San Vicente, 2 de octubre de 2023 – Etzaida Rios, de 35 años, ha sido testigo de primera mano de cómo la asistencia humanitaria ha impactado sobre su ciudad natal, Meteti, región de Darién en Panamá, y de cómo esa asistencia ha cambiado la vida de las personas. Trabaja como Oficial Comunitaria de la OIM en un Centro Temporal de Recepción de Migrantes (ETRM) en San Vicente, uno de los primeros puntos de arribo para personas migrantes que logran salir de la selva del Darién, la cual se extiende a lo largo de la frontera entre Colombia y Panamá.  

Se asegura de que los migrantes reciban asistencia humanitaria, información y cuidados psicológicos tras haber hecho el peligroso viaje, puesto que con frecuencia están exhaustos, mal alimentados, deshidratados o heridos cuando llegan al centro. A pesar de todas estas problemáticas, Etzaida se esfuerza para que los migrantes puedan recuperar la esperanza, conectar e interactuar. 

“Las personas llegan con necesidades apremiantes y muchos interrogantes”, dice Etzaida después de haber atendido a Zuleybis, quien se fracturó la pierna al cruzar el Darién con su esposo José y sus cuatro hijos. Esta familia venezolana recibió tratamiento en el ETRM antes de proseguir con su travesía hacia el norte.  

“Estas personas quieren hablarme de sus preocupaciones, de sus problemas y del viaje que han hecho por la selva. Yo les brindo información e intento darles consuelo”. 

Migrantes llegan a la orilla desde el río Chucunaque tras haber cruzado la selva del Darién. OIM/Gema Cortes 

Migrantes agotados llegan al centro temporal de recepción de migrantes Lajas Blancas en el Darién. Foto: OIM/Gema Cortes 

Etzaida Rios de la OIM le habla a Zuleybis quien se fracturó la pierna al momento de cruzar el Darién. OIM Gema Cortes

Una migrante de Venezuela se protege a sí misma y a su bebé del sol abrasador en un centro temporal de recepción en Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Etzaida ha trabajado con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) durante los últimos cuatro años. Anteriormente, prestó servicios en organizaciones locales no gubernamentales que brindan cuidados comunitarios en terreno.

“Siento que cuando hablo con las mujeres migrantes de temas sexuales, de la violencia basada en género o de la protección de menores, ellas están más abiertas a hablar conmigo de todo eso y no con mis colegas varones. Es fácil para ellas acudir a mí”, explica Etzaida cerca de una larga fila de personas migrantes. 

Sin embargo, cuando escucha las historias de las personas en movimiento, a veces siente que la emoción la abruma.  

“Lo que más cuesta es ser testigo del sufrimiento de estas personas y de sus historias tan duras. Si bien vemos cosas horribles en televisión o las leemos en los portales de noticias, es incluso mucho más difícil y más frustrante cuando uno las ve con sus propios ojos a medida que van apareciendo”. 

Samuel, de 26, y José, de 25 años, son dos amigos haitianos que han cruzado la selva del Darién a la búsqueda de una mejor vida. OIM/Gema Cortes

Migrantes de todo el mundo hacen fila en un centro temporal de recepción tras haber cruzado el Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Personal de la OIM distribuye kits de higiene a migrantes en Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Personal de la OIM le da la bienvenida a migrantes en el río Chucunaque en Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Una cifra récord de migrantes  

La ausencia de caminos, la presencia de víboras ponzoñosas, de montañas escarpadas, de ríos agitados y de grupos de traficantes u otros grupos criminales no evitaron que la familia de Zuleybis arriesgara sus vidas, como miles de otras personas desesperadas de Venezuela, Haití, Ecuador y países de África y Asia, que hacen lo mismo año tras año a la búsqueda de un futuro mejor en los Estados Unidos, Canadá y México.

Rutas migratorias en la Provincia de Darién. Este mapa es sólo a fines ilustrativos. Los límites y nombres que se muestran, al igual que las designaciones usadas en el mismo no implican una aprobación o aceptación oficial de parte de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

De acuerdo con las autoridades panameñas, más de 350.000 personas atravesaron la inhóspita selva tropical en su ruta hacia el norte en los primeros nueve meses de 2023, sobrepasando el total de 250.000 registrado en el Darién en la totalidad del 2022.  Muchas de estas personas son mujeres y menores, así como también familias con adultos mayores o personas con discapacidades, que son mucho más vulnerables a la violencia y el abuso, y requieren de una mayor protección. Más de una de cada 5 personas que llegaron fueron menores, la mitad de ellos de menos de 5 años.

