Ivano-Frankivsk, 24 de agosto de 2022 – Cada mañana durante los últimos cuatro meses Ruslan y su esposa Yulia despertaron en catres de metal en un gimnasio escolar en Ivano-Frankivsk que funciona como gran dormitorio para decenas de hombres y mujeres, incluyendo personas con discapacidades, y sus mascotas. Las pequeñas mochilas con algunas pertenencias personales son todo lo que les queda de sus vidas anteriores a la guerra en este centro colectivo, uno de los miles que se han establecido en diversas instalaciones educativas en toda Ucrania.

En abril tuvieron que escapar de Mariupol, una de las ciudades más castigadas en Ucrania, caminando durante días por campos minados y habiendo dejado atrás a sus padres mayores, que se negaron a ser evacuados desde la ciudad. Mariupol, la que fuera una vibrante ciudad portuaria con más de 400.000 habitantes, sufrió una severa destrucción tras un asedio intenso. Actualmente está ocupada por las fuerzas rusas.

Ruslan y Yulia de Mariupol se alojan en el gimnasio escolar en Ivano-Frankivsk, el cual es usado como centro colectivo para las poblaciones desplazadas en la región. Foto: OIM/IryaTymchyshyn

Ruslan trabajaba como empleado en la planta de acero de Azovstal – el último baluarte de las tropas ucranianas en Mariupol y albergue de muchos civiles que construyeron barricadas en el sótano, buscando refugiarse de los ataques aéreos y de la artillería. Ni Ruslan ni su esposa saben si su casa sigue aún en pie y si sus parientes están vivos.

Bloque de apartamentos de civiles destruidos en Mariupol. Foto: Mariupol City Council

Esta escena se repite a diario en todo el país. Se estima que aproximadamente 6.645.000 personas estaban todavía desplazadas internamente en Ucrania a 23 de julio, según los datos más recientes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Las dificultades que deben enfrentar mientras se encuentran desplazadas son con frecuencia agravadas por el dolor de haber tenido que dejar atrás a sus seres queridos.

La pareja, junto a más de 100 personas desplazadas internas (PDI) encontraron albergue en esta escuela secundaria en la zona oeste de Ucrania. En los primeros días de la invasión rusa, muchas instalaciones comunales, como escuelas, jardines de infancia, dormitorios y edificios religiosos fueron convertidos rápidamente en centros para las personas que escapaban de la guerra. Dado que dichos edificios no habían sido diseñados para alojar a personas, la idea inicial era usarlos sólo temporalmente para acoger a ucranianos desplazados. Pese a ello, seis meses más tarde las personas siguen viviendo allí, con frecuencia compartiendo un espacio abierto con poca privacidad.

“Nos habían dicho que esto iba a ser temporal y que íbamos a ser reubicados en otras instalaciones con cuartos separados para cada familia”, dice Ruslan. “Sin embargo, todavía siguen haciendo reparaciones en el edificio, y nadie puede decirnos cuándo será posible desplazarse. La mayor parte de las personas  alojadas aquí no tienen un lugar al cual regresar puesto que sus hogares han sido destruidos. Ni siquiera sabemos qué le ocurrió a nuestra casa y no hemos podido ponernos en contacto con nuestros parientes de Mariupol”.

Si bien la mayor parte de los residentes fueron acomodados en el gimnasio, algunas familias, incluyendo a las que tenían hijos, fueron alojadas en las aulas. A todos se les entregan tres comidas gratuitas por día. Sin embargo, las condiciones de vida distan mucho de ser las normales. Dado que solamente hay una instalación para ducharse y tres lavadoras, se requiere reserva previa para poder acceder a estos servicios.

Gimnasios escolares, salones de reuniones y aulas se convirtieron en hogares temporales para las personas desplazadas en Ucrania. Foto: OIM/Iryna Tymchyshyn

La OIM está abordando las necesidades urgentes de las personas desplazadas internas por medio de la entrega en las instalaciones de artículos domésticos básicos, como por ejemplo alargadores para que las personas puedan cargar sus teléfonos, una de las necesidades de las personas desplazadas como Ruslan, desesperadas por tener noticias de sus familiares. Cada residente recibió un kit de higiene con jabón, champú, pasta dental, toallas y otros elementos de higiene. Se colocarán también paneles separadores para crear zonas individuales para dormir y mejorar la privacidad.

