Kabul, 16 de agosto de 2022 – A principios de 2021, Wargis*, una joven mujer Hazara, trabajaba como profesora de inglés en la zona norte de Kabul. No lejos de allí, Sheeba* soñaba con seguir estudios de educación superior y eventualmente abrir su propio centro de informática con tarifas bajas para las mujeres de la zona.

Los trabajos para hombres florecían en el sector de la construcción mientras el vecindario se expandía para pasar de ser un terreno desértico a un nuevo hogar para personas desplazadas internas (PDIs) y retornados que regresaban a su lugar de origen. Viviendas, escuelas e infraestructuras viales se habían desarrollado con gran rapidez. Las mujeres estaban abriendo salones de belleza y de sastrería tras haber completado formaciones en la materia.

Las tensiones e inquietudes de las mujeres de esta zona habían aumentado en los últimos dos años, pero aún así la mayoría expresaban su esperanza de poder estudiar, trabajar y desarrollar sus vidas en el seno de sus comunidades.

Un salón de belleza en el vecindario de Shahrake Mahdia, Kabul, Afganistán. Foto: Samuel Hall 2021/Nassim Majidi

Sin embargo, el 15 de agosto de 2021 todo cambió de la noche al día.

Después de esa fecha, el sector privado colapsó, y los talibanes no pudieron pagarle al personal del sector público, creando incertidumbre y temor acerca del futuro. Muchos negocios cerraron, mientras que tanto empleadores como empleados, en su gran mayoría hombres, se vieron forzados a migrar al exterior debido al impacto de las sanciones y a la inflación en aumento. En muchos casos las mujeres se quedaron en las zonas en las que vivían, bajo el régimen de los talibanes, enfrentando las restricciones a su libertad de movimientos y a sus derechos a educarse y a trabajar.

“Mi principal preocupación es que ya no puedo trabajar e ir a la universidad. Me han impuesto limitaciones y ya no soy una persona libre. Cuando pienso en todos los esfuerzos que hice en el pasado, mi corazón sufre. Ahora no tengo ningún logro”, dice Resham*.

Escapar se convirtió en la opción preferida, pero hay limitaciones muy claras para las mujeres. Algunas mujeres con miembros de su familia de sexo masculino que migraron con anterioridad expresaron su temor a cruzar solas fronteras internacionales. La situación se tornó más difícil si cabe para algunas mujeres como Resham, que también tenía miembros de su familia de sexo femenino con problemas significativos de salud, de los cuales ella sería responsable si emprendían un viaje migratorio.

“Mi padre se encuentra en Irán y dice que si tenemos la posibilidad [debemos] ir a Irán de manera irregular, pero el problema de salud de mi hermana es serio y realmente no podemos correr ese riesgo”, agrega Resham.

Muchos otros, como Wargis, han estado esperando ayuda de los miembros de su familia en el exterior y que no han podido acceder al estatus legal que les permitiría la reunificación familiar.

Además, muchas de las mujeres que se permancen en Afganistán no cuentan con información acerca de cómo la diáspora podría ayudar a los miembros de su familia y a otros afganos en el país. Otros, informan acerca de una gran incertidumbre en cuanto al acceso a servicios de pasaporte y viajar al exterior, o la duda sobre el retorno a sus actividades laborales en el futuro.

Para muchas mujeres que han quedado atrás, sus vidas cotidianas cambiaron drásticamente – sobre todo en el aspecto de su movilidad. Muchas tenían miedo de salir de sus casas y abandonaron todas las actividades que realizaban anteriormente, incluyendo proyectos de grupos comunitarios y de empoderamiento de mujeres. Volvieron a quedar atrapadas entre las cuatro paredes de sus cuartos, tal como ocurría en la primera etapa del régimen talibán, o al menos de acuerdo con la idea que ellas tenían de dicho período por lo que habían escuchado.

