Dnipro, 28 de agosto de 2023 – Oleksandra corta pacientemente el borde de un pedazo de tela; le encanta confeccionar ropa. Afuera los sonidos de sirenas y dinosaurios invaden el ambiente. Las sirenas son una señal de alarma de las incursiones aéreas en tanto que los dinosaurios – réplicas de tamaño real, con colas retorcidas, de ejemplares de T-Rex, triceratops y otras criaturas ya extintas- forman parte de una exhibición que las personas pueden visitar en el Dino Park justo al lado de su casa.
Fue hace muy poco, tras la rehabilitación por parte de grupos de voluntarios liderados por mujeres con apoyo de organizaciones locales e internacionales, entre ellas la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Unión Europea, que el edificio en el que Oleksandra se está refugiando encontró un nuevo propósito, ofreciendo un lugar seguro en el cual quedarse a personas que escapaban de la guerra.
Oleksandra no quería abandonar su hogar en Bakhmut, Ucrania Oriental. Pero cuando los enfrentamientos llegaron a su vecindario local, se dio cuenta de que debía hacerlo. Su pequeña ciudad en la región de Donetsk cayó en manos de la Federación de Rusia en mayo de 2023 tras fuertes enfrentamientos, dejándola completamente devastada. Hoy los combates continúan con bombardeos sobre una ciudad en donde se estima que menos de 1.000 de los 70.000 residentes originales siguen estando.
“Siempre pensé: ‘Debo quedarme un poquito más porque todo se arreglará. No debo perder la calma’. Pero los enfrentamientos ocurrían cada vez más cerca y, con ellos, la destrucción”, dice ella.
"Mi propia casa recibió un impacto. Los bombardeos eran muy intensos y esta experiencia tan traumática y estresante trajo todo tipo de complicaciones de salud para mí con el agravante de que todos los doctores ya se habían ido”.
Cuando Oleksandra llegó al centro colectivo de la ciudad de Dnipro estaba completamente devastada. No lo sabía todavía pero cuando le asignaron una cama en una habitación compartida con Lyudmila, de Lysychansk, región de Luhansk, comenzó a construir una nueva red de contención. Como Bakhmut, Lysychansk fue testigo de graves enfrentamientos entre las fuerzas rusas y ucranianas, lo cual produjo destrucción a gran escala y desplazamiento masivo.
“Cayeron misiles sobre nuestro edificio e incluso la cola de uno de ellos colgaba delante de nuestros ojos. Allí fue cuando decidí irme. Me fui justo dos semanas antes de que los soldados rusos ingresaran a la ciudad. Los enfrentamientos eran realmente intensos”, dice Lyudmila.
El marido y el hijo de Lyudmila, de unos 40 años, se quedaron a cuidar la casa. Por más de un año Lyudmila no supo nada de ellos. El servicio móvil ya no funcionaba más en Lysychansk porque las torres se habían dañado. Lyudmila desconoce la suerte que pueden haber corrido.
“No he escuchado la voz de mi marido por más de un año”, dice Lyudmila con voz temblorosa.
“Simplemente me gustaría preguntarle: ¿cómo estás?’, y escuchar su voz diciéndome: ‘Estoy bien’. Eso es todo lo que quiero. Lo único que me mantiene bien de ánimo es la compañía de un amigo de la familia que hace no mucho tiempo fue a la ciudad de Luhansk y me contó que se cruzó con mi marido y mi hijo y que ambos estaban bien”.
Para poder manejar el estrés por la situación familiar, Lyudmila se hizo amiga de otras mujeres que vivían en el centro colectivo y coordinaban las tareas allí – incluso les pidió a las encargadas que la ayudaran a mantenerse ocupada. Ahora está a cargo de gestionar la cantina comunal, asegurándose de que funcione bien, que los artefactos eléctricos estén siempre limpios y funcionen adecuadamente y que en la cocina todos tengan acceso a lo que necesiten.
“Se vuelve mucho más fácil cuando uno comparte su historia con otra persona. Por eso es que me relaciono tan bien con Oleksandra y otras personas de aquí porque nos comprendemos y respetamos, estamos todas juntas en esto”.
