Anastasia, de 37 años, huyó de Mykolaiv, Ucrania, con sus dos hijos cuando la guerra se intensificó en febrero de 2022. Actualmente ella usa la narración para apoyar a menores y familias en Moldova de modo que puedan superar las complicadas experiencias que han tenido que vivir. Foto: OIM/Riccardo Severi

Chisinau, República de Moldova – Cuando las bombas rusas llovieron sobre Mykolaiv al inicio de la guerra a gran escala en Ucrania, el instinto maternal de Anastasia fue lo que primó como preocupación para proteger a sus dos hijos.  

En las primeras horas del ataque sobre su ciudad natal, Anastasia se encontraba en su hogar junto a su hija Polina, de 11 y su hijo Vladimir, de 7. Al escuchar los estallidos empezó a buscar un lugar seguro para albergarse junto a su familia, esperando que la pesadilla terminara rápidamente.

Pero a medida que los días transcurrían, la realidad fue otra – Anastasia se dio cuenta de que tristemente el fin de la violencia no estaba cerca. El albergue, que no contaba con agua ni con electricidad, protegió a sus hijos de las explosiones, pero no de sus temores. Tras haber pasado dos semanas en la oscuridad del albergue debajo de un cielo iluminado por las explosiones, Polina se acercó a su madre y le susurró: “llévame a mí y a Vladimir a un lugar más seguro”.

A la mañana siguiente, Anastasia, Polina y Vladimir huyeron desde Ucrania hasta la República de Moldova.

Polina (al centro), Anastasia (a la derecha) y Vladimir pudieron empezar de nuevo en Moldova tras haber escapado del bombardeo en su ciudad natal,  Mykolaiv, Ucrania. Foto: OIM/Olga Derejovschi

En Europa Moldova ha estado a la vanguardia en cuanto a recibir a los refugiados que escapan de Ucrania. Desde el 24 de febrero de 2022 más de 1,1 millones de personas han ingresado a Moldova procedentes de Ucrania. De esa cifra, unas 120.000 están todavía residiendo en el país (fuente: ACNUR).

Anastasia y sus hijos viajaron a Chisinau en donde un pariente que residía en la capital los recibió con los brazos abiertos.

“Nos quedamos allí por un mes. Luego decidí alquilar un apartamento por mis propios medios y pude traer a mi madre y a mi perro desde Ucrania”, explica Anastasia. “Nos ofrecieron un lugar a un precio muy conveniente después de que el propietario se enterara de todo lo que nos había ocurrido. Es un hombre de Moldova y fue muy amable con nosotros”.

Un mes después de haber llegado a Moldova encontró un trabajo como maestra de música en un centro para refugiados de Ucrania, aprovechando sus 30 años de experiencia como pianista.

Su trabajo implicaba mayormente ayudar a niños y niñas de Ucrania con necesidad de apoyo de salud mental. Durante las lecciones, algunos de esos menores se mostraban agresivos, otros se ocultaban debajo de las mesas o no podían socializar con el resto.

Tener que navegar por las dificultades del desplazamiento es un gran desafío para los padres e hijos ucranianos por igual. Los impactos de la guerra sobre su salud mental han sido significativos – desde ansiedad hasta depresión y desórdenes por estrés pos traumático – que se ven agravados adicionalmente por las brechas en el acceso a los servicios de salud mental para los refugiados en toda la región.

Un día un colega le pidió a Anastasia que contara cuentos como herramienta para aliviar la pesada carga del trauma padecido.

“Cuando empezamos con el relato de historias, nuestro objetivo era principalmente hablar ucraniano con los menores y contarles acerca del folklore de Ucrania”, explica. “El impacto del relato de historias sobre los niños y niñas superó nuestras expectativas y me di cuenta de que podía llegar a hacer mucho más”.

“Fue una experiencia extraordinaria que me aportó muchísimo”.

Los menores participan de actividades creativas en el centro educativo Soulmate en Moldova. Fotos: OIM/Olga Derejovschi

Reconociendo el poder del relato y partiendo de la base de su propia experiencia profesional con menores cuando vivía en Ucrania, Anastasia decidió abrir un centro educativo en Chisinau al cual llamó Soulmate.

