Cox’s Bazar, 4 de abril de 2022  – Varado y con apenas el dinero para pagar una embarcación que lo condujera hacia la seguridad, la única oportunidad de Abdullah para ponerse a resguardo del conflicto en Myanmar fue una balsa hecha de bambú, bidones tipo Jerry y soga.

En el pico de violencia en Myanmar en 2017, Abdullah movilizó a un grupo de compañeros rohingyas para que procedieran a construir una gran balsa que les iba a permitir escapar hacia la seguridad, cruzando el Río Naf rumbo a Bangladesh.

La historia de Abdullah es una de las muchas que están siendo rescatadas por el Centro de la Memoria Cultural Rohingya (RCMC) en Cox’s Bazar, donde el santuario que encontraron estos rohingyas se ha transformado en el mayor asentamiento de refugiados del mundo, incluyendo a casi 1 millón de personas.

“Son increíblemente ingeniosos”, dice Shahirah Majumdar al referirse a la comunidad rohingya. Ella lidera un equipo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que ha trabajado junto a refugiados, artistas y artesanos rohingyas a fin de coleccionar objetos, poesía, música, recetas e historias – todos símbolos de la experiencia rohingya.

Estos símbolos de la cultura rohingya han sido ahora exhibidos en el RCMC, en respuesta a una evaluación de la salud mental de 2018 en la cual los refugiados rohingyas revelaron que estaban padeciendo una “crisis de identidad” debido a su desplazamiento.

“El objetivo es lograr la sanación a través del arte y el relato, y asegurar la continuidad de su cultura por medio de la transferencia de conocimiento y de capacidades de una generación a la siguiente”, dice Majumdar.

La creación de la estructura física ha sido un proceso meticuloso y lento, que involucró muchas consultas con la comunidad en todos los aspectos vinculados al diseño.


Cuando estaba en Myanmar, Mohammed Shibbili trabajaba de maestro. En los campamentos es un líder comunitario respetado. Foto: Abdullah Al Mashrif

El resultado es un elegante salón de exhibición hecho de bambú y techo de hojas de nipa que honra los diseños tradicionales de las casas rohingyas en el Estado de Rakhine, Myanmar.

El establecimiento del RCMC no fue una iniciativa simple. Comenzó con un planeamiento e investigación preliminares, los cuales arrojaron poco material útil. “La mayor parte de ese material no había sido escrito por los rohingyas”, dijo Majumdar.

Por consiguiente, durante tres años, el equipo conjunto conformado por la OIM y los rohingyas se puso a trabajar, siguiendo las orientaciones y recopilando narraciones de personas rohingya que reflejaban sus verdaderas voces.

“Cuando comenzamos no había nada; había solamente tristeza”, recuerda Mohammed Karim de la OIM. “Tenían su conocimiento indígena, pero nada estaba escrito”.

El equipo atravesó los campamentos, golpeó puertas para hacerles consultas a las personas. Al principio se tomó la decisión de no juntar objetos personales traídos desde Myanmar puesto que esas eran posesiones muy preciadas para las personas y recuerdos familiares. En lugar de hacer eso, se decidió que era mejor tomar fotografías de esos objetos. Las imágenes resultantes fueron luego compartidas con artistas y artesanos que crearon maquetas o modelos a ser exhibidos en el RCMC.

Entre las más valiosas posesiones de los refugiados pueden mencionarse joyas, documentos de identidad y diversas prendas. “Una mujer trajo una loda (vasija de bronce para agua) que usaba para refrescarse antes de sus oraciones”, dice Karim. 

Entre otros objetos exhibidos en el RCMC pueden mencionarse embarcaciones, cestería, cerámica y bordados creados a partir de recuerdos vividos. El proyecto ha identificado 23 géneros de música e incluye decenas de antiguas futhi – cuentos de hadas relatados a través de canciones- y 64 técnicas de costura, algunas de las cuales son exhibidas en el centro.

