Noroeste de Siria – A Musa, de nueve años, le gusta mucho aprender. Pero por el impacto de 13 años de guerra Um Mousa, su madre, apenas si puede cubrir los gastos básicos de su educación.
Él y su madre han estado desplazados por años, viviendo en un campamento en una tienda vieja y gastada que no los protege de las inclemencias climáticas.
“Mi esposo que era el único sostén de nuestra familia falleció hace siete años. Desde ese momento nos hemos tenido que arreglar nosotros mismos. Hemos enfrentado muchas dificultades”, dice Um Mousa.
Como madre viuda ella no puede parar de pensar, todo el tiempo. Por ejemplo, se pregunta dónde conseguir ropa de abrigo para su hijo mientras el invierno se acerca.
El año escolar está a punto de recomenzar, Musa le ha pedido una mochila, cuadernos y bolígrafos. Por ahora esos elementos desgraciadamente no están a su alcance.
Um Mohamad tiene el mismo dilema. Después del fallecimiento de su esposo cinco años atrás, ha sido desplazada y cuida a sus diez hijos sin ninguna ayuda.
Poder cubrir a diario las necesidades básicas de su familia es una lucha cotidiana.
“Para poder sobrevivir mis hijos mayores deben tener varios empleos, como por ejemplo trabajos de granja y en las cosechas”, dice lamentándose.
A pesar de sus esfuerzos colectivos, el ingreso que perciben apenas si alcanza para comprar algo de pan y un par de alimentos básicos para sus comidas cotidianas.
Es en el noroeste de Siria donde hay mayores necesidades. Puesto que allí 4,2 millones de personas, es decir un 82% de la población, requiere de asistencia humanitaria.
La ayuda en efectivo para múltiples propósitos (MPCA) ha sido un componente esencial de la respuesta brindada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Esta modalidad empodera a las familias desplazadas internamente con la flexibilidad y la autonomía necesarias para cubrir sus necesidades más urgentes. Los recipientes de la ayuda son seleccionados sobre la base de rigurosas evaluaciones de su nivel de vulnerabilidad.
La de Um Mousa y la de Um Mohamad fueron dos de las 1.562 familias beneficiadas con el programa de emergencia MPCA, lanzado por la OIM junto a la Organización Shafak y con fondos aportados por la Oficina de Asistencia Humanitaria de USAID. Cada familia recibió 400 dólares EE. UU. que fueron distribuidos en cuatro rondas.
“Nuestra situación mejoró un poco. Logré cancelar algunas deudas y comprar algunos artículos escolares básicos para Musa, también alimentos para ambos”, contó Um Mousa.
Por mucho tiempo Musa había estado pidiendo fruta, pero era demasiado cara para ellos. Finalmente, su deseo se cumplió.
Mientras tanto, Um Mohamad también logró cancelar las deudas que había acumulado. “Con el resto de dinero pude comprar algunos vegetales y alimentos básicos”, explica.
Si bien la ayuda recibida les brindó a las dos viudas un alivio temporal e inmediato, sus necesidades a largo plazo no quedaron satisfechas.
Los fondos para la respuesta humanitaria están en su nivel más bajo desde que la guerra empezó. Eso, sumado a las hostilidades que no cesan, es una amenaza a los avances logrados en materia de recuperación. El propio Programa MPCA de la OIM se interrumpirá a finales de este año, sin que los fondos vayan a renovarse.
“Es una pena, pero el dinero se nos terminará pronto. Y aún tenemos necesidades. Necesitamos carbón, leña y una estufa para el invierno. Pero estoy enferma y no puedo trabajar”, se lamenta Um Mousa.
A pesar de las dificultades ambas madres están decididas a no renunciar.
“Rezo para poder conseguir todo lo que necesitamos y sentirnos seguros”, expresa Um Mousa.
Um Mohamad sueña con tener un departamento para su familia algún día, en el que puedan vivir en mejores condiciones – en lugar de la precaria tienda en la que deben vivir hacinados.
“A pesar de todo, me aferro a la esperanza de que un futuro mejor nos está esperando”.
Historia escrita por Miko Alazas, Oficial de Prensa de la OIM Türkiye