentan llegar a ellas para que sigan avanzando hacia un futuro libre de un estrés inmanejable.    

Nune Asatryan, coordinadora de proyecto en la OIM Armenia, explicó que las clínicas móviles de salud jugarán un rol muy importante en la tarea de llevar los servicios sanitarios a las poblaciones en situación de vulnerabilidad, en especial a las que se encuentran en comunidades rurales remotas. “Los psicólogos que trabajan en los equipos móviles apoyarán a las personas refugiadas afectadas por numerosas pérdidas y que están sufriendo el dolor de haber tenido que dejar atrás a sus seres queridos, sus lugares de residencia y sus vidas. La terapia psicológica puede mejorar el bienestar general, ayudándolos a manejar más efectivamente los desafíos personales y reducir su nivel de angustia y sufrimiento”.    

La OIM forma parte del grupo entre organismos que actualmente está elaborando el plan integral de respuesta, bajo el liderazgo del Gobierno de Armenia.  

El Director Regional Manfred Profazi le habla al personal en la clínica médica móvil de la OIM en Goris, Armenia. Foto: OIM/Joe Lowry

Pacientes esperan para ver al personal médico en una clínica móvil recientemente establecida por la OIM en Goris, Armenia. Foto: OIM/Joe Lowry

“Participaremos en varios sectores”, ha declarado la Encargada de Oficina Ilona Ter Minasyan. “Además del trabajo vital de las clínicas móviles, también vislumbramos un rol para la OIM en las áreas de albergues, recuperación temprana y protección. Muchas mujeres estarán en situación de vulnerabilidad ante delitos como la trata para explotación sexual u otros fines, y también ante la violencia basada en género. Contamos con una gran experiencia adquirida en todo el mundo para sensibilizar a las poblaciones, lo cual será esencial en este contexto”.  

Se espera que el apoyo brindado por la OIM tenga un efecto duradero. Soluciones duraderas junto al apoyo humanitario. Pero esencialmente, tiene que ver con la proximidad, con la provisión de la ayuda que la gente necesita y con el lugar en que tal asistencia es requerida.    

Personas como Gayane, quien visitó a un doctor cuando nació su segunda hija, seis años atrás. “Vi la clínica aquí esta mañana y pensé, ok, todo bien, pero no es para mí”. Una trabajadora de divulgación de la OIM se ofreció para cuidarle sus dos hijas por un rato mientras ella veía al médico.  

Un doctor de la OIM examina a un paciente en la clínica móvil de salud recientemente instalada en Goris, Armenia. Foto: OIM/Joe Lowry

“Descubrieron que yo tenía la presión arterial alta y necesitaba medicación y seguimiento regular”, dijo sonriendo al irse de la clínica.  

Miles de personas como Gayane serán asistidas en los próximos meses y miles más recibirán algún otro tipo de ayuda de parte de la OIM. Justo en el momento y en el lugar en que pudieran llegar a requerirla.  

 Historia escrita por Joe Lowry, Oficial Sénior de Prensa, Oficina Regional de la OIM para Europa del Sudeste, Europa del Este y Asia Central.  

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