Al Mokha, Yemen – Como miembro del personal de Protección de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Latifa debe enfrentar cada día nuevos desafíos y ser testigo de historias desgarradoras. En el Punto Comunitario de Respuesta de Al-Qadi en la costa occidental de Yemen, escucha con empatía a Sahar, de 60 años, quien recuerda su dura experiencia.
En los últimos ocho meses, Sahar ha estado esperando noticias de su hijo, quien desapareció en alta mar junto a otros siete pescadores tras haber partido en medio de condiciones climáticas adversas. Desde la muerte de su nuera hace algunos meses, Sahar ha sido la única que ha cuidado de sus cuatro nietos. Latifa escucha con mucha atención, avisándole a Sahar que no está sola y que hay muchas personas a las cuales les interesa su historia.
El profundo sentido de responsabilidad y de empatía de Latifa por aquellos a quienes ayuda se remonta a los primeros días de trabajo en el ámbito humanitario. Empezó como intérprete y en poco se dedicó cada vez más a atender a los grupos vulnerables con los que se cruzaba durante sus visitas a terreno, y esa fue la manera en que sentó las bases de su actual actividad.
“Al principio lo vi como una oportunidad de carrera, pero luego me di cuenta del impacto que mi trabajo tenía en la vida de otras personas, y ahí tomé la decisión de seguir trabajando en este ámbito”, explica Latifa. Esta pasión fue lo que la impulsó a seguir dedicándose a su trabajo en los últimos 18 años.
Puesto que tiene una agenda muy ajetreada, Latifa está muy agradecida a su madre y a su hermana, quienes han ayudado a cuidar a sus cuatro hijos todos estos años, permitiéndole a ella equilibrar su carrera y su rol de mamá. Adicionalmente su marido ha tenido un papel crucial asistiéndola con visitas regulares a las escuelas de los menores y cuidándolos cuando estaban enfermos. “Mi marido ha sido mi mayor apoyo y la fuente de mi fortaleza y dedicación al trabajo”, cuenta.
En su trabajo cotidiano Latifa conecta a las personas que acaban de ser desplazadas con los servicios de la OIM, incluyendo los de cuidados de la salud y coordinación y gestión de campamentos. También los conecta con otros asociados que brindan servicios. Junto a sus colegas, distribuye kits de dignidad y dinero en efectivo a los casos vulnerables y organiza sesiones de concientización y derivaciones para acceder a apoyo psicosocial y de salud mental.
Latifa asiste regularmente a personas como Ali, quien acaba de llegar de los suburbios de Hays escapando del conflicto en esa zona. Si bien sus parientes lo han recibido, ese hogar ya estaba repleto pues ahí vivían cinco familias, entre ellos 12 menores y un recién nacido. Mientras aguarda una mejor solución, Ali ha instalado un albergue temporal fuera de la casa para poder quedarse cerca de su familia. Está muy agradecido de que la herida de arma de fuego en el dedo que sufrió cuando estaba escapando no fue demasiado seria.
Latifa y el equipo continuamente están evaluando y abordando las necesidades de las personas recientemente desplazadas, ofreciendo apoyo esencial. Actualmente Ali está por recibir una lona impermeable y kits de dignidad para su familia. Mientras tanto dentro de la casa, su sobrina Shaima está muy ocupada cuidando a su hija recién nacida. Ha llamado hogar a ese lugar durante los últimos tres años. Cuando su hija Hafida nació hace siete meses, no tenían un techo y por eso la lluvia caía directamente en la habitación. Luego recibieron asistencia en efectivo de parte de la OIM para poder mejorar su hogar.
Latifa también lleva a cabo visitas periódicas de monitoreo a las personas a las cuales la OIM les ha brindado apoyo, como Katiba. Cuando su marido falleció hace dos años, Katiba, que en ese momento tenía 30 años, pensó que nunca iba a poder recuperarse. Estaba embarazada de ocho meses de su hija Rawan, y se sintió devastada cuando su esposo, que conducía una motocicleta, falleció por la explosión de una mina cerca de las líneas de frontera.
Katiba había advertido a su esposo de los peligros, pero por el asma su hija tenía que tomar medicación todo el tiempo y por ese motivo él tenía que trabajar para poder mantener a su familia. Cuando vio su cuerpo sin vida que los vecinos habían traído a la casa, Katiba se llenó de pena y luchó para poder encontrar la voluntad para seguir viviendo.
Mientras ella empezaba a recuperarse, el conflicto en zonas aledañas empezaba a agravarse. Temiendo por la seguridad de sus hijos y acosada por recuerdos dolorosos, no era feliz con la idea de quedarse en un lugar que le traía recuerdos de mucho sufrimiento. No tuvo que pensarlo mucho. Una noche, mientras su casa era atacada, escapó con sus hijas y lo abandonó todo.
Junto a sus seis hijos Katiba buscó refugio en Mokha, pero se sintió culpable de tener que depender de él puesto que ya tenía su propia familia a la cual sostener. Durante varios meses tuvo que sobrevivir con tan solo una comida al día. “No quise estar en la situación de tener que salir a mendigar comida”, recuerda Katiba.
Katiba se enteró del apoyo que la OIM les brindaba a las personas vulnerables y fue así como se puso en contacto con Latifa, quien la ayudó para que accediera a kits de dignidad y artículos alimentarios para su cocina, ya que había estado usando ollas que le habían prestado para poder cocinar. “Ni siquiera tenía un cuchillo”, recuerda. “Dependía totalmente de los utensilios que la gente me prestaba”.
Al principio ella vendía paletas, pero con eso apenas si llegaba a fin de mes. “Mi hermano tenía una pequeña parcela de terreno y me estimuló para que la usara como a mí me pareciera mejor”, dice ella. Con fondos adicionales entregados por la OIM eligió abrir un pequeño negocio en el terreno. Con un poco más de dinero Katiba espera poder ampliarlo, pero por ahora está contenta con lo que ha logrado.
Desde su hermano que la acogió hasta la vecina que le permitió usar sus ollas, pasando por el apoyo y la orientación que le brindó Latifa, Katiba ha estado conmovida todo el tiempo por la generosidad de aquellos que la rodean. Puede que no sea su hogar original, pero está comenzando a sentirlo como su nuevo hogar. “Este lugar me ha devuelto las ganas de vivir”, dice.
Latifa, quien ha sido una fuente esencial de apoyo para Katiba, cree que su experiencia en el ámbito humanitario le ha enseñado paciencia, gratitud y cómo ser una mejor persona en general. “Día tras día, ver cómo otros viven me hace apreciar aún más mi trabajo y todo lo que tengo”, explica. “Ayudar a que personas como Katiba puedan superar los obstáculos que se le presentan me llena de honor y orgullo”.
El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria se conmemora año tras año el 19 de agosto para rendir tributo a los trabajadores humanitarios asesinados o heridos en el desempeño de sus funciones, y para honrar a todos los trabajadores humanitarios y del ámbito de la salud que siguen brindando apoyo vital y protección a las personas que más lo necesitan.
Los servicios de protección de la OIM son financiados por la Asistencia Humanitaria de la UE, la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) de los Estados Unidos y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega.
Esta historia fue escrita por Mónica Chiriac, Oficial de Prensa de la OIM Yemen.