Somalia – Amara* y Aisha*, de 16 y 15 años respectivamente, son de Harare en la zona oriental de Etiopía. Las dos amigas vivían en la misma parte de la ciudad y estudiaban también en la misma escuela, antes de que se embarcaran juntas en un viaje que iba a cambiar sus vidas.
Una vecina, Tigist*, tenía una hermana que había logrado cierto éxito económico en el Reino de Arabia Saudita. Tras haberse asegurado un trabajo, la hermana de Tigist – como muchos otros migrantes que viajan desde Etiopía a los Estados del Golfo a la búsqueda de mejores oportunidades económicas – pudo enviar dinero a sus familiares para intentar sacarlos de la situación de pobreza e incluso construir una nueva casa para su madre en Harar.
Esta historia hizo que Amara y Aisha empezaran a soñar; las adolescentes consideraron que este camino podía ser una vía de escape de la extrema pobreza que reinaba en su ciudad natal.
“Decidimos irnos a Arabia Saudita vía Somalia y luego a Yemen, para intentar forjar un futuro mejor para nosotros y para nuestras familias”, dijo Aisha.
Tigist conectó a las jóvenes con un traficante local que coordinó el viaje y las envió a un campamento de traficantes en Tog Wajaale, una ciudad fronteriza entre Somaliland y Etiopía. El traficante les prometió guiarlas a lo largo de la peligrosa Ruta Migratoria Oriental, que va desde el Cuerno de África hasta la Península Arábiga y que por mucho tiempo ha sido uno de los corredores migratorios de mayor actividad en el continente.
“[El traficante] nos dijo que no tendríamos que pagar nada hasta nuestra llegada a Arabia Saudita. Dijo que nos encontraría una familia para la cual podríamos trabajar como empleadas domésticas y que así podríamos ir pagándole de a poco”, recordó Aisha. “Nos prometió que encontraría casas para que nos hospedáramos y que serían casas cercanas para que no estuviéramos tan separadas en Arabia Saudita”.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) la cifra de menores que viajan desde Etiopía por la Ruta Oriental a través de Somalia está aumentando a un ritmo alarmante. A junio de 2024 la cantidad de menores registrados por los Centros de Respuesta a Migrantes (MRC por su sigla en inglés) de la OIM Somalia se había duplicado en comparación con la primera mitad del año anterior. Muchos de estos niños y niñas se van de su casa sin tener información crucial sobre el viaje que van a hacer, y la mayoría no sabe que tendrá que cruzar un mar o que deberá pasar por zonas de conflicto para llegar a los destinos deseados.
El viaje de Amara y de Aisha continuó en Guumays, una aldea en la región de Sool, Somalia. Aquí otro traficante las esperó para llevarlas fuera del país como parte de un grupo mayor de migrantes, prometiendo cierto grado de seguridad para quienes pudieran pagar el total de las sumas requeridas por persona.
No pasó mucho tiempo y las muchachas se enteraron de la pesadilla que estaban por vivir.
Al llegar a la aldea de Guumays los traficantes pidieron a las familias de Amara y Aisha la suma de 30.000 birr (moneda de Etiopía equivalente a 520 dólares EE.UU.), amenazándolas con que las iban a torturar y matar si no entregaban el dinero. La familia de Aisha tuvo que hacer un gran esfuerzo para juntar el dinero y ella fue forzada a quedarse durante un mes en el campamento de los traficantes, separada de Amara quien fue llevada a Bossaso.
“Solamente después de que mi padre vendió una vaca y me envió el dinero para pagar la recompensa pude continuar”, recuerda Aisha.
Bossaso, en la costa septentrional de Somalia es una parada clave para los migrantes que intentan irse del Cuerno de África a través del Mar Rojo. Luego de haber llegado a la ciudad, Aisha recuperó la esperanza, en especial tras haberse reunido con Amara – pero la alegría del reencuentro no duró mucho. La extorsión no se detuvo puesto que los traficantes demandaron más dinero, sujetando a las muchachas a abuso físico, hambruna y constantes amenazas hasta que sus familias pagaran.
Desesperadas y aterradas las muchachas lograron escapar de los traficantes en Bossaso y se refugiaron en el MRC de Bossaso tras enterarse de la existencia del centro por boca de los miembros de la comunidad.
Coordinado por la OIM, el MRC de Bossaso es uno de los dos centros de este tipo en Somalia que brindan apoyo vital inmediato a migrantes en situación de vulnerabilidad como Amara y Aisha. Ese apoyo incluye la provisión de albergues, cuidados médicos y asesoramiento psicosocial, como así también retorno voluntario asistido hasta los países de origen de los migrantes.
Hasta el momento, este año la OIM Somalia había registrado a más de 5.000 migrantes en el MRC, cifra que revela un aumento del 85% en comparación con la primera mitad del año anterior. Entre ellos, 1.782 fueron menores – 35% no estaban acompañados por un pariente o un guardián. Esto representó un abrumador aumento del 100% en la cifra de menores registrados en el centro en comparación con el mismo período de 2023. Estos menores, especialmente las niñas, enfrentan gran peligro de sufrir abusos y explotación de parte de los traficantes en sus viajes por la Ruta Migratoria Oriental.
Como en el caso de Amara y Aisha, el guion es el mismo para muchos otros menores en el MRC, varados en Somalia y tentados por la promesa de una mejor vida tras atravesar el Mar Rojo. Entre esas personas se encontraban Abdirizak* de 15 años que compartió su desgarradora historia.
Abdirizak y su amigo Ahmed* cayeron en las garras de los tratantes en Las’anod, una ciudad en Somalia septentrional que enfrenta conflictos. Los dos muchachos fueron torturados, y Ahmed sucumbió a sus heridas.
"Tuve que enterrar a mi amigo", dijo Abdirizak, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
De acuerdo con el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM al menos 698 migrantes desaparecieron en la Ruta Migratoria Oriental en 2023; la cifra real de fatalidades es posiblemente mucho más alta, puesto que muchas tragedias no son registradas. Estos migrantes desaparecidos se embarcaron en el viaje con las mismas esperanzas y sueños, pero como en el caso de Ahmed, cayeron en las garras de los traficantes, quedaron atrapados en conflictos o fallecieron en el mar y nunca más se tuvieron noticias de ellos.
Desde el MRC, Abdirizak fue llevado a una casa segura en donde se le brindaron servicios de protección, albergue, apoyo psicosocial, asistencia médica y alimentos, mientras esperaba junto a otras personas para ser asistido a través del Programa de Retorno Voluntario Asistido de la OIM. En 2024 la OIM apoyó el retorno voluntario de 148 migrantes a sus hogares, de los cuales el 63% eran menores.
A finales de 2024 la OIM había prestado asistencia a 148 migrantes, incluyendo a Amara, Aisha, y Abdirizak, para su regreso a Etiopía. El programa de retorno y el trabajo de la OIM Somalia en los MRC son posibles gracias a la ayuda económica de la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los Estados Unidos, del Gobierno de Francia, y del Reino de Noruega. Son coordinados con el Ministerio del Interior de Puntland, con el Consulado de Etiopía en Somalia y con el Ministerio de la Mujer y para el Desarrollo Familiar de Puntland.
*Los nombres han sido cambiados para proteger identidades.
Historia escrita por Ismail Salad Osman.