Bratislava, 26 de mayo de 2022 – Mariia, de 25 años, vivía en Kyiv junto a su esposo Sasha y trabajaba allí como gerente de relaciones públicas. La pareja trabajaba y vivía a un ritmo intenso en esa ciudad, pero cuando llegó la pandemia de COVID-19 decidieron mudarse al campo, a un pueblo tranquilo en las afueras de Cherkassy.

“Yo trabajaba por cuenta propia y vivía en el campo, en donde con Sasha criábamos patos y pollos y disfrutábamos de la vida”.

En un momento todo cambió.

Mariia recuerda la noche anterior a la invasión de Ucrania; no podía dormir. Era sabido que la guerra  comenzaría en cualquier momento, pero esa noche, ella tuvo una sensación extraña. A las 5:30 de la mañana, su marido la llamó y le confirmó la peor de las pesadillas: “La guerra comenzó”.

Para Mariia y su esposo, ese fue un llamado telefónico que sacudió la tierra. Considerando la calma que reinaba en su pueblo, decidieron ofrecer su casa como un espacio seguro para otras familias. Muchas personas vinieron – mujeres, niños y niñas, amigos de amigos, personas desconocidas – y a todas ellas les dieron la bienvenida a su hogar. En un momento llegaron a tener 17 invitados, incluyendo 7 mascotas, viviendo en su casa. 

“La guerra era real y teníamos que ayudar”, explica Mariia.

Antes de escapar de Ucrania, Mariia les dio alojamiento a 17 personas en su casa, entre ellas algunos menores. “Es doloroso que los niños y niñas tengan que escuchar los ruidos de las incursiones aéreas y las sirenas”. Foto: OIM  /Barbora Kratochvilova y Kristina Tokac 

Mariia recuerda muchos días difíciles y atemorizantes. “Estábamos en habitaciones, todos apilados como si fuéramos sardinas, esperando a que las sirenas dejaran de sonar”, relata.  

A principios de marzo, se enteraron de que factible que las tropas rusas se dirigieran hacia la represa hidroeléctrica de Kaniv que se encuentra cerca del pueblo de Mariia. Ella y el resto de las personas que vivían en su casa decidieron que había llegado el momento de irse del país. “Si la represa llegaba a explotar por la noche, terminaríamos ahogados y nunca volveríamos a despertar”, explica.  

Cada persona preparó una mochila con lo esencial. “No era posible llevarnos todo lo que había en la casa. Tus cosas preferidas. La cuestión era simple: debíamos desprendernos de muchas cosas”, dice Mariia, recordando el día triste en la que no tuvieron más opción que la de irse.  

Mariia recuerda cómo lloró mientras se dirigían a la frontera con Moldova el 6 de marzo. Le había pedido a su esposo que no fuera a la guerra porque en algunos meses ellos se convertirían en padres. En medio de las lágrimas recuerda las palabras que le dijo a su marido cuando se separaron en la frontera: “Si algo llegara a ocurrirte, le pondré tu nombre a nuestro hijo en tu honor”.  

Tras haber conducido por 14 horas, Mariia y la familia de su esposo llegaron a la frontera y notaron que detrás de ellos había una fila tremenda. La situación en frontera era muy emotiva, tal como ella la describe, pues había menores y esposas que con mucho dolor se despedían de sus padres y esposos. 

Mariia es una de las más de 450.000 personas que huyeron desde Ucrania hacia Moldova. Foto: Alissa Everett 

Tras haber cruzado la frontera rumbo a Moldova, condujeron por una hora y se dieron cuenta de que ya no tenían más energía para continuar. Tras una breve siesta en el coche, lograron hacer un esfuerzo y reponerse para poder continuar hacia Rumania, su destino final.  

La transición fue complicada para Mariia, quien a esta altura estaba embarazada de seis meses. Se quedaron en Rumania por tres semanas hasta que la familia de su esposo decidió que era mejor continuar el camino hasta Bélgica.  

