Más de 60.000 personas, muchas de ellas desplazadas internamente y refugiados, se vieron afectadas cuando el Ciclón Gati ingresó en la zona noreste de Somalia en noviembre de 2020, tras dos días de intensas lluvias.

El ciclón tropical, equivalente a un huracán de Categoría 3, fue la mayor tormenta registrada en la zona norte del Océano Índico y provocó daños inimaginables. En 72 horas cayeron precipitaciones por un volumen equivalente al total que suele caer en un lapso de dos años.

Tan solo dos semanas después, cuando los organismos de asistencia estudiaron el nivel de daños, la escala del desastre puso de manifiesto una destrucción masiva de propiedades y medios de subsistencia. Las personas perdieron su ganado; la pesca y la agricultura se vieron interrumpidas, los manantiales se inundaron, las casas fueron destruidas y cerca de 42.000 personas fueron desplazadas.

Para muchos no era la primera vez que eran forzados a abandonar sus hogares debido a catástrofes naturales, exacerbadas por el cambio climático. Kalson, madre soltera con 13 hijos, 40 años de edad, nacida en Etiopía, sabe muy bien lo que implica depender del clima para poder sobrevivir.

Originaria de Kelafo, aldea rural en la región de Somalia (Etiopía), Kalson solía producir suficiente cantidad de alimentos en su pequeña granja como para poder alimentar a su gran familia. Pero hace seis años, afectada por la cada vez mayor escasez de agua y la violencia entre clanes, no tuvo más opción que la de irse.

Consulta con las comunidades para definir qué artículos para el hogar necesitan. Foto: OIM

“Mis parientes me alentaron a que viniera a Bossaso – me dijeron que era mucho más estable y que había un mercado en el cual yo podría encontrar trabajo para poder alimentar a mis hijos”, explica.

Tras cinco días de caminata a través de terreno inhóspito – un viaje peligroso durante el cual, según se dice, muchos han muerto de hambre o han sido heridos de muerte por animales salvajes – Kalson llegó al asentamiento informal de Biyo Kulel, en Bossaso, junto a sus hijos.

“Llegamos sin nada”, recuerda. “No pudimos encontrar un trabajo estable como me habían dicho. A veces consigo hacer alguna labor temporal y traigo algo de dinero ese día”. Kalson y sus 13 hijos ahora dependen de la caridad de otros que les dan “cualquier cambio sobrante que pudieran tener”.

Se espera que la cantidad de personas que como Kalson, se verán forzadas a irse debido a eventos relacionados con el clima extremo será cada vez mayor y más frecuente en las próximas décadas. De acuerdo con el Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno, casi 25 millones de personas se vieron forzadas a desplazarse en 2019 debido a desastres naturales, en comparación con los aproximadamente 8,6 millones que lo fueron por los conflictos y la violencia.

En 2018, más de 160 Estados Miembros de Naciones Unidas respaldaron el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular (GCM), el cual destaca al cambio climático como un agente impulsor de la migración forzosa, y han asumido compromisos de trabajar junto a los Estados y los migrantes para minimizar los riesgos a la par que se protege y se preserva la dignidad humana de los migrantes.

Sequía de 2018. Foto: OIM/Muse Mohamed

Cuando el clima se vuelve en contra de uno

La historia de Kalson refleja la situación de otras miles de personas que viven en asentamientos informales en Somalia. Han venido de diferentes puntos de la región, escapando a años de cosechas malogradas y conflictos, para intentar mejorar su suerte en la ciudad portuaria, famosa por sus exportaciones de ganado al Medio Oriente, y la puerta principal para los migrantes que quieren irse al Golfo.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que hay más de 100.000 migrantes y personas desplazadas en Bossaso, las cuales se han visto forzadas a vivir sin agua apta para el consumo, sin alimentos o albergue. El ciclón vino a empeorar las cosas, llevándose lo poco con lo que contaban.

“No teníamos en qué dormir, en qué cocinar, nada con qué acarrear el agua, ni ropa para ponernos”, dice Amina, otra migrante etíope de Kelafo, al recordar la devastación provocada por el ciclón. “La inundación destruyó nuestros buuls (palabra en Somalí que alude a los albergues temporales) y perdimos absolutamente todo lo que teníamos”. En el caso de algunas familias, habían perdido las herramientas con las cuales se ganaban la vida.

Como parte de los esfuerzos de recuperación y para paliar las urgentes necesidades de algunas de estas familias, en marzo de 2021 la OIM le entregó la suma de 100 dólares a cada familia para que pudieran comprar en los negocios locales diversos artículos que les permitirían reconstruir sus albergues. Esta fue la primera asistencia que recibieron desde que tuvo lugar el ciclón.