Las mujeres y jóvenes afganas han sufrido de forma desproporcionada tras el cambio de gobierno, y las violaciones, su nivel de vulnerabilidad y las preocupaciones sobre su seguridad siguen aumentando.  Foto: Samuel Hall 2021

“Las mujeres están sujetas a limitaciones; no pueden salir a trabajar o estudiar. El servicio público ha sido completamente restringido. Las personas quieren recibir sus documentos nacionales de identidad y pasaportes, pero no hay ninguna institución que ofrezca tales servicios. Los centros educativos están abiertos, pero a las mujeres no se les permite ir a escuelas y universidades. Nuestro futuro es completamente incierto y no vemos luz en nuestras vidas”, dijo Wargis.

Las mujeres han sido prácticamente borradas de la economía y esto ha tenido un gran impacto sobre las comunidades, ya que las mujeres eran la columna vertebral de la economía afgana, a través de valiosas contribuciones como personal médico, educadoras y emprendedoras. Ahora están, a todos los fines prácticos, totalmente imposibilitadas para trabajar debido a las nuevas restricciones.

Todas las mujeres y las jóvenes en Afganistán tienen el derecho de acceder a educación y a iguales oportunidades. Deben ser empoderadas e incluidas en la vida social, económica y política de Afganistán – lo cual es crucial para el futuro y el desarrollo del país.

Las mujeres que se han quedado en Afganistán preguntan: “¿Qué podemos esperar del futuro ahora?”. Un año después, la respuesta parece inclinarse hacia lo peor puesto que los derechos y las libertades de las mujeres – incluyendo la de movimiento – siguen siendo menoscabados.

Se necesitan de inmediato soluciones duraderas para apoyar a las mujeres afganas que han quedado atrás, por ejemplo, brindándoles documentación legal, acceso a protección y a servicios básicos, y una continuidad de la asistencia humanitaria para las más vulnerables – sobre todo las que están desplazadas o están regresando.

La conversación debe proseguir para poner en primer plano las voces de las mujeres y diseñar soluciones basadas en sus necesidades.

Como dijo Resham, “Mi mensaje a la comunidad internacional es que la situación es muy mala para las afganas; necesitamos su atención y su apoyo. Deben tenerse en cuenta la libertad y los derechos de las mujeres. Las personas están muriendo de pobreza y por su limitado acceso a los servicios financieros. De modo que es necesario incrementar las actividades humanitarias y venir a nuestro rescate”.

*Los nombres han sido cambiados para proteger las identidades.

Acerca de este estudio

En junio de 2021 un equipo de investigadores de Samuel Hall realizó estudios en un distrito en la zona norte de Kabul, Dashte Barchi, llamado Shahrake Mahdia, sobre el carácter fundacional de la migración en relación al desarrollo de la ciudad y también para dar esperanzas a mujeres como  Wargis, Sheeba y Resham.

El 15 de agosto de 2021 todo cambió. Las mujeres que compartían sus historias con nosotros en junio nos volvieron a hablar en septiembre. Este blog se enfoca en sus voces. Los datos compilados incluyen entrevistas con informantes claves: 17 residentes locales que son propietarios de negocios, empleados de organizaciones no gubernamentales, funcionarios de gobierno, policías, docentes, y representantes de la juventud – interacciones y observaciones informales y también cuatro grupos focales con hombres  y mujeres. En septiembre de 2021 se hicieron llamadas de seguimiento a varias mujeres y propietarias de negocios que habían sido inicialmente entrevistadas en junio, con el objetivo de obtener un testimonio de sus pensamientos y el modo en que su situación había cambiado bajo el régimen talibán.

La OIM trabaja junto a Samuel Hall en distintos proyectos. Este texto está basado en el artículo “Mujeres afganas, migración y su futuro”, por los autores de Samuel Hall Nassim Majidi, Najia Alizada, Katherine James y Marta Bivand Erdal, y fue publicado en la  Edición Especial sobre Prácticas en Políticas Migratorias en  Afganistán en junio de 2022.

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