Lucibel Mendoza se fue de Venezuela con su hijo de tres años y su madre de ochenta rumbo a Trinidad y Tobago a principios de 2020. Pero su otro hijo de 19 no viajó con ellos. Lucibel se estableció en Moruga, un pueblo en la costa sur de Trinidad, prometiendo ganar dinero y enviárselo al hijo que había quedado en Venezuela. Pero cuando llegó a Trinidad y Tobago comenzó la pandemia de COVID-19 y por supuesto, no pudo cumplir con su promesa.
"Ha sido un gran desafío y que no he podido conseguir un trabajo estable, lo poco que gano, se lo mando a mi hijo”, dice Lucibel.
Al igual que Lucibel, otros refugiados y migrantes de Venezuela llegan a Trinidad y Tobago con la esperanza de un futuro mejor. En 2019, 16.523 migrantes venezolanos se registraron en el Gobierno y recibieron un Permiso del Ministerio que les permitía trabajar legalmente por un año. En ese momento, los migrantes podían encontrar trabajo en el área de la hospitalidad, entretenimiento, en restaurantes y en la construcción.
Sin embargo, junto con la pandemia legó el cierre de las fronteras de Trinidad y Tobago y de muchos de los negocios que daban empleo a los migrantes. El Informe de la Matriz de Seguimiento de Desplazamiento (DTM) mostró que el 68% de los migrantes que tenían trabajo lo perdieron por la pandemia. Ahora muchos de ellos están luchando junto a los nacionales de Trinidad y Tobago para encontrar o mantener un puesto estable. Las medidas que se tomaron para refrenar la diseminación del virus exacerbaron aún más sus vulnerabilidades. Sin un ingreso consistente, los migrantes apenas si pueden cubrir sus necesidades básicas.
"Los migrantes están muy intranquilos en este momento", dice Natalie Patrice, fundadora del Centro para la Reducción de la Situación de Pobreza de Moruga. “Como lo vemos, están en el limbo, entre la espada y la pared. Quieren sobrevivir a la pandemia pero también trabajar”, agrega.
El desempleo en aumento entre los habitantes locales y los migrantes generan una mayor demanda ante las organizaciones de base comunitaria como el centro de Patrice que provee socorro. Ella se contactó con varios organismos, entre ellos la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a fin de solicitar ayuda adicional en su ciudad natal.
Moruga es una de las nueve comunidades rurales en donde la OIM distribuyó más de 4.000 kits de higiene – cajas con elementos sanitarios esenciales como pasta dental, desodorante, y detergente para lavar ropa, entre otros artículos que ayudan a que las personas se mantengan seguras durante la pandemia.
Lucibel fue una de las personas que se acercó al Centro para la Reducción de la Situación de Pobreza de Moruga, a fin de participar en la distribución realizada por la OIM y acceder a uno de esos kits.
Esta respuesta pretende brindar un alivio a corto plazo para estos migrantes vulnerables y para las comunidades que los acogen, las cuales también se ven beneficiadas con la distribución.
Hay cada vez mayor necesidad de acceder a esta asistencia y la OIM en Puerto España recibe más y más solicitudes de distintas formas de apoyo de emergencia de parte de los migrantes y asociados. Los pedidos de alimentos y el acceso a artículos esenciales, incluyendo suministros de limpieza e higiene, son los más comunes entre las necesidades primarias inmediatas que las personas vulnerables mencionan. Tanto los migrantes como los residentes locales por igual se han visto especialmente afectados por el impacto económico de la pandemia en las zonas rurales y costeras de Trinidad y Tobago como Moruga, Siparia, Penal, Mayaro, Rio Claro, Cedros, e Icacos.
"Es importante tener en cuenta las necesidades de los nacionales de Trinidad y Tobago que también están enfrentando una situación muy dura. Si bien los refugiados y migrantes venezolanos se ven expuestos a sufrimientos al momento de su llegada, si solamente se les ayuda a ellos, esto podría incentivar la xenofobia haciendo que sus vidas en las comunidades de acogida se compliquen”, dijo la Encargada de la Oficina de la OIM en Puerto España, Jewel Ali.
"A menudo nos encontramos con migrantes que llegan e intentan vivir en grupo para poder achicar el costo del alquiler”, señala Ali. “El peligro de esto es que a veces viven en lugares atestados, lo cual genera preocupación a nivel sanitario y de protección debido a la pandemia, ya que hay poca capacidad para auto-aislarse si alguien se enfermara. Así que es importante acercarse y entregarles kits de higiene”, agregó.
Los eventos de distribución también apuntaron a combatir otro desafío que la población migrante enfrenta, relacionado con la inadecuada información para el acceso a los servicios públicos. De acuerdo con encuestas realizadas por la OIM en 2019, falta información sobre las leyes laborales y los servicios sanitarios, siendo esta una de las principales inquietudes de la población encuestada. Por ello la OIM y ONU Mujeres usaron los eventos de distribución de kits de higiene para entregar también literatura con información para los migrantes de los lugares a los que pueden dirigirse en casos de violencia doméstica en los albergues, consejos para la prevención del COVID-19 y algunos organismos encargados de ofrecer la respuesta inicial.
Judy Sammy es una madre sola que reside en Trinidad y que vino a retirar un kit de higiene durante la distribución llevada a cabo por la OIM en Mayaro. Ha estado entrando y saliendo del hospital por años porque padece cáncer y otras dolencias, habiendo sido operada cinco veces, casi en simultáneo. Su prolongada enfermedad le ha dificultado el acceso al empleo, de modo que depende de la ayuda social para poder cuidar de su hija adolescente.
"Cada vez que llega alguna ayuda para mi es una bendición y pienso que toda mi vida es una bendición”, dice. “Estoy muy feliz si alguien me puede dar una mano, y en tiempos tan complicados como este que vivimos, se hace aún más necesaria”, agrega Judy.
La distribución de kits de higiene por parte de la OIM fue un Proyecto colaborativo con ONU Mujeres. ONG, organizaciones de base comunitaria, organizaciones religiosas, y establecimientos escolares se asociaron para identificar a todas las personas en el seno de sus comunidades que necesitaban recibir apoyo. La Guardia Costera de Trinidad y Tobago ayudó en la distribución reforzando los protocolos de COVID-19, los cuales incluyeron controles de temperatura, desinfección y supervisión de la observancia de las medidas de distanciamiento social en las distintas sedes.
La OIM de Puerto España sigue con su trabajo de asistencia de emergencia directa, la cual también incluye apoyo para alojamiento temporal. También se están implementando actividades vinculadas a la capacitación vocacional, oportunidades para la generación de medios de subsistencia e integración efectiva en las comunidades de acogida como un medio para lograr soluciones a largo plazo para el abordaje de los desafíos claves que enfrentan los migrantes vulnerables en Trinidad y Tobago.
Estas actividades son posibles gracias al apoyo financiero de la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los Estados Unidos.