Bucarest, 1° de junio de 2022– “¿Cómo hago para pedir ayuda en rumano?”, es generalmente una de las cosas más comunes que los estudiantes le preguntan a la profesora Andreea cuando empiezan con los cursos de idioma.
Organizadas dos veces por semana por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Bucarest, las clases normalmente reciben entre 10 a 20 personas que han escapado de la guerra en Ucrania y que por aproximadamente dos horas intentan dejar de lado sus angustias y encontrar un poco de sosiego en el aprendizaje de una nueva lengua.
“La comunicación es clave si decido quedarme aquí más tiempo”, señala Tatiana, quien se enteró del curso de idioma gratuito a través de Facebook.
Tatiana se fue de Ucrania a principios de marzo con su madre y su hija de 12 años. Tomaron el tren en Kyiv y luego caminaron por dos horas hasta que cruzaron hacia la idílica ciudad de Sighetu Marmației, al norte de Rumania.
Una vez que logró conseguir alojamiento para su familia en Bucarest, Tatiana hizo una pausa para recuperar el aliento. “Todo el mundo estaba dispuesto a brindar ayuda, tanto con cosas grandes como con las pequeñas, y yo me puse a buscar algún curso de idioma”.
Andreea trabajó como docente por años, ayudando a los extranjeros a descifrar las complejidades de la lengua de los rumanos y a desarrollar sus habilidades conversacionales. Mientras observaba cómo la guerra se desarrollaba en Ucrania, Andreea supo que iba a tener que poner sus habilidades de enseñanza al servicio de esas personas y se ofreció para trabajar como voluntaria en la OIM.
Si bien cuando empezó no contaba con muchos recursos para trabajar con los idiomas ucraniano y rumano, Andreea fue creativa y comenzó a investigar, buscó manuales y libros de audio, y se puso a crear materiales y a imprimirlos a medida que iba necesitándolos.
Ella considera que el rumano no es un idioma fácil de aprender, en especial si uno no está habituado al estudio de las lenguas romances, pero su paciencia y su manera bondadosa de enseñar idiomas la han convertido en una figura muy popular entre sus alumnos y alumnas.
Andreea describe a Tatiana como una estudiante que saca siempre diez. Después de unas seis clases Tatiana siente que puede finalmente comenzar a comprender el idioma y mantener al menos conversaciones sencillas en rumano. Ahora se la considera una veterana en el grupo y muchos estudiantes recurren a ella para evacuar dudas en clase.
“Todavía sigo acostumbrándome al idioma pero tenemos muchos sonidos similares en ucraniano y eso ayuda en la pronunciación”, explica Tatiana.
Si bien el aprendizaje de una nueva lengua puede ser una buena distracción para los estudiantes, también puede disparar angustias que siguen estando frescas. Al momento de abordar conversaciones simples en rumano, Andreea sabe ahora cuáles son los temas que deben evitarse y qué otros les van a brindar a los alumnos y alumnas mayor contención, risas y diversión durante las clases.
Como tales, las reuniones que tienen lugar dos veces a la semana son mucho más que clases de idiomas: son una oportunidad de encuentro para las personas que están luchando por motivos similares, ya sea por lo que han debido dejar atrás, por la incertidumbre en cuanto al futuro o por sus batallas cotidianas.
A pesar de todas las batallas que deben librar, los estudiantes lo dan todo en clase y aún más allá. Si bien antes todas las conversaciones en su grupo de WhatsApp eran mayormente en inglés, la conversación ahora lentamente empieza a ser en rumano. Siempre los alumnos y alumnas hacen las tareas y es raro que alguno falte.
“Estoy muy impresionada con el rápido progreso que han logrado”, observa Andreea. “Es hermoso ver todo lo que quieren aprender”.
Llegar a un país nuevo después de haber sido forzado a abandonar tu hogar ha sido una tarea abrumadora para muchos. Sea que estuvieran buscando un refugio temporal o un hogar permanente, el aprendizaje de la lengua local ha sido una de las pocas cosas que han hecho que la vida cotidiana fuera un poco más llevadera.
A los 16 años, Oleks es sin duda alguna el estudiante más joven del grupo. Mientras su madre atiende las necesidades de su hermano menor en casa, Oleks concurre a las clases de idioma en las instalaciones de la OIM. Es un adolescente listo y sonríe pues puede responder a muchas preguntas con “da, da, da”, sintiéndose orgulloso de haber descubierto similitudes entre el ucraniano y el rumano y por tal motivo haber alcanzado el dominio del idioma con mucha rapidez.
Cuando empieza a hablar de Ucrania, su sonrisa rápidamente desaparece. Junto a su madre y a su hermano de 13 años de edad, tuvo que irse de Mykolaiv al sur de Ucrania a finales de marzo. La familia cruzó a Rumania en el punto fronterizo de Isaccea, en donde recibieron apoyo de parte de su iglesia.
Oleks piensa que tal vez podrían haberse quedado en Ucrania un poco más, pero su madre temía lo peor. “En poco más de un año cumpliré 18 y no sabemos cuánto tiempo va a durar esta guerra”.
Además de jóvenes como Oleks, la mayor parte de los estudiantes son mujeres que a menudo no tienen más opción que la de ir a clase con sus hijos. Para asegurar que nadie falte por alguna obligación maternal, la OIM ha establecido en el mismo lugar un espacio adecuado para recibir a esos menores.
A través de las clases las mujeres han tenido un respiro que realmente necesitaban, han podido hacer nuevas amistades y han recuperado el sentido de comunidad, que se había perdido desde que tuvieron que escapar, dice Tatiana. “Todo el mundo ha sido muy amable; el grupo me da mucha contención por eso sigo viniendo”.
La oficina de la OIM en Rumania tiene una larga historia en cuanto a organizar actividades de integración y orientación cultural destinadas a los migrantes y refugiados por igual. Si bien el dominio total del idioma no es el objetivo, no debe subestimarse el impacto psicológico que pueden tener la comprensión de las costumbres locales y el aprendizaje de un nuevo idioma sobre el bienestar y el sentido de autonomía de las personas desplazadas.
Además, estas habilidades recientemente adquiridas se han convertido en un bien preciado para muchos y muchas que han podido encontrar empleo a través de distintas redes, incluso con el apoyo de la OIM. La Organización está buscando organizar clases los fines de semana para que los y las alumnas puedan continuar con su proceso de aprendizaje. El equipo de concientización de la OIM promociona el dictado de clases regularmente durante las visitas a los centros de recepción para incentivar a las personas a que se inscriban, y se proyecta incluir más clases para poder cubrir la demanda.
En cuanto a Oleks, tiene muchos sueños, pero ya no sabe cuál puede o debería perseguir. “Vengo de una familia de ingenieros, pero mi madre quiere que sea médico. Sin embargo, yo fui a la escuela de música y mi deseo es ser bailarín”.
Por el momento lo único que quiere es vivir su vida de adolescente: seguir con sus clases de secundario en línea, encontrar un trabajo de verano y perfeccionar su rumano, dice con una sonrisa.
Las clases de idioma de la OIM Rumania son posibles gracias al apoyo financiero de la Oficina Federal de Asuntos Exteriores de Alemania y del Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega.
Si usted hubiera sido afectado por la crisis y necesitara apoyo por favor comuníquese con alguna de las Líneas de Emergencia de la OIM.
Si usted tuviera interés en aportar financiamiento o hacer donaciones, por favor diríjase a las páginas de la OIM sobre el Llamamiento de Urgencia y recaudación de fondos.
Escrito por Mónica Chiriac