Encontrar un lugar adecuado para alquilar en la ciudad, a un precio accesible, fue otro desafío importante. Tuvo que equiparlo con mobiliario, decorarlo y comprar materiales para las actividades.

A pesar de las dificultades logró abrir Soulmate. En ese período Anastasia se enteró de un programa de subsidios comerciales ofrecido por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y destinado a mujeres ucranianas emprendedoras.*

Tras presentar una propuesta a la OIM, le otorgaron un pequeño subsidio en mayo de 2024 para brindarle apoyo con los gastos necesarios para mejorar y hacer crecer su emprendimiento, reconociendo el potencial impacto que podría tener sobre los refugiados ucranianos y las comunidades de acogida. Esto permitió que ella pudiera aumentar las actividades ofrecidas en Soulmate y llegar a un número mayor de menores y de padres.

“Decidí correr el riesgo y lo hice”, dice Anastasia con mucho orgullo.

En la actualidad Soulmate ofrece cursos de música para menores, en donde aprenden a tocar el piano, el ukulele y la guitarra. Se fundó un club de inglés para adolescentes ucranianos con la asistencia de voluntarios de Peace Corps y un psicólogo ucraniano creó juegos transformadores. Anastasia gestiona el Centro y sigue con su trabajo de narración de cuentos.

En el centro educativo Soulmate en Moldova, los menores de Ucrania pueden expresar sus emociones por medio de juegos creativos mientras también se hacen amigos de los niños y niñas de Moldova. Foto: OIM/Riccardo Severi

“Yo empecé a escribir mis primeros cuentos de hadas el Día de la Madre. A veces durante las lecciones discutíamos esas historias con colegas y cambiábamos la temática partiendo de la base de las conductas y emociones de los menores, para que las historias se adaptaran mejor a sus necesidades”.

Anastasia y su equipo han creado ya 20 historias originales. Mientras las comparten durante las lecciones, observan las expresiones y reacciones de los niños y niñas para comprender de qué manera las historias influencian sus relaciones con los demás”.

“A veces los menores no saben distinguir lo bueno de lo malo y por medio de estas historias que relatamos aprenden a desarrollar vínculos y a respetarse mutuamente”.

Si bien las lecciones en Soulmate no son en rumano, los niños y niñas de Moldova han recientemente empezado a asistir, ya que los padres que hablan ucraniano se han ofrecido como voluntarios para traducir.

“Tanto los niños de Moldova como los de Ucrania tienen deseos similares: socializar, realizar actividades que los relajen, y recibir apoyo emocional. Se sienten muy cerca los unos de los otros”.

Anastasia piensa en grande y concreta sus planes. Para los próximos meses el Centro está también organizando un campamento de verano en donde los niños y niñas podrán escribir sus propias historias creativas. Con una sonrisa, Anastasia agrega: “Vamos a imprimir un libro con las historias que escriban”.

Si bien la vida de los refugiados ucranianos en Moldova está muy lejos de ser un cuento de hadas, su coraje, determinación y resiliencia son verdaderamente admirables.

Para Anastasia su viaje a la seguridad demuestra cómo es necesario confiar siempre en la intuición de una madre. Actualmente ella y sus hijos no solamente están sobreviviendo sino que también están avanzando y ayudando a otros que han tenido que recorrer el mismo difícil camino.

*Soulmate es uno de los 28 emprendimientos que llevan a cabo los refugiados de Ucrania y Moldova, quienes recibieron un pequeño subsidio que la OIM les entregó gracias al generoso apoyo financiero de la Oficina de Población Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los EE.UU. en el marco del Proyecto “Respuesta de Ucrania para apoyar a los refugiados ucranianos en toda Europa”.

Para más información sobre la Respuesta Regional de la OIM a Ucrania: Necesidades, Intenciones y Cruces Fronterizos, cliquear aquí.

Historia escrita por la Unidad de Prensa de la OIM Moldova: Riccardo Severi, Ana Gnip, Olga Derejovschi, con ediciones a cargo de Amber Christino.

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