Para Mariia, sin embargo, era inimaginable tener que alejarse aún más de su hogar. Mientras sus familiares hacían escala en Bratislava camino a Bélgica, ella decidió poner fin a su viaje en ese lugar, en la capital de la República de Eslovaquia.  

Mariia necesitaba contar con un lugar donde quedarse y se enteró por medio de una amiga acerca del proyecto de alojamiento temporal de Airbnb.org. Gracias  a una alianza con Airbnb.org, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), tiene la posibilidad de brindar alojamiento gratuito temporal en Rumania, Polonia, la República de Moldova, Hungría y la República de Eslovaquia a cualquier persona que esté escapando de la guerra en Ucrania.  

“Mi amigo me envió algunos enlaces y fue así que contacté a la oficina de Airbnb. Mi solicitud fue reenviada a la OIM en Eslovaquia y de ese modo encontraron el apartamento de Martin. Martin tiene un apartamento de dos dormitorios en el centro de Bratislava, y lo más importante de todo era que me permitían mudarme ahí con mi gato. Fue un proceso muy rápido”. 

Gracias a una alianza entre la OIM y Airbnb.org, Mariia pudo encontrar un lugar seguro para quedarse en Bratislava, Eslovaquia – un hogar temporal en medio de la guerra. Foto: OIM /Barbora Kratochvilova y Kristina Tokac 

Para Mariia, las visitas regulares del médico a su apartamento eran particularmente importantes para asegurarse de que su bebé gozaba de buena salud. La ubicación central del inmueble facilitaba las cosas pues Mariia podía acceder a todos los servicios importantes. 

“El personal de la OIM me ayudó con todas las cuestiones relacionadas con los cuidados de la salud y para poder acceder a un refugio temporal”, cuenta.  

Hoy Mariia está sumamente agradecida. “Le estamos muy agradecidos a este país y a todos los países que le brindan su apoyo a los ucranianos, algunos por medio de donaciones, alimentos, o bien recibiéndonos. Todo el mundo verdaderamente es solidario frente a nuestra situación”.  

Si bien su situación ha mejorado, su deseo de volver a reunirse con su esposo no ha menguado y quiere retornar a su lugar natal. “Tengo un esposo amoroso que quiere ver crecer a su hijo y poder criarlo. El lugar donde vivimos es tranquilo. Por eso he decidido volver allí y tener a nuestro hijo en ese lugar”. 

Mientras se encontraba en Bratislava, Mariia disfrutaba de caminar al lado del Río Danubio, que le recordaba al Río Dnipro, un río de su tierra natal. “Una de las lecciones más valiosas que he aprendido es que he empezado a valorar más todo lo que tengo en esta vida; cada minuto que paso junto a mis seres queridos”. Foto: OIM/Barbora Kratochvilova y Kristina Tokac 

Mientras Mariia se prepara para el viaje de regreso a su hogar, recuerda a todos los miembros de la familia de los cuales se fue despidiendo a lo largo de su viaje. Realmente no sabe cuándo volverán a verse. “Tal vez en dos meses, tal vez en un año, o tal vez nunca”, reflexiona.  

“Si algo he aprendido a partir de la experiencia vivida, ha sido que no debemos postergar nada en esta vida. Hay que valorar cada minuto porque el mañana tal vez nunca llegará”. 

Si usted ha sido afectado por la crisis y necesitara recibir apoyo, por favor comuníquese con alguna de las  Líneas de Emergencia de la OIM.  

Si usted estuviera interesado en abrir las puertas de su casa para apoyar este trabajo puede enterarse cómo hacerlo ingresando a Airbnb.org

Si usted estuviera interesado en hacer una donación por favor puede consultar cómo hacerlo en el Llamamiento de Urgencia de la OIM y en la página de recaudación de fondos

Historia escrita por Barbora Kratochvilova y  Kristina Tokac, de la OIM Eslovaquia 

SDG 3 - SALUD Y BIENESTAR
SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 16 - PAZ, JUSTICIA E INSTITUCIONES SÓLIDAS