Todos los aspectos del proyecto fueron diseñados para maximizar la sanación y el bienestar mental. Foto: OIM

El centro es visto como un paso hacia una visión mucho mayor del espacio que conecta el pasado con el presente y el futuro. Esto incluirá la organización de clases magistrales regulares – capacitaciones técnicas en artesanías rohingya que pasan de generación en generación, dictadas por artesanos rohingyas, con el objeto de transmitir ese conocimiento a las nuevas generaciones.

Mohammed Zaber, un ebanista que ha comenzado a dictar clases magistrales, demuestra el poder de involucrarse con la cultura rohingya de forma creativa. Explica la paz que llegó a sentir cuando creó una maqueta de su bien más preciado – un molinillo mecánico para arroz – que había perdido en Myanmar.

Zaber experimentó el mismo sentimiento cuando logró recrear su lugar favorito, una intersección del municipio de Buthidaung, como parte de un juego interactivo diseñado por el RCMC para enseñarles a los niños y niñas rohingyas los distritos y puntos de referencia del Estado de Rakhine en Myanmar. “Siempre íbamos a ese lugar”, declara.

Semejante liberación emocional no sorprende demasiado puesto que de acuerdo con Majumdar, un día entero de trabajo creativo reporta múltiples beneficios para alguien que ha experimentado traumas extremos. “Hay algo terapéutico en crear algo con las propias manos. Puede proteger contra estrés, depresión y ansiedad”, agrega Majumdar.

Kushi, de veintidós años también encuentra alegría en su trabajo como facilitadora del grupo de mujeres bordadoras. Sus padres se fueron de Myanmar en 1992, y ella nació en un campamento de refugiados en Cox’s Bazar donde todavía reside.

“Cuando vengo aquí y veo todas esas cosas, me siento muy feliz porque nunca he estado en Burma. De igual manera, tengo una sensación de satisfacción cuando veo que cuando los niños vienen aquí también pueden ver todo lo que está exhibido y aprenden sobre Burma”, dice.

Dos grupos de 22 mujeres están actualmente involucradas en crear el trabajo de bordado. “Cuando contratamos a una nueva artista, le pedimos que traiga una muestra de su trabajo”, dice Kushi. “Lo discutimos y luego decidimos si puede unirse al grupo”.

Las que tienen sólidas capacidades pueden dictar clases magistrales. Mientras tanto Kushi está ayudando a organizar las exhibiciones de productos con bordados muy elaborados que se han ido juntando poco a poco.

Estas iniciativas se cuentan entre muchas otras que se han emprendido en respuesta a comisiones sobre una amplia gama de temáticas que apuntan a la sanación. Pero el bienestar puede también lograrse de otras formas mucho más independientes.

“Cuando las mujeres rohingya se sienten un poco tristes les gusta decorarse – generalmente usando henna – y eso les da paz interior”, dice Kushi.

Desde mayo de 2021, el RCMC ha también brindado una plataforma en línea a través de su sitio de internet para que la comunidad rohingya pueda involucrarse con su historia de manera virtual – y esa música está disponible en YouTube.

Majumdar detalla los planes acerca del modo en que los refugiados manejarán el RCMC en beneficio de toda la comunidad. Se organizarán visitas guiadas, y un día a la semana estará dedicado a las mujeres visitantes. Las visitas serán facilitadas por voluntarios que en este momento se están capacitando.

“La tarea que hemos asumido es profunda y singular, sobre todo en el contexto humanitario”, explica Nihan Erdogan, Jefe Adjunto de Misión de la OIM Bangladesh. “El RCMC representa alegría, dignidad, y la esperanza de los rohingyas respecto del futuro. Combina salud mental, protección, desarrollo de habilidades, y resultados de auto-dependencia, y puede servir de modelo en otros contextos”.

Reportaje escrito por Wilson Johwa, Oficial de Comunicaciones, OIM

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