Bratislava, 12 de Octubre de 2023 – “Los doctores me dijeron que ya no podían hacer nada por mí y que necesitaban mi cama para otro paciente con más chances de sobrevivir. Dijeron que como mucho yo viviría entre dos y tres meses”, cuenta Svetlana de 41 años, sosteniendo en sus brazos a su hijo Nazar, de un año.

Svetlana descubrió que tenía cáncer cuando estaba embarazada de Nazar, tan solo cinco días antes del inicio de la guerra a gran escala en Ucrania.

En Kramatorsk, ciudad de la región de Donetsk, Ucrania, esta madre de cuatro hijos trabajaba como enfermera en la unidad de cuidados intensivos de un centro de cardiología y llevaba una vida muy tranquila. El embarazo le llegó por sorpresa; Svetlana y su esposo no estaban preparados para tener otro hijo. Sin embargo, Svetlana estaba convencida de que el recién nacido iba a cambiar su vida. A posteriori afirmó que fue precisamente ese niño fue quien le salvó la vida.

En el cuarto mes de embarazo, Svetlana comenzó a sentir náuseas y tuvo fuertes dolores estomacales. “En el hospital me dijeron que posiblemente estaba relacionado al embarazo, así que seguí con mi vida y con mi trabajo, y cuidando a mis hijos mayores”, recuerda Svetlana.

Como los dolores aumentaron en los siguientes cuatro meses, ella no tuvo más remedio que acudir a la guardia y allí los doctores decidieron que Svetlana debía tener una cesárea de emergencia. En la cirugía los doctores descubrieron un tumor y los exámenes posteriores revelaron numerosas metástasis.

“Cinco días después del nacimiento, Nazar fue llevado a un hospital en Kharkiv en donde lo conectaron a una máquina de oxígeno”, cuenta. “Yo estaba tan agotada tras la cirugía y después de haber recibido esas noticias sobre mi estado de salud que ni siquiera pude procesar la noticia del inicio de la guerra en Ucrania”.

Svetlana cree que tuvo suerte de haber dado a luz antes de que la invasión comenzara. Los hospitales en Ucrania fueron de inmediato adaptados en respuesta al conflicto bélico y muchas cirugías oncológicas fueron pospuestas de manera indefinida para hacer espacio para las personas heridas en combate. Las instalaciones de cuidados de la salud no contaban con equipamiento adecuado y los frecuentes cortes de luz reducían drásticamente la calidad del tratamiento de los pacientes con cáncer. Los cuidados de la salud, que por mucho tiempo no se habían financiado adecuadamente, quedaron sujetos a una presión aún mayor a causa de la guerra; los hospitales se convirtieron en un blanco y los pacientes comenzaron a ser rechazados.

Svetlana también fue rechazada como paciente, tras haberle sido anunciado que no viviría más de tres meses.

“Después del estallido de la guerra, era imposible conseguir una MRI, la cual yo necesitaba para poder definir cómo seguir mi tratamiento. Era imposible conseguirla porque la luz no paraba de cortarse”, dice Olexander de 22 años. Foto: OIM Eslovaquia

Sus amigos y colegas en el centro de cardiología la ayudaron todo lo que pudieron. Se movieron rápidamente para encontrar los medicamentos que ella necesitaba, que cada vez escaseaban más por la falta de insumos. A Svetlana le costó mucho conseguir una MRI (imagen por resonancia magnética), un escaneo por CT (tomografía computada) y una quimioterapia, que eran cruciales para su tratamiento. Irse de Ucrania a procurar ayuda en el exterior fue la única opción para ella y para muchos otros pacientes enfermos de cáncer que luchaban para poder sobrevivir.

“Un día una mujer me llamó”, recuerda. “Me dijo que hiciera las valijas y me llevara a mis hijos; ella iba a estar esperándome en la frontera eslovaca en dos días. Dijo que había arreglado todo para que yo accediera a tratamiento. Inmediatamente empaqué todo para mí y mis hijos, me despedí de mi marido y de mis amigos y tomé el siguiente tren a Uzhhorod”.