“Tenemos aún una gran cantidad de urgentes necesidades”, dice Kalson. “Nuestro buul está muy dañado, y espero poder enviar a mis hijos a la escuela muy pronto. Pero al menos ahora podemos dormir y comer en condiciones de seguridad”.

Los vouchers electrónicos les han permitido comprar 60 artículos previamente seleccionados por la comunidad para ayudar a mejorar su calidad de vida, incluyendo artículos para la higiene personal. Se buscó que las mujeres y las jóvenes dieran a conocer sus opiniones durante el proceso a fin de asegurar que se pudiera responder a sus necesidades.

Se espera que los artículos adquiridos les ayuden a reconstruir sus vidas en sus nuevos albergues, liberando sus pequeños ingresos diarios para poder invertirlos en pequeños emprendimientos o en la educación de sus hijos. También ayudará a mantenerlas alejadas de algunos mecanismos negativos para sobrevivir que lo único que hacen es sumarles vulnerabilidad.

Jama, un pastor de camellos, acarrea sus bidones tipo Jerry llenos de agua en un pozo en Garowe. Foto: OIM 

La integración como el camino futuro

Regresar a Etiopía no es una opción segura para muchas de estas familias desplazadas. La inestabilidad en la región de Kalson y de Amina persiste y la degradación ambiental empeora día a día.

“Muchos de los migrantes inducidos por el clima no pueden retornar a sus lugares de origen. Allí ya no hay nada para ellos; no pueden dedicarse a los cultivos o criar a su ganado y están constantemente preocupados por su bienestar y por los medios de subsistencia debido a que el clima es impredecible”, dice Lana Goral, Oficial de Migración, Medio Ambiente y Cambio Climático de la OIM Somalia.

Quienes están viviendo en el Cuerno de África durante mucho tiempo se han visto impactados por las consecuencias del cambio climático. Durante décadas, el cambio de los patrones climáticos ha provocado inundaciones devastadoras seguidas de largos períodos de sequía y luego inundaciones nuevamente. Esto ocurre además de más de 30 años de conflictos armados e inestabilidad que han asolado a esta región.  

Asentamiento informal en Bossaso afectado por las lluvias torrenciales. Foto: OIM

“Ahora nuestro foco está puesto en cómo podemos ayudar a estas comunidades a largo plazo mientras promovemos soluciones para la adaptación al cambio climático. Uno de los primeros pasos consiste en apartarse de la idea de la ciudad como un espacio precario de refugio hacia la idea de ciudad como espacio de inclusión y resiliencia para estas comunidades. Un lugar en el que puedan desarrollar nuevas capacidades adaptadas al nuevo ambiente”, agrega Goral.

Los programas que ayudan a estas poblaciones desplazadas a integrarse de manera sustentable en los centros urbanos son claves en lugares como Somalia, en donde el clima según proyecciones se volverá más seco, más cálido, más errático y más extremo, afectando de tal modo la manera en la que las comunidades nómades rurales han estado viviendo por siglos.

Durante un ejercicio de investigación de la OIM sobre cambio climático y desplazamiento que se llevó a cabo el año pasado, un participante destacó la extrema naturaleza del modo en el que el cambio climático está de a poco degradando el medio ambiente, haciendo imposible el retorno a zonas rurales.

“¿Para qué se supone que volverían? Han perdido o vendido lo que era suyo, su tierra está erosionada, las sequías son cada vez más severas, y algunos de ellos hasta han perdido las capacidades con las que contaban. De modo que se trata de un viaje de ida”.

Tras cuatro meses transcurridos del año 2021, se informa acerca de alarmantes faltantes de agua en la mayor parte de las regiones del país, con casi dos millones de personas con la urgente necesidad de recibir alimentos.

La OIM junto al Gobierno Federal de Somalia y otros asociados en la asistencia sigue apoyando a las poblaciones afectadas por los desastres climáticos. Conozca más acerca del trabajo de la OIM sobre desplazamiento y cambio climático accediendo al documento Somalia: Identificación de Soluciones de Adaptación al Cambio Climático para el Desplazamiento Interno en Somalia.

Texto por Claudia Barrios Rosel y Tiara Sahar Ataii de la OIM Somalia.

La respuesta de la OIM al Ciclón Gati fue financiada por la Oficina de Asistencia para Desastres en el Extranjero (OFDA). Para más información por favor contactar con la Unidad de Apoyo a Programas (PSU) de la OIM Somalia, en iomsomaliapsu@iom.int

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 13 - ACCIÓN POR EL CLIMA
SDG 1 - FIN DE LA POBREZA