Foto: OIM Afghanistan

La desigualdad de género se ve magnificada en situaciones de conflicto. Las mujeres se encuentran en situación de desventaja desproporcionada en términos de seguridad personal, acceso al empleo, recursos y servicios básicos en entornos frágiles y llenos de conflictos. Se ven más afectadas por la pobreza y por el valor del apoyo que brindan en sus hogares y que mayormente queda invisibilizado.

En una sociedad como Afganistán, las normas tradicionales hacen que sea mucho más difícil para las mujeres acceder al empleo, obtener un préstamo o comenzar un negocio. Aun así a las mujeres se les brinda una oportunidad, hacen contribuciones significativas al crecimiento y al desarrollo de sus familias y de sus comunidades en general.

Sakina nació en un pequeño pueblo en Helmand en 1995. Tenía 5 años cuando su familia se fue de Afganistán en 2000 y migró a Pakistán. Pasó gran parte de su infancia en situación de pobreza, a menudo realizando tareas domésticas para varias familias y soñando con ir a la escuela como los hijos de las familias a las cuales servía.

Cuando tenía 14 años y aun jugaba con sus amiguitos, su familia le informó que se iba a casar. No recuerda cuál fue su reacción a la decisión de sus padres.

“Yo era todavía una niña después de todo”, Sakina sonríe con remordimiento.

En 2018, Sakina fue empleada por una empresa que producía jabones en Kandahar y que se asoció a la OIM para aumentar ese tipo de negocios en el marco del programa RADA. En su nuevo trabajo aprendió a fabricar jabones y otras habilidades técnicas necesarias para el trabajo. Foto: OIM Afganistán.

Después de que se casó, las cosas no mejoraron. Aun se encontraba viviendo como refugiada en Pakistán, sin acceso adecuado a servicios básicos. A los 19, se encontraba embarazada de seis meses cuando su marido resultó muerto en un accidente de tránsito. Siendo adolescente, se encontró a sí misma viuda y madre de una niña. La partida inesperada de su esposo la conmocionó. Durante meses, no pudo parar de llorar.

Sin embargo, tuvo que levantarse para poder criar a su hija.

Vivir en Pakistán sin un ingreso adecuado era extremadamente complicado. En 2018 la familia de Sakina decidió enviarla de regreso a Afganistán. A su retorno, comenzó a vivir con la familia de su cuñado. Analfabeta y sin capacidades profesionales, luchó para conseguir una fuente estable de ingresos durante más de un año. Tuvo que depender de trabajos no convencionales para lograr un magro medio de subsistencia y poder criar a su hija.

“Tuve que trabajar para poder darle de comer a mi hija y pagarle la renta a mi cuñado. Trabajé como mucama en diferentes casas, lavando los platos y cocinando”, recuerda Sakina.

En 2018, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con apoyo del Departamento de Refugiados y Repatriación en Kandahar, Afganistán, seleccionó a Sakina para una oportunidad laboral en el marco del programa financiado por la Unión Europea Asistencia para el Desarrollo y la Reintegración en Afganistán (RADA). Fue empleada por una empresa dedicada a la fabricación de jabones en Kandahar que se ha asociado a la OIM para el mejoramiento del negocio. En su nuevo empleo, aprendió el oficio de fabricar jabones y otras habilidades técnicas que tal trabajo requería. Por hablar bajo y ser tímida, al inicio la interacción con sus colegas fue algo difícil para Sakina.

El trabajo no solamente ha ayudado a Sakina a cubrir los gastos familiares sino que le ha permitido inscribir a su hija de seis años en una escuela privada en la ciudad de Kandahar. Foto: OIM Afganistán.

“Además de las habilidades técnicas, he aprendido cómo interactuar con las personas que provienen de diferentes entornos y negociar con los clientes. Estas son las habilidades que yo necesitaría si quiero aspirar a tener un trabajo mejor”, dice con más confianza Sakina.

Antes de este trabajo, Sakina se encontraba bajo una gran presión, lo cual estaba afectando su salud mental. Temía que su hija corriera la misma suerte que ella si no accedía a una buena educación. Sin embargo, tras haber trabajado por un año, las aprehensiones de Sakina de a poco fueron desapareciendo. El trabajo de fabricación de jabón no solamente la ayudó a poder cubrir los gastos familiares sino que además le permitió inscribir a su hija de seis años en una escuela privada en la ciudad de Kandahar.

“Cuando yo me encontraba trabajando como mucama, apenas si podía llegar a fin de mes. El pensamiento de que tal vez no podría mandar a mi hija a la escuela me hacía sentir muy nerviosa. Afectó mi salud física y mental y no pude encontrar un momento de paz”, recuerda Sakina.

Sin contar con educación y obligada a casarse siendo aun una niña, la mujer que ahora tiene 25 años comprende cabalmente la importancia de que las niñas accedan a una educación. Ella cree que la educación es la única manera de salir adelante en un país como Afganistán, asolado por la guerra. Sakina ciertamente espera que los padres en su país prioricen la educación para sus hijas y dejen que se desarrollen en el ámbito laboral, que se vuelvan mujeres independientes desde un punto de vista financiero, capaces de tomar sus propias decisiones en lugar de hacerlas casar siendo aun pequeñas. 

Ahora cuando ella habla con su hija, el rostro de Sakina se ilumina con alegría y esperanza para el futuro. “Las cosas están cambiando. Las mujeres que han podido acceder a educación ahora trabajan en todos los campos – escuelas, hospitales, oficinas del gobierno y organizaciones internacionales. Tal vez un día mi hija trabajará para una organización internacional”, dice Sakina con optimismo.

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 1 - FIN DE LA POBREZA
SDG 8 - TRABAJO DECENTE Y CRECIMIENTO ECONÓMICO