En la frontera eslovaca la familia fue trasladada a un centro de alojamiento temporal en el distrito de Kramáre en Bratislava. Una vez instalados allí, ella recibió su segunda dosis de quimioterapia. La enfermera que se la administró le confirmó lo que ella ya sabía, que le quedaba poco tiempo de vida, pero en Eslovaquia sobrevino una oleada de asistencia para ayudar a la familia.

Svetlana recibe actualmente tratamiento en el Instituto Nacional de Cáncer (NCI) que le entrega la medicación y el tratamiento necesarios. “Cada paciente de Ucrania que viene a la clínica para pacientes ambulatorios del NCI accede a una consulta básica y luego es derivado a otra clínica para pacientes ambulatorios de la especialidad que corresponda de acuerdo con el diagnóstico”, explica el Dr. Jozef Dolník, Director Adjunto de Cuidados de la Salud en el NCI. “Allí al paciente se le realizan los exámenes de diagnóstico que fueran necesarios y se diseña un plan para su tratamiento”.

Jasmine Riley, Coordinadora de Emergencias en la OIM Eslovaquia, entrega tarjetas Di Pocket de propósitos múltiples para pacientes oncológicos el Dr. Jozef Dolník, Director Adjunto de Cuidados de la Salud en el Instituto Nacional de Cáncer. Foto: OIM Eslovaquia

“La angustia existencial le roba a nuestros pacientes la fortaleza que necesitan para encarar el tratamiento”, explica el Dr. Dolník. “La falta de recursos para acceder a alojamiento digno, al igual que vitaminas y alimentos especiales, dispositivos médicos y otros gastos, afectan la salud de los pacientes oncológicos que vienen de Ucrania. La asistencia financiera para ayudarlos a que puedan atravesar los difíciles meses de la quimioterapia o de la recuperación de la cirugía es realmente importante para ellos y sus familias, pero también para que los tratamientos sean exitosos”.

El programa de asistencia en efectivo implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) inicialmente fue planeado para 400 personas, pero ha superado las expectativas y ha puesto de relieve la importancia de este tipo de apoyo para las personas que enfrentan problemas de salud además de haber sido desplazadas de su hogares. Hasta ahora el programa ha entregado asistencia en efectivo por seis meses a 211 personas con discapacidades y a 527 con necesidades específicas. Entre esas personas se encontraban 51 pacientes oncológicos, uno de ellos Svetlana.

Si bien a ella inicialmente le dieron tres meses de vida, ya ha estado viviendo en Eslovaquia por más de un año y su salud ha mejorado visiblemente. Los doctores estiman que el tratamiento de Svetlana durará al menos dos años más. A ella le gusta el país y las personas de Eslovaquia, y sus hijos pueden asistir a una nueva escuela en donde han podido hacer nuevos amigos. Sin embargo, extraña su país de origen cada día pero sabe que solamente podrá regresar cuando ya se sienta lo suficientemente bien.

“Desde que yo llegué a Eslovaquia he recibido ayuda de personas que yo nunca había visto o de la que nunca había escuchado hablar”, explica. “Nos trajeron comida, leche para mi hijo, ropa, y nos ayudaron con el alojamiento. Incluso consiguieron un oftalmólogo para mi hija que padecía problemas de la vista. Organizaron un viaje para mis hijos para que yo tuviera más tiempo para mí misma. Cada tanto, alguna persona se me acercaba, me abrazaba y me decía que todo iba a estar bien. Mi sensación era que yo había recibido una dosis de calmantes, parecía que todo el mundo realmente deseaba que yo me salvara”.

Svetlana, su hijo Nazar y dos hijos mayores viajaron casi 2.000 kilómetros para poder acceder a cuidados de la salud adecuados. Foto: OIM Eslovaquia

La asistencia en efectivo de la OIM es posible gracias a la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación y a UK Aid.

Esta historia fue escrita por el equipo de Comunicaciones de la OIM Eslovaquia.

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