Hatay/Gaziantep, Türkiye – Mohammed llegó a Türkiye en 2013 con tan sólo un poco de ropa sobre sus espaldas. Había estudiado ingeniería en Siria antes del estallido de la guerra y de repente se encontró con que debía arrancar nuevamente desde cero.
“Después de partir me sentí realmente perdido”, recuerda.
Durante sus primeros años en la Provincia de Hatay se focalizó sobre todo en llegar a fin de mes con su trabajo de agricultor y esforzarse al máximo para aprender turco. Mohammed se aventuró luego en la industria del gas usando sus estudios de ingeniería e impulsado por la ambición de ser su propio jefe.
Gracias a su trabajo de calidad pudo de a poco demostrar sus capacidades en el seno de su comunidad, consiguiendo incluso contratos en provincias vecinas. “En tan solo dos años pude competir con las empresas líderes locales”.
Pero cuando los devastadores terremotos de febrero de 2023 ocurrieron, todo volvió a foja cero. Él y su familia se vieron forzados a irse a vivir a una tienda y después a un contenedor.
Casi todo su equipamiento terminó destruido. Tuvo que enfrentar la difícil tarea de arrancar desde cero por segunda vez.
Más de 3 millones de sirios tienen en la actualidad estatus de protección en Türkiye tras haber escapado de la guerra en su país natal. La mayor parte de ellos residen en la región sudeste del país, en donde los terremotos arremetieron con más fuerza.
Inmediatamente después de ocurridos los desastres, Mohammed sintió que era importante ayudar a las demás personas que residían en el asentamiento temporal: “Me puse a arreglar cañerías para mejorar el acceso al agua potable y a los servicios de saneamiento”.
Un día vio un aviso en línea acerca del programa de subsidios en efectivo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). No creía que tal cosa pudiera ser verdad, pero sin embargo se animó y presentó una solicitud.
La solicitud de Mohammed fue exitosa. Recibió equipamiento (que incluyó moldes y taladros) por un monto de 100.000 TRY (equivalentes a 3.000 dólares EE.UU. aproximadamente). Esto le sirvió para poder retomar su emprendimiento.
“Si bien no cubrió todo lo que necesitaba, fue un buen comienzo”, dice.
Un año y medio después del desastre, emplea a 13 trabajadores de nacionalidad siria y turca. Incluso las autoridades lo contactaron para que ayudara en la construcción de nuevos apartamentos para los cientos de miles de personas que quedaron sin techo en Hatay.
Mohammed espera que su historia de resiliencia muestre que los migrantes y refugiados pueden hacer contribuciones a sus nuevas comunidades. “Hace cinco años, el padre de uno de mis empleados no estaba feliz, estaba trabajando para un sirio. Se ha quedado conmigo a pesar de haber recibido otras ofertas laborales”.
“Lo que interesa es la calidad de nuestro trabajo, no nuestra nacionalidad ni nuestra raza”.
El programa de subsidios en efectivo de la OIM forma parte de un apoyo mucho más amplio que se le brinda a los trabajos de recuperación socioeconómica. Trabajando muy estrechamente con las autoridades locales la OIM ha logrado asistir a 373 emprendedores, incluyendo a 328 en las provincias afectadas por los terremotos, en la tarea de comprar artículos o equipamiento, permitiéndoles restablecer o ampliar sus negocios. A su vez, esto impulsa la actividad socioeconómica general.
Jamal, artesano de la Provincia de Gaziantep, comparte una historia similar a la de Mohammed. Durante sus primeros años en Türkiye trabajó incansablemente para integrarse a la sociedad, dominando eventualmente el idioma y encontrando un nicho para su oficio de herrero.
De cara a la tragedia ocurrida el año pasado él pensó: “¿De qué manera puedo yo devolver el favor a quienes nos recibieron hace años?”.
Las necesidades de reconstrucción en la región afectada eran enormes, y Jamal fue contratado por las autoridades locales para numerosos proyectos. “Ayudamos en la construcción de contenedores a la mitad del costo habitual. Todos unimos fuerzas, sirios y turcos por igual”.
Tras acceder al programa de subsidios en efectivo de la OIM su negocio dio un giro altamente positivo. “Pude comprar el equipamiento necesario y lo optimicé para poder asegurarme contratos de mayor monto”.
En la actualidad en el depósito de Jamal ubicado en las afueras de Gaziantep hay postes de luces, carteles para paradas de autobuses y verjas, organizados y listos para ser despachados.
Si bien no ha visto a su familia por más de una década, pone toda su energía para que su nombre ocupe un lugar más relevante en la industria en la que trabaja.
Para devolver todo lo que recibió ofrece capacitación vocacional y aprendizaje a los jóvenes que buscan oportunidades – las mismas que él buscó cuando llegó por primera vez a Türkiye.
Tanto la historia de Jamal como la de Mohammed ponen de relieve la importancia del apoyo comunitario y de la solidaridad para poder superar obstáculos, con independencia de las experiencias vividas.
Ninguno de ellos sabe si eventualmente podrán regresar a sus hogares o si serán testigos del retorno de la paz a sus países de origen. Lo cierto es que sus sueños nunca se apagan.
“La esperanza es la luz que me guía”, dice Mohammed.
El apoyo en subsidios en efectivo de Mohammed y Jamal fue posible gracias a los fondos aportados por el Gobierno de los Estados Unidos.
Historia escrita por Miko Alazas y Ahmet Abdulhamit, OIM Türkiye.