Marcelline caminando a través de sus cultivos en la Provincia de Muyinga, Burundi. Foto: OIM Burundi 2024/Hugo Brandam

Provincia de Muyinga, Burundi – Nacida y criada en la colina de Murama, Provincia de Muyinga, Burundi, Marcelline, de 60 años de edad, recuerda vívidamente los relatos de sus padres y abuelos sobre la fertilidad que esas tierras tuvieron en el pasado. Pero con los años ha sido testigo de los drásticos cambios que ocurridos.

“El clima ha cambiado. Anteriormente no necesitábamos fertilizantes para obtener cosechas. Y era mucho más fácil cubrir nuestras necesidades”, recuerda.

Marcelline sostiene en sus manos los frutos de su trabajo que han crecido gracias al fertilizante de su letrina de compost. Foto: OIM Burundi 2024/Hugo Brandam

El cambio climático ha estado afectando de forma drástica varias zonas de Burundi, impactando la fertilidad de los suelos, y planteando una amenaza a la agricultura que durante mucho tiempo ha sido la piedra angular de los medios de subsistencia y de la economía del país. La degradación de la tierra específicamente ha sido un desafío crítico, impactando de manera directa sobre la productividad agrícola.

Marcelline explica que los cambiantes patrones de precipitaciones y el clima mucho más extremo que generan fenómenos como sequías, copiosas lluvias e inundaciones, empeoran la situación. Estos cambios climáticos no solamente aumentan la erosión del suelo sino que también interrumpen los ciclos agrícolas tradicionales, llevando a una reducción de las producciones agrícolas, aumentando la inseguridad alimentaria y exacerbando las vulnerabilidades socio económicas, lo cual podría llegar a forzar a las personas como Marcelline a abandonar sus hogares y comunidades.

Marcelline y su familia. Foto: OIM Burundi 2024/Hugo Brandam

“Una sequía nos afectó en 2016. El sol secó todas nuestras cosechas, incluso la de mandioca que normalmente suele resistir tanto los embates del sol como del calor. No teníamos nada para comer aquí ni en las colinas circundantes. Poco a poco todo el mundo se fue a causa del hambre”.

En ese momento fue que Marcelline y su familia se vieron forzados a irse de su hogar rumbo a Tanzania, país limítrofe situado a algunos kilómetros.

Tras cuatro años de estar en el exterior, Marcelline y su marido eligieron regresar a su hogar con sus cuatro nietos a la tierra familiar. Pero los desafíos persistían.

“Cuando mi familia y yo regresamos, parte de mí se sintió bien porque los vecinos nos dieron la bienvenida. Algunos de ellos se habían quedado o bien habían regresado antes que nosotros. Pero otra parte de mí estaba ansiosa porque el suelo es arcilloso y no estaba produciendo nada”.

Colinas de Murama, Provincia de Muyinga, Burundi. Foto: OIM Burundi 2024/Hugo Brandam

A su regreso, Marcelline se enteró de un proyecto innovador liderado por la Organización Internacional para las Migraciones que preveía el uso de letrinas ecológicas para la producción de fertilizantes naturales. Ella aprendió a usar esas letrinas, conocidas como "Akasuga"–las cuales facilitan el proceso de compost. Este proceso combate la degradación de la tierra y mejora la fertilidad del suelo.

“Estos fertilizantes se usan de la misma manera en que usábamos el estiércol cuando todavía teníamos vacas”.

Marcelline, de pie frente a su letrina Akasuga. Foto: OIM Burundi 2024/Hugo Brandam

En total la OIM entregó a 840 familias letrinas Akasuga en cuatro provincias con alto número de personas retornadas. Fue un antes y un después en la vida de Marcelline.

“Desde el año pasado he estado usando el fertilizante de las letrinas y he logrado buenas cosechas. Antes de usar estos fertilizantes apenas si podía cosechar, recogía unos 20 kilos de frijoles por temporada, pero ahora llego hasta los 100 kilos”.

“Coseché maíz y frijoles y vendí parte de la cosecha para poder comprar las cabras que ustedes pueden ver debajo de aquel árbol”, dice ella señalando con su dedo el lugar donde están los animales. Mis nietos y yo ahora tenemos suficiente cantidad de alimentos. No me imagino sin estos fertilizantes, sobre todo porque no puedo comprar fertilizantes químicos”.

Frijoles amarillos de las tierras de Marcelline que obtuvo con el uso de los fertilizantes de letrina. Foto: OIM Burundi 2024/Hugo Brandam

Restaurar la tierra es una forma de luchar contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad pero también una solución para el mejoramiento de la seguridad y dignidad humana por medio de la creación de oportunidades de medios de subsistencia, desarrollo sostenible y paz.

Si bien ha logrado prevenir la degradación del suelo por medio de la construcción de letrinas para la fabricación de fertilizantes que mejoran la fertilidad de la tierra,  la vulnerabilidad de Marcelline ante el cambio climático no ha desaparecido, encapsulando la realidad de los habitantes de Burundi. Como uno de los 20 países más vulnerables al cambio climático si bien casi no contribuye con las emisiones de gas invernadero, Burundi está muy expuesto a embates ambientales y climáticos. Las comunidades rurales con frecuencia son sacudidas por aludes, fuertes vientos, granizo, sequías o copiosas precipitaciones, los cuales pueden llevar a crecidas de los ríos e inundaciones.

En marzo del año pasado copiosas precipitaciones llevaron a una crecida inmediata del rio que terminó inundando su lote de terreno y que ocasionó una grieta en el camino a Tanzania y destruyó parte del mismo. Actualmente el río sigue su curso y se traga diariamente una pequeña porción de su tierra.

Marcelline y su familia observan el daño y las pérdidas provocadas por el río que creció e inundó su arrozal. Foto: OIM 2024/Hugo Brandam

La historia de Marcelline es igual a la de muchas otras personas en Burundi, África Oriental y el el Cuerno de África, poniendo de relieve que la degradación del suelo exacerba la migración porque socava los medios de subsistencia y amenaza la seguridad alimentaria y del agua.

Historia escrita por Hugo Brandam, Oficial del Proyecto de Reducción de Riesgo de Desastre, OIM Burundi.

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