La economía de Yemen se ha visto profundamente dañada por seis años de conflicto, el brote de enfermedades y unas condiciones climáticas extremas. De acuerdo con el Banco Mundial, más del 40 % de las familias yemenitas han perdido su fuente primaria de ingresos en los últimos cuatro años. La mayor parte de las personas que con anterioridad podían llevar una vida confortable ahora se encuentran luchando para poder cubrir sus necesidades básicas.
Entre quienes padecen los efectos colaterales del descalabro económico se encuentran los desplazados. Independientemente de que antes tuvieran una buena posición o no, el hecho de haber tenido que dejar atrás sus hogares, trabajos y pertenencias para comenzar desde cero ha dejado a millones de personas con la imperiosa necesidad de acceder a toda forma de asistencia humanitaria.
“Mi hermano menor tiene un trastorno en los glóbulos rojos de la sangre llamado anemia hemolítica, y mi familia no puede comprarle los medicamentos que necesita. Por lo que siempre estoy buscando la manera de asistirlos económicamente”, dijo Asmaa Mohammed.
Esta joven de 20 años era originaria de Jabal Sabar, Gobernación de Taizz, en Yemen, y ahora se encuentra desplazada.
“Yo vivo con mis padres que son personas mayores, con mi hermano de 14 años (es el que está enfermo) y mi pequeña hermana en el sitio de Al Waqeer en Ibb. No contamos con ningún ingreso excepto lo que nos donan los organismos humanitarios”, explicó Asmaa.
Después de que la pandemia de COVID-19 comenzara en este país asolado por los conflictos, las oportunidades laborales – en especial el trabajo informal – comenzaron a escasear. Para asegurar su supervivencia, las familias han estado compartiendo responsabilidades entre sus miembros para poder conseguir lo básico para sus familias.
Procurando empoderar a las mujeres desplazadas a través de la capacidad para generar un ingreso, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se ha asociado con el Reino de Arabia Saudita (KSA) a fin de lanzar un proyecto de fabricación de mascarillas en 35 sitios de desplazamiento en las gobernaciones de Ibb y Marib.
“Son muchas las mujeres desplazadas que nos han solicitado apoyo para comenzar con pequeños proyectos”, explicó Sabah Al Qubati, miembro del Grupo Sectorial de Coordinación y Gestión de Campamentos (CCCM) en Marib. “La OIM respondió a ese pedido y les enseñó cómo fabricar las mascarillas, ayudándolas de modo que pudieran generar un ingreso y a la vez evitar la propagación del virus COVID-19.”
Unas 45 mujeres en Ibb y otras 60 en Marib participaron en esta iniciativa conjunta de la OIM y el Reino de Arabia Saudita. Las mujeres recibieron capacitación y también las herramientas y materiales necesarios para la fabricación de las mascarillas.
“Me sentí muy feliz cuando me enteré del proyecto para la fabricación de mascarillas. No sabía coser, pero aprendí rápido”, recuerda Asmaa.
Los coordinadores de los campamentos de la OIM le pidieron a cada mujer que fabricara tantas mascarillas como le fuera posible. De modo que la cifra total de mascarillas fabricadas en las dos provincias ha alcanzado la cifra de 32.000. Cuando fueron terminadas, la OIM les hizo entrega a las mujeres de un modesto pago por haber participado.
Asmaa realmente quería ayudar a su hermano enfermo, Osama, quien no puede estudiar debido a su enfermedad y quien tristemente debe trabajar aún en su condición, lo cual es algo común en Yemen.
“Pasé casi ocho jornadas completas fabricando mascarillas y logré confeccionar unas 150. Cuando terminé, recibí un incentivo de la OIM y pude comprar algunas cosas para mi hermano para que él pudiera venderlas en su kiosko y hacer algo de dinero para los medicamentos”, agregó Asmaa.
Del mismo modo en Marib, Nada estaba buscando una manera de ayudar a su familia.
“Yo buscaba cualquier tipo de trabajo que me permitiera conseguir algo para darle a mis hijos”, sostuvo Nada, explicando el modo en el que ella llegó a formar parte del proyecto. “Fue así que logré incorporarme a este proyecto de fabricación de mascarillas. Aprendí el modo de confeccionar las máscaras y recibí algunos elementos de costura”.
Nada, de Hajjah, es madre de tres niños y se encuentran desplazados. Cuando su esposo murió en un mercado hace seis meses, su familia perdió a quien era la única persona que procuraba su sustento. De modo tal que ella inmediatamente tuvo que comenzar a hacer lo mismo, aun teniendo que cargar con el dolor de la pérdida sufrida.
No es difícil imaginar que Nada quedó traumatizada por la muerte de su esposo. Pero ella sabía que debía ser fuerte por sus tres hijos pequeños: Fatema, Jana y Omar. Comenzó con la confección de vestidos y uniformes escolares para los vecinos, pero apenas si podía arreglárselas con eso. Tras unirse a la actividad para la fabricación de mascarillas de la OIM, ella pudo comprar la comida para sus hijos e incluso algunos útiles escolares.
No muy lejos del hogar temporal de Nada en Marib, vive Nabeela, embarazada de cuatro meses, junto a su marido Abdo y sus nueve hijos.
Nabeela es también originaria de Ibb y fue desplazada junto a su familia hace tres años. Su marido sufrió una herida en la espalda, lo cual le impide trabajar, así que ella se ve obligada a buscar el modo de procurar alimento para sus hijos.
Con nueve hijos a los que debe alimentar – y un marido enfermo al cual debe cuidar – Nabeela no tuvo más opción que la de luchar. Su hija de 18 años, al igual que su madre, perdió a su propio esposo justo cuando estaba a punto de dar a luz a su primer hijo. La inminente abuela, que también estaba esperando otro hijo propio, se encontraba muy preocupada por el embarazo de su hija, y también por cómo pagaría sus gastos médicos.
“Fabriqué más de 700 máscaras pues estoy desesperada por ganar el dinero que necesitamos. Incluso mi marido me ayudó a confeccionarlas y quiero hacer muchas más”, explicó Nabeela.
“Cuando me pagaron las mascarillas, pude comprar ropa y algunos útiles escolares para mis hijos, además de ahorrar algo de dinero para el parto de mi hija”, agregó, sintiéndose algo aliviada.
Tras haber recibido las mascarillas fabricadas por las mujeres, la OIM las distribuyó entre las familias desplazadas que corren mayor riesgo de infectarse con el virus COVID-19. Durante la distribución, los equipos de la OIM organizaron asimismo sesiones de sensibilización destinadas a compartir información esencial en las comunidades desplazadas acerca de las medidas de protección y de cómo usar las máscaras adecuadamente.
Asmaa, Nada y Nabeela son tan solo tres de las mujeres que han participado en este proyecto. Todas ellas desean contar con una fuente de ingresos, que sea sostenible y estable, para poder darles a sus familias lo que necesitan.
El proyecto sigue en marcha. La OIM ha identificado unas 160 mujeres más en Marib para una segunda ronda de formación y apoyo. De hecho, esta actividad viene a agregarse a otro proyecto de fabricación de mascarillas en el que la OIM y KSrelief se asociaron en Marib y en Hadramaut, y por medio del cual se fabricaron más de 50.000 mascarillas, llevando la cifra total de mascarillas fabricadas con el apoyo de ambas entidades a más de 80.000.