Sudán – Los últimos diez años Naama* ha estado liderando una organización local gestionada por mujeres en Sudán que pone el foco en el abordaje de la violencia basada en el género (GBV) y en la promoción del empoderamiento de las mujeres. Como organización que busca ofrecer servicios de protección para las personas en situación de vulnerabilidad, ella reflexiona acerca de su trabajo y de lo que significa ofrecer este servicio en medio de los actuales enfrentamientos.
“Estoy desplazada”.
“Desgraciadamente esto no es para nada inusual en Sudán. Antes de que el conflicto comenzara en abril de 2023, casi cuatro millones de sudaneses ya estaban desplazados por el conflicto en Darfur y los impactos del cambio climático. Suena muy cínico, pero podemos decir que el desplazamiento se ha convertido en parte de nuestras vidas cotidianas y está profundamente arraigado en nuestra historia reciente. Antes de mi carrera en el sector humanitario leí acerca de todas esas cifras y fenómenos en los libros de texto en mi escuela y universidad. Sin embargo, recién empecé a darme cuenta de la magnitud de todo esto al momento de trabajar con sudaneses desplazados internamente. En abril de 2023 cuando estallaron los enfrentamientos, me di cuenta en última instancia que ‘estar’ desplazado significaba tener que escapar con mi padre de 70 años y con mi hijo desde Jartum”.
Pero a pesar de todo eso Naama ha seguido siendo indoblegable en su pasión en cuanto a luchar por el empoderamiento de las mujeres y abordar la GBV en el seno de su comunidad.
“Soy líder”.
“Encontrarme en situación de desplazamiento nunca significó interrumpir o detener la tarea de nuestra organización. Eso nunca se me cruzó por la cabeza, ni por un segundo. Porque todas esas mujeres y muchachas, y todos esos hombres y muchachos en situación de vulnerabilidad, siguen necesitando nuestro apoyo. Mi tragedia personal no debe ser un obstáculo para que yo comprenda la situación, y de hecho eso no pasó. Por el contrario, me comprometí aún más”.
Junto a todo su equipo Naama hizo lo necesario para poder seguir brindando asistencia.
“Por supuesto que todo conflicto siempre es negativo y destructivo. Pero lo sorprendente fue que también encontré cosas positivas en medio del caos. Cambió mi perspectiva acerca de lo que podíamos hacer para generar cambios. Y pensé que tal vez ese caos podría aportar algo. Cuando uno es director ejecutivo, un día normal en la oficina es bastante burocrático, uno tiene que ocuparse de aspectos administrativos, logísticos y estratégicos. Y a raíz de eso no nos ocupamos del trabajo y las operaciones en terreno. Ahora que trabajo tanto dentro como fuera de Sudán, me quito el cargo de jefa en un abrir y cerrar de ojos, me arremango la camiseta y trabajo a la par de mi equipo en terreno”.
La misión de la organización siempre ha sido muy clara. Pero ahora especialmente lo que deben hacer es más que evidente: desarrollar la resiliencia de la comunidad, mejorar los mecanismos de protección de base comunitaria partiendo de la base de mecanismos positivos de adaptación y brindar asistencia especializada de protección en especial para las mujeres y las jóvenes afectadas por el conflicto. La protección ocupa un lugar central en el trabajo de la organización.
Durante el conflicto las estructuras de protección de base comunitaria han demostrado ser las más accesibles pues brindan apoyo inmediato a quienes han logrado sobrevivir a conflictos recientes. Los comités de la comunidad tenían acceso a la misma e interactuaban con ella. Por ende, podían responder activa y exitosamente y ayudaban a irse a quienes habían sobrevivido a la GBV tras haber demostrado que el acceso era limitado a causa de los enfrentamientos sostenidos.
“Soy mujer”.
“Siempre me he considerado una mujer fuerte. Sin embargo, al trabajar con nuestros comités comunitarios conocí a muchas mujeres que me impresionaron por su gran fortaleza. Aprendí mucho de ellas. Y no solamente yo, creo que el mundo entero podría aprender de estas mujeres”.
Para Naama, las mujeres y las jóvenes a las cuales brindan asistencia son mucho más que meras cifras. Por el contrario, ocupan un lugar central en su misión. “Para mí la recompensa mayor es escuchar la palabra ‘Gracias’ de una mujer a la cual le he brindado mi apoyo. Instancias como esa hacen que yo me dé cuenta de la importancia y la relevancia de nuestro trabajo. Me hacen seguir avanzando como encargada de nuestra organización y también como mujer”.
“Soy sudanesa”.
Si bien su tarea conlleva esos momentos de gratificación y recompensa, es solamente un aspecto de la historia. Pero también existe la cruel realidad de que muchas mujeres eligen irse porque no solamente tienen temor a los enfrentamientos sino también a los ataques sexuales. Como fuera puesto de relieve por el Alto Comisionado de los Derechos Humanos, la violencia sexual como arma de guerra, incluyendo la violación, ha sido una característica despreciable que define la crisis desde que comenzó.
“Es muy frustrante. Y duele mucho verlo. Pero debemos admitir que la lucha contra la GBV a nivel societario va mucho más allá de la capacidad de nuestra organización y requiere de esfuerzos colectivos. Requiere mucho más apoyo a organizaciones locales como la nuestra. Estamos haciendo nuestra parte. Pero en última instancia, la protección es un proceso – debemos abordar las normas sociales y culturales”, agrega Naama.
Estos desafíos y frustraciones no nos amilanan sino que fortalecen nuestra determinación. Como mujeres sudanesas somos más fuertes que ellos; los venceremos. Los venceré”.
“Soy una soñadora”.
Esta especie de feroz determinación ha estado siempre presente en Naama. Empezó a organizar un pequeño apartamento que su madre le cedió e invirtió una fuerte dosis de compromiso, pasión y dedicación para convertirlo en lo que es ahora. En todo este proceso sigue en deuda con su madre – su mayor apoyo – por haber sido una interminable fuente de inspiración.
“Vengo de una familia de trabajadores humanitarios en donde tanto mi padre como mi madre dedicaron sus vidas a ayudar a los demás. Nuestro propósito siempre ha sido brindar servicios a nuestras comunidades… nuestro legado. Por eso yo seguiré con mi trabajo, todo el tiempo que pueda”.
“Mi esperanza para el futuro es que tengamos un Sudán mucho más seguro y pacífico, marcado por cambios positivos para las mujeres, niños y niñas y la nación toda”.
Las organizaciones locales como la de Naama deben soportar la carga de encarar los trabajos de respuesta con muy pocos recursos. Sin embargo, los desafíos son significativamente mayores para las organizaciones lideradas por mujeres que realizan un trabajo sensible y altamente riesgoso. Estas organizaciones enfrentan más dificultades para el acceso a apoyo, para demostrar la prioridad del trabajo que realizan y para hacerlo de manera efectiva. La OIM sigue apoyando a organizaciones lideradas por mujeres para ayudar en el abordaje de las necesidades de protección en Sudán, las cuales no paran de aumentar.
Esta historia compartida por Naama fue escrita por Olga Borzenkova, Oficial de Comunicaciones.
* Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad.