Ngala, 30 de octubre de 2023 – Alguna vez Zainab Muhammed fue una madre con un gran coraje. Sin embargo, las experiencias conflictivas que ha tenido que vivir han dejado una marca de resiliencia pero también de frustración sobre las líneas de su rostro. Con el tiempo, el campamento ISS (International Secondary School) de Personas Internamente Desplazadas (IDP) en la pequeña ciudad de Ngala, Estado de Borno, que se suponía sería un pasaje temporario hacia la recuperación, se ha convertido en la única cuerda salvavidas y un lugar al cual sus hijos a regañadientes llaman hogar a pesar de su estado de deterioro.
Catorce años desde que el conflicto Boko Haram comenzó, estabilizar la región noreste de Nigeria se ha convertido en una tarea abrumadora, con desafíos emergentes caracterizados por los conflictos por los recursos entre granjeros y pastores y factores climáticos como inundaciones, exacerbando la vulnerabilidad de las poblaciones afectadas por los conflictos, prolongando la estadía de más de 2,2 millones de personas desplazadas en campamentos y entornos similares en la región.
Los desafíos que Zainab debe enfrentar también afectan a otras personas; son la personificación de las realidades de la vida cotidiana de las personas desplazadas internamente en el noreste de Nigeria. El impacto de este desplazamiento a largo plazo es la severa dependencia de la asistencia humanitaria para poder sobrevivir y una presión sobre los recursos y la capacidad de las organizaciones de ayuda para paliar las necesidades actuales de manera efectiva. Mientras las organizaciones humanitarias y los Gobiernos de los Estados de Borno, Adamawa, y Yobe (BAY) están haciendo esfuerzos conscientes hacia medidas de estabilización de conflictos, otros factores de empuje, incluyendo los efectos adversos del cambio climático y de los peligros del mismo, entre otros factores, están limitando el acceso a las oportunidades de medios de subsistencia y obstaculizando las intenciones de retorno de las personas desplazadas a los lugares donde vivían antes del desplazamiento.
Zainab, con casi 40 años, describe no solamente las luchas que deben enfrentar las personas desplazadas, sino que también brinda una pintura vívida de los desafíos que han desolado a esta región. Para ella, el camino hacia la recuperación parecería ser una dura historia caracterizada por la incertidumbre, la vulnerabilidad y una vida de dependencia. Como muchas otras personas, esta madre soltera de siete hijos, que alguna vez quedó atrapada en el fuego cruzado del conflicto de Boko Haram, sigue lidiando con la dura realidad de la vida en un campamento de personas desplazadas.
"Hemos soportado las tormentas de los conflictos, y nuestras vidas alteradas buscan un retorno a la normalidad en donde podamos ser auto suficientes y abrazar a nuestras familias que fueron separadas y apoyar al sistema mientras trabajamos para asegurar un futuro más venturoso para nuestros hijos”, dijo Zainab.
El hacinamiento deteriora el estilo de vida en los campamentos y ha quedado demostrado que los esfuerzos para descongestionarlos han sido insuficientes puesto que a diario se registran nuevas llegadas. Esto empeora las condiciones de vida de personas que ya están en situación de vulnerabilidad y muchas de ellas deben luchar contra el acceso limitado a servicios básicos.
Mucho más allá de los desafíos físicos, la crisis extendida ha pasado factura al bienestar emocional y mental de la mayor parte de las personas, incluyendo a Zainab.
"El trauma y las cicatrices psicológicas de saber que mis hijos nunca volverán a ver a su padre están grabados para siempre en mi corazón y han creado un sentimiento de desesperación e impotencia”, dice Zainab.
Las limitaciones de fondos son un obstáculo a los trabajos para el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas desplazadas como Zainab, exacerbando adicionalmente los desafíos pre-existentes. Durante los últimos cinco años, los sectores de Coordinación y Gestión de Campamentos (CCCM), de Albergues y de Artículos No Alimentarios (NFI) apenas si han estado financiados, recibiendo asignaciones del 33 y del 53% de los fondos requeridos en 2022 a pesar de la alta cifra de llegadas a los centros de recepción, lo cual ha ejercido presión sobre su capacidad en un 235% y los ha vuelto extremadamente congestionados e incómodos.
Actualmente más de 263.000 personas desplazadas internamente han sido forzadas a vivir en sitios espontáneos de asentamiento, similares a los campamentos, además del 1,3 millón de personas desplazadas diseminadas en 1.413 lugares de auto asentamiento en el seno de las comunidades de acogida. Estos sitios a menudo ofrecen infraestructura inadecuada y la asistencia humanitaria no llega, dejando a las personas desplazadas internamente expuestas a varios peligros, incluyendo riesgos a la salud e inseguridad.
La imperiosa necesidad de contar con un albergue, además de la necesidad de reforzar, reparar o reemplazar los existentes, ha adquirido una gran relevancia para poder proteger a los más vulnerables, sobre todo a mujeres y jóvenes, que quedan expuestas a violencia y otras formas de violaciones basadas en género.
Abordar estas necesidades acuciantes es esencial para el proceso de transición y poder pasar del socorro de emergencia a soluciones orientadas al desarrollo que logren una estabilidad duradera empoderando a las personas desplazadas como Zainab para que puedan reconstruir sus vidas a través de un enfoque multifacético que incluya un mejoramiento de las capacidades, la educación, y el apoyo a medios de subsistencia para reducir la dependencia de la asistencia humanitaria y también para trabajar en la búsqueda de soluciones sostenibles como la integración local o el reasentamiento, dependiendo de las circunstancias.
Esta historia fue escrita por Elijah Elaigwu, Unidad de Prensa de la OIM en Nigeria