“Las necesidades de las personas que se alojan en las escuelas han cambiado en el tiempo”, explica el director de la escuela, Dmytro Skydanchuk. “Al principio muchos vivían aquí solamente por algunos días o semanas antes de seguir con sus viajes, a menudo al exterior. Los que se quedaron aquí no tenían ningún otro lugar adónde ir, y necesitaban lo mismo que nosotros – ducharse, cargar sus teléfonos, lavar y secar su ropa”.

Los kits de higiene son una de las mayores necesidades en los centros colectivos. Foto: OIM/Iryna Tymchyshyn

Gran incertidumbre mientras el año escolar se acerca

Con el inminente inicio del año escolar, las escuelas que albergan a personas desplazadas deben confrontarse a otro dilema. Las instituciones con refugios antiaéreos y que se consideran lo suficientemente seguras para reabrir sus puertas al alumnado, deberán reubicar a las personas desplazadas en otros centros o bien considerar la opción de la modalidad de educación a distancia vigente durante la pandemia de COVID-19. La escuela en Ivano-Frankivsk, con más de 1.300 estudiantes inscritos, tendrá que optar por la segunda alternativa. Si bien cuenta con un refugio antiaéreo y ha pasado controles de seguridad, hay pocas posibilidades de que las nuevas instalaciones para alojar a residentes estén listas antes del inicio del año escolar.

“Nuestros estudiantes y padres no se quejan, comprenden que hay una guerra y que estas personas lo han perdido todo. Nadie los va a forzar a irse. Están invitadas a quedarse por el tiempo que lo necesiten”, agrega Dmytro.

Según el Cluster de Coordinación y Gestión de Campamentos en Ucrania, a finales de junio, más de 950.000 ucranianos se encontraban en 5.670 centros colectivos en 14 regiones de Ucrania. Las escuelas, jardines de infantes y dormitorios representan el 23% de estas instalaciones. Las personas que residen en entornos comunales son con frecuencia las más vulnerables, puesto que no cuentan con dinero para alquilar los alojamientos disponibles.

Las autoridades de las instalaciones educativas no tienen una clara visión del modo en que se organizará el proceso de aprendizaje. Algunas han optado por una modalidad mixta con aprendizaje presencial para los estudiantes de primaria y en línea para los adolescentes. Otras, principalmente en zonas rurales, habían sido re-estructuradas con anterioridad y posiblemente sigan funcionando como albergues para personas desplazadas.

Más de un tercio de los centros colectivos para ucranianos desplazados son establecidos en escuelas, incluyendo las zonas rurales. Foto: OIM/Maksym Petrov

Si bien la decisión final está pendiente, las comunidades locales y los actores humanitarios trabajan conjuntamente para lograr que las condiciones de vida de las personas desplazadas mejoren. En el pueblo de Vartykivtsi, región de Chernivtsi, a tan solo seis kilómetros de la frontera con Moldova, la OIM entregó colchones, electrodomésticos y calentadores de agua a centros colectivos, además de ayudar a reparar dos instalaciones para duchas, mejorando las condiciones de vida de más de 80 residentes temporales. Mientras tanto, los residentes del pueblo suministraron alimentos, medicinas y ropa, y ayudaron a cocinar comidas para las personas forzadas a huir de la guerra.

Los equipos móviles de la OIM están trabajando en los centros colectivos para mejorar las condiciones de vida de los residentes. Foto: OIM/Tetiana Astakhova

Viktoria fue desplazada a Vartykivtsi desde Berdiansk, en la región de Zaporizhzhia, junto a su esposo y a sus tres hijos, además de su madre y hermano, ambos discapacitados. En el albergue temporal donde residen en este momento, la familia hace gala de resiliencia y solidaridad, ayudando a convertir la escuela en un espacio habitable cómodo. El marido de Viktoria renovó las paredes de las duchas, mientras que ella trabaja como voluntaria limpiando y cocinando.

“Este es nuestro hogar común y tratamos que sea lo más cómodo para nosotros, para nuestros hijos y para las personas que han corrido nuestra misma suerte”, señala Viktoria.

Por Iryna Tymchyshyn y Maksym Petrov, OIM Ucrania

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