Foni, 8 de agosto de 2022 –Cuando el conflicto estalló en la aldea de Kaddy a principios de abril, ella se vio forzada a abandonarlo todo para poder salvar a su familia.
“Perdimos incluso nuestro animales y nuestra comida. Cuando nos fuimos no pudimos llevarnos nada. Y todo lo que dejamos atrás fue destruido durante los enfrentamientos en Senegal”.
Junto a su esposo y a siete niños, Kaddy huyó hacia el norte rumbo a Gambia, y eventualmente llegó a un pequeño pueblo del distrito de Janack, en una zona conocida popularmente como ‘Foni’.
Habiéndose quedado sin nada, Kaddy y su familia tuvieron que depender de la hospitalidad de la comunidad local para acceder a albergue y alimentos. “Sentíamos que éramos una carga para las otras comunidades que estaban ayudándonos”, se lamenta Kaddy. “Sentíamos vergüenza de que ‘tuvieran que cuidarnos’, pero era la única opción que teníamos”.
Kaddy se encuentra entre los miles de senegaleses que se han visto forzados a irse de Gambia de acuerdo con datos de la Agencia Nacional para la Gestión de Desastres de ese país, después del estallido de los enfrentamientos a lo largo de la frontera entre Gambia y Senegal en territorios ocupados por el Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC), de características separatistas. Otros 6.200 gambianos han sido desplazados internamente, en tanto que otros 8.500 se vieron afectados en las comunidades de acogida – de acuerdo también con información de la Agencia Nacional para la Gestión de Desastres de Gambia, por el conflicto que se retrotrae a cuatro décadas atrás.
Reconociendo el impacto significativo que el conflicto ha tenido sobre el bienestar de las personas desplazadas, la Organización Internacional para las Migraciones ha movilizado todos sus recursos para brindar apoyo psicosocial y de salud mental (MHPSS). En colaboración con la Fundación de Activistas para el Apoyo (SAF), la Organización desplegó un equipo psicosocial móvil, compuesto por un psicólogo, dos trabajadores sociales, un educador y un movilizador comunitario – quienes están brindando servicios directos a las poblaciones afectadas.
Un enfoque clave que es empleado por el equipo móvil es la psicoeducación, en donde los voluntarios se reúnen con las comunidades y las hacen participar para que discutan cuestiones de salud mental y posibles señales y síntomas de estrés. “El objetivo es concientizar acerca de las experiencias de las personas que han sufrido estrés pos traumático o bien que se han visto afectadas negativamente por el cambio en el entorno creado por la crisis”, dijo el Director de SAF Solomon Correa.
Estas sesiones llevadas a cabo en grupos, apuntalan las actividades socioculturales tradicionales como por ejemplo las sesiones regulares de attaya (té) las cuales facilitan los debates.
“Durante las discusiones tenemos la posibilidad de enseñarles mecanismos para poder lidiar con lo que deben enfrentar”, dice Amie, psicóloga voluntaria. “Después de que las orientamos acerca de los posibles síntomas y señales de problemas de salud mental con frecuencia están muy interesadas en hablar con nosotros en privado”.
Por medio de las sesiones de psicoeducación el equipo móvil puede identificar a personas con necesidades específicas de salud mental que requieren de atención adicional y llevar adelante visitas de seguimiento o derivaciones en la medida de tales necesidades.
Fatou es una de las tantas personas que se han beneficiado con las sesiones individuales de consejería.
Esta gambiana que con anterioridad vivió en Casamance junto a su esposo senegalés, tuvo que escapar junto a toda su familia cuando el conflicto estalló. Fatou abandonó su hogar abruptamente y no tuvo tiempo de llevarse nada consigo puesto que su principal preocupación fue la de evacuar a sus 10 hijos en condiciones de seguridad. Uno de ellos es discapacitado. Ha estado viviendo por más de dos meses en la casa de un tío en Janack.
Para poder llegar a fin de mes, Fatou ha realizado trabajos eventuales simples, incluyendo el realizado en granjas durante la temporada de cosechas para luego proceder a la venta de lo producido. Sin embargo, el estrés que le ha provocado la tarea de brindarle a su familia un entorno nuevo en el cual vivir, junto a los dolorosos recuerdos de los tiroteos de los cuales ella fue testigo y que siempre vuelven a aparecer, han tenido un impacto negativo sobre su bienestar mental.
“A la fecha, esta es una de las cosas que más me cuestan en mi vida cotidiana”, dice Fatou acerca del apoyo psicosocial recibido. “Estoy muy feliz de hablar con ellos [con el equipo móvil] y de compartir mis sentimientos y problemas sin dudarlo.”. Las sesiones de Fatou con el equipo móvil le han ayudado a desarrollar un sentido de solidaridad mutua con otros que también han sido desplazados: “Me ayuda saber que no somos los únicos que han pasado por esto”.
Meses después del estallido del conflicto, pareciera que el fin del mismo está muy lejos. “No estamos muy seguros de si sería buena idea regresar. En este momento, no tenemos idea de qué es lo mejor”, destaca Fatou.
A pesar de la incertidumbre del futuro, el apoyo psicosocial brindado está ayudando a las personas más afectadas a poder manejar los cambios más drásticos y a recoger lo que ha quedado atrás. Como Kaddy lo señala, “Tan solo con poder hablar con alguien acerca de los problemas que enfrentamos con esta crisis realmente nos alienta. Nos ayuda a sentirnos un poco más cómodos si bien no tenemos ninguna certeza acerca del futuro”.
“Desde que empecé a participar en estas sesiones, mi preocupación ha menguado”, señala Fatou.
En un mundo en el que la salud mental con frecuencia es relegada, el trabajo del equipo móvil psicosocial compuesto por seis integrantes pone de relieve los beneficios que pueden llegar a cosecharse cuando se prioriza la salud mental.
Escrito por Robert Kovacs, Consultor de Informes y Comunicaciones de la OIM en Gambia