Wautown, 28 de febrero de 2022 – El silencio exterior se ve interrumpido por un timbre, señal de que ha llegado la hora del recreo para los estudiantes de la Escuela Primaria St. Michael en la aldea de Lokoloko, en las afueras de Wautown, capital del Estado Occidental de Bahrel Ghazal en Sudán del Sur.

Con gran rapidez cientos de estudiantes salen apresuradamente de las aulas para aprovechar al máximo el recreo de veinte minutos y jugar al tejo, a la mancha o comprar algún bocadillo al grupo de mujeres que están en el patio de la escuela.

Con botellas vacías de diferentes tamaños en las manos, muchos corren hacia el punto de provisión de agua ubicado en los terrenos de la escuela para poder llenar sus botellas.

Por encima de la escuela se erigen tres tanques con una capacidad de hasta 5.000 litros cada uno, los cuales prestan servicio a otros dos puntos de provisión de agua limpia y segura para los retornados y las comunidades de acogida que viven en Lokoloko, incluyendo a personas con discapacidades, además de los estudiantes.

“Es estupendo contar con este servicio de agua aquí”, dice Samson Louis Andrea, un estudiante de St. Michael de 13 años. “Uso el agua para lavarme las manos cuando vuelvo de la letrina y también para beber; todos los chicos y chicas aquí la usan”.

La torre de agua presta servicio a dos depósitos de agua en Lokoloko, Wau. Foto:  OIM 2021/Aleon Visuals 

Antes de la construcción de este depósito de agua por parte de la Unidad de Agua, Saneamiento e Higiene para Todos (WASH) de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una bomba manual era la que prestaba servicios a esta escuela que tiene más de 1.300 estudiantes. Los residentes de la comunidad de Lokoloko dependían del agua que era transportada por toda la ciudad en un carro tirado por un burro, un sistema usualmente caro. Muchas personas que no podían acceder a este servicio tenían que caminar hasta comunidades aledañas para obtener agua de pozos de perforación o dependían del agua de estanques, corriendo el riesgo de contraer enfermedades originadas en la mala calidad del agua.

“En el pasado sufrimos mucho porque había solamente un pozo de perforación para más de 1.300 estudiantes”, dice el director de la escuela Manahil TutuBushara. “Los estudiantes debían hacer fila por un largo rato para poder acceder a agua para beber o lavarse las manos e incluso a veces hasta tenían que volver al aula sin haber podido beber. Los más pequeños eran los que más sufrían porque la bomba era demasiado pesada para ellos”.

Un comité de nueve miembros se encarga de gestionar el funcionamiento cotidiano de los dos puntos de provisión de agua que están fuera de la escuela y de asegurar su mantenimiento. El comité está integrado por participantes del programa Engaging Men through Accountable Practices (Participación de los Hombres a través de Prácticas Responsables) que tiene como objetivo poner fin a la violencia basada en género y contribuir con un mejor diálogo sobre salud pública.

La construcción del depósito de agua, que funciona gracias a 10 paneles de energía solar, comenzó en octubre de 2020 y concluyó en enero del año pasado, habiendo sido entregado oficialmente a la comunidad en febrero. Presta servicio a aproximadamente 2.850 personas.

“Cuando no hay agua, los aspectos básicos de la vida cotidiana se paralizan”, dice Mariam SaidIbraham, de 19 años, que participa en un grupo de mujeres de la comunidad. “No podemos cocinar. No podemos lavar”, dice. “Estos puntos de provisión de agua ciertamente mejoran la calidad de la vida de las personas en sus hogares y la de nuestros hijos e hijas que están en la escuela”, señala Mariam.

Mariam Said Ibraham, de 19 años, representa a un grupo de mujeres de la comunidad. Foto: OIM 2021/Aleon Visuals 

El agua limpia y segura sirve para la promoción de los buenos hábitos de higiene y también para detener la propagación de la COVID-19 a través del lavado regular de manos con agua limpia y jabón.

Joice Momkin Samuel, de doce años, compañera de clase de Samson relata que el maestro siempre les dice que se laven regularmente las manos y que se mantengan hidratados.

“Tenemos agua para beber y lavarnos las manos. Espero que todas las escuelas de Sudán del Sur puedan también tener agua como en nuestra escuela, es muy importante”, dice Joice.

Este proyecto es financiado por la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) a través del Programa de Respuesta de la Unidad de Agua, Saneamiento e Higiene para Todos (WASH) y de Prevención de la Violencia Basada en Género (VBG).

Esta historia fue escrita por Liatile Putsoa, Correo electrónico: lputsoa@iom.int

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