Hatay, 24 de abril de 2023 – El Eid o Ramadán Bayrami, como se lo llama en Türkiye, marca el final del mes sagrado musulmán de Ramadán. Las familias y comunidades se reúnen para celebrar haber podido completar el ayuno desde el amanecer hasta la caída del sol.
Sin embargo, este año las celebraciones serán diferentes, teñidas por una gran tristeza.
En febrero, dos terremotos asolaron la región sudeste de Türkiye y de la vecina Siria, aplastando a ciudades y pueblos, destruyendo miles de hogares y negocios, y desplazando a millones de personas. Fue durante este devastador terremoto que las personas- tanto las directamente afectadas como otras en el país y el mundo- mostraron un nivel de apoyo sin precedentes hacia todos los que vivían en la zona del terremoto. Con millones de personas viviendo aún en asentamientos temporales, el Iftar, comida nocturna que pone fin al ayuno del Ramadán, ha sido un momento propicio para reunir nuevamente a las comunidades afectadas por la tragedia.
Mientras el sol comenzaba a ponerse un par de noches antes de Ramadán Bayrami, 600 personas se reunieron para el Iftar en Hatay organizado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y las autoridades locales. El sonido del ezan, es decir del llamado a la oración, podía escucharse en todas partes, señalando la finalización del ayuno diario. El aroma de sopa recién preparada o de la carne estofada con arroz invadía el aire.
Cem, un hombre de 38 años que perdió su hogar en Iskenderun, Provincia de Hatay, asistió al Iftar con su esposa y sus dos hijos.
“Estábamos muy solos. Esos días fueron muy difíciles. Pero gracias a dios, estamos vivos”, señaló. “Estamos intentando recuperarnos, y tiene mucho valor para nosotros poder reunirnos y compartir penas y alegrías, poder hablar de todo lo que nos ha tocado vivir”.
Semir y su esposa Matiya viven en un asentamiento temporal porque su casa fue severamente dañada por el terremoto y se ha vuelto inhabitable. Solamente lograron llevarse algo de ropa y muebles.
“Estar junto a otros me hace sentir bien, sobre todo después del terremoto”, dijo Semir. “Lo que hemos experimentado afectó nuestro estado mental. Venir aquí y estar con otras personas me devuelve la confianza. Ver a otras personas significa que la vida continúa”, agregó.
Las mesas estaban llenas de comida y las personas disfrutaron de la cena que les habían servido. Además de la sopa y del estofado, también se incluyó una ensalada y un postre de sémola llamado ayran (una bebida preparada con yogur turco) y agua. Se podían escuchar risas mientras las personas comían y conversaban, todo un alivio después de meses de estrés y de lucha. Los menores no fueron dejados de lado y un show de payasos fue organizado para entretenerlos, dándoles un respiro a los mayores. Muchas familias siguen viviendo en tiendas, contenedores y albergues de un solo ambiente.
“Nunca antes había vivido un terremoto así. Quedé paralizada en ese momento”, dijo Aleyna, una profesora de 25 años. Está comprometida y estaba planeando su boda antes de que el terremoto interrumpiera sus planes. Aleyna y su familia se quedaron primero en la casa de su novio antes de mudarse a una tienda en un asentamiento temporal.
“Creo que dábamos todo por sentado antes del terremoto. Nunca pensé que iba a extrañar cosas tan simples como un baño o una ducha”.
Hablando sobre la importancia de la reunión grupal con motivo del Iftar, dijo que “Puedo ver que no estamos solos. La gente piensa en nosotros y nos ayuda. Es algo muy positivo reunirnos para el Iftar ya que estar solos no se siente para nada bien”. Muy pronto regresará a trabajar como docente puesto que la escuela secundaria técnica en Iskenderun volverá a abrir sus puertas tras Ramadán Bayrami.
A medida que la noche se acercaba, la gente comenzó a compartir sus experiencias sobre los terremotos. Hablaron de temor e incertidumbre, pero también del coraje y la amabilidad que estuvieron presentes tras la tragedia. Compartieron su gratitud por el mutuo apoyo que hubo y por la fortaleza y la resiliencia de la comunidad.
“Emocionalmente no nos sentimos bien”, dijo Zehra, una mujer viuda Siria que perdió a su esposo en el terremoto y que ahora deberá criar sola a su hijo de ocho años.
Su supervivencia fue prácticamente un milagro. Antes del terremoto, ella había visitado a la familia de su hermano y como era tarde, le insistieron que se quedara a dormir. La casa de Zehra no soportó los embates del primer terremoto y fue allí que perdió a su esposo, todas sus pertenencias, incluso sus documentos. Después de un tiempo con la familia de su hermano, se fue a un albergue temporal. Esto ha implicado un reto para su vida entre otras cosas porque su hijo no puede actualmente concurrir a la escuela.
Zehra no deja de reconocer la gran importancia de salir y compartir el Iftar con otras personas. “Nos sentimos felices al estar aquí con otras personas. Tiene que ver también con cambiar un poco de escenario y de medio ambiente, pues casi todo el tiempo estamos adentro de la tienda. Y aquí además podemos socializar”.
Este Iftar fue organizado por la OIM en cooperación con la Municipalidad Metropolitana de Hatay. Junto a sus asociados nacionales, la OIM organizó un total de 35 Iftars de este tipo para las comunidades en 9 ciudades en todo Türkiye, logrando reunir a más de 7.000 personas. Los eventos fueron organizados con el apoyo financiero del Gobierno de los Estados Unidos y del Fondo Central de Respuesta a Emergencias.
Esta historia fue escrita por Begüm Basaran y Olga Borzenkova de la OIM Türkiye.