De acuerdo con el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM, desde 2014 más de 327 personas han desaparecido o fallecido intentando el cruce. Sin embargo, la mayor parte de las muertes y desapariciones siguen sin ser informadas por la falta de estadísticas oficiales y por la inaccesibilidad de la región. Muchas de las personas que han logrado salir de la selva tropical han contado que pudieron ver cuerpos en descomposición a lo largo de la ruta. 

Javier, de 26 años, es un venezolano que ha cruzado el Darién en muletas con la ayuda de amigos. Foto: OIM/Gema Cortes

Migrantes hacen fila a fin de ser registrados. Foto: OIM/Gema Cortes

Diana, embarazada de siete meses, cruzó la selva de Darién con su hijo de un año y su esposo. Foto: OIM/Gema Cortes

Personal de la OIM distribuye kits de higiene entre las personas que acaban de llegar a Lajas Blancas. Foto: OIM/Gema Cortes

Llegar a un espacio seguro 

Los nombres “San Vicente” o “Lajas Blancas” puede que no se incluyan en la lista al momento de mencionarse los destinos famosos de Panamá. Pero para las más de 2.000 personas que cruzan el Daríén por día, en un día promedio, llegar a estos lugares significa acceder finalmente a una situación de seguridad. Los centros de recepción aquí pueden abordar sus necesidades básicas.  

Bajo el sol abrasador, Etzaida y el equipo de la OIM deben soportar las largas horas de trabajo cotidiano, pero nunca olvidan que sus esfuerzos pueden salvar las vidas de muchas personas.  

“Un destello de esperanza brilla a través de sus caras agotadas mientras les brindamos ayuda. Verlos aliviados es mi mayor recompensa”, dice el Funcionario de la DTM Enrique Vargas mientras le presta asistencia a Javier, un migrante venezolano que cruzó el Darién en muletas con la ayuda de amigos. Después de haberse sometido a una cirugía en Chile, Javier viajó por dos meses antes de llegar a Panamá. 

Hilario, de 62 años, es un contador venezolano que ha luchado para poder cruzar el Darién, batallando contra la deshidratación, el hambre y las picaduras de mosquito. Foto: OIM/Gema Cortes

Migrantes exhaustos se dan un respiro en un centro temporal en Darién. OIM Gema Cortes Foto: OIM/Gema Cortes

María, ama de casa venezolana de 35 años, en el centro temporal de Lajas Blancas. Foto: OIM/Gema Cortes

Personas que llegan agotadas tras haber enfrentado a la selva del Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

“La selva tropical es verdaderamente brutal; es un lugar realmente duro”, recuerda Javier, con su cabeza inclinada y sollozando. “La parte más complicada para mí fue la de tener que subir las montañas y cruzar los ríos”.  

En dos centros de recepción en el Darién la OIM entrega a los migrantes kits de higiene, frazadas, y ofrece apoyo psicosocial y protección.  La OIM también apoya con el mejoramiento de la infraestructura de las estaciones, brinda asistencia técnica para el fortalecimiento de capacidades para la coordinación y gestión de alojamientos temporales, y desarrolla campañas de comunicación acerca de los riesgos vinculados a la migración irregular.

Migrantes reciben alimentos en el centro temporal Lajas Blancas en Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Migrantes chinos hacen fila para su registro en Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Un hombre muestra sus pies ampollados tras haber cruzado la selva del Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Un hombre venezolano se protege del sol abrasador en el Darién. Foto: OIM/Gema Cortes

Etzaida se conmueve a diario por las historias que escucha. “Nunca olvidaré a un hombre haitiano que había perdido a su esposa en la selva. No paraba de llorar; todos sufrimos mientras lo escuchábamos”, cuenta Etzaida. “Pero a pesar de todas estas situaciones seguimos enfocados en nuestro objetivo de ayudar y brindar apoyo, incluso cuando el dolor parecería volverse insoportable”.  

Esta historia fue escrita por Gema Cortes, Unidad de Prensa de la OIM, Oficina del Enviado Especial para la Respuesta Regional de la Situación en Venezuela. 

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