Las más de 100 personas desplazadas que viven en el centro colectivo de la ciudad de Dnipro han podido desarrollar una comunidad cohesiva y resiliente a pesar de que siempre hay algo que les recuerda que la guerra no ha terminado.
“Limpiamos el edificio, hacemos el mantenimiento y todo el mundo hace algo. Y esto es muy bueno para estar ocupados. Es mejor que estar sentados y mirar TV. Por un minuto al menos podemos olvidarnos de la guerra; y tenemos que hacerlo, tenemos que olvidarnos que hemos perdido nuestras casas. Necesitamos asumir esto”, dice Oleksandra.
“Esta no es nuestra casa. Pero al menos tenemos un techo, una cama, seguridad, agua y comida. Y estamos muy agradecidos por todo eso. Lo que nos mantiene en pie es la idea de que algún día podremos volver a casa. Recordar nuestro hogar nos transmite fortaleza”, agrega.
Antes de que Oleksandra y Lyudmila se mudaran al centro colectivo, el edificio, que había funcionado como hogar de cuidados para menores, se estaba desmoronando. El techo tenía muchas goteras. Las puertas y ventanas estaban rotas. No había muebles ni artefactos eléctricos, ni servicios públicos. Y fueron otras dos mujeres, Anna y Nina, las que fomentaron el apoyo y lideraron el cambio para renovar el espacio y mejorar sus condiciones.
Anna había sido la anterior encargada del Palacio de Cultura y luego del Centro Juvenil de la Región de Luhansk antes de la guerra y su desplazamiento. Cuando las fuerzas rusas intensificaron los ataques sobre la ciudad, ella también escapó a Dnipro.
“De repente me encontré sin casa y ver a otras personas desplazadas que también lo habían perdido todo y no tenían dónde refugiarse me dio impulso para hacer algo”, dice Anna.
Anna trabajó junto a grupos de voluntarios apoyando a personas desplazadas y construyó una red para ayudar a las personas que enfrentaban una situación similar a la de ella. En la red de voluntarios se encontraba Nina. Ella había sido la encargada más joven del Museo de Historia Local de Lysychansk y como tal – antes de la guerra – había garantizado que el museo participara de proyectos juveniles internacionales, a la par que se promovía la historia local de Luhansk en la medida de lo posible.
Por medio de sus conexiones ya establecidas con las autoridades desplazadas de Luhansk, Anna se vinculó con las autoridades locales de Dnipro para garantizar que el edificio casi en ruinas fuera convertido en un centro colectivo para personas desplazadas. Luego movilizaron su red de voluntarios para acudir a ONG internacionales y agencias del sistema de la ONU a fin de obtener apoyo para las reparaciones para que de tal forma el edificio se volviera habitable. Y afortunadamente hubo un flujo estable de apoyo, incluyendo el brindado por la OIM.
“Nunca olvidaré los primeros días tras la apertura del centro colectivo. Estas personas no solamente encontraron refugio, sino que también se beneficiaron con la rehabilitación del centro al momento de recibir sus primeras pagas. El sentimiento de gratitud en los ojos de la gente a la cual ayudamos no tiene precio”, dice Anna, explicando de qué manera los residentes del centro fueron contratados para los trabajos de renovación.
Con fondos de la Unión Europea, la contribución de la OIM al Proyecto incluyó la reparación del techo dañado, el pago de los servicios y la provisión de artículos domésticos muy necesarios tales como camas y ropa de cama, sillas y mesas para menores, y cajoneras. Adicionalmente la OIM brindó capacitación al equipo encargado de manejar el centro, Anna y Nina.
"El apoyo que hemos recibido hasta este momento de parte de asociados internacionales nos ayuda no solamente a crear mejores condiciones para los residentes sino también a ser más independientes. Por ejemplo, la OIM nos entregó equipamiento de cocina, lo cual significa que los residentes ya no dependen de los voluntarios que traen comidas preparadas: podemos cocinar nuestros propios alimentos. También, gracias a la reparación del techo, podemos alojar a más personas en las instalaciones”, agrega Nina.
Mientras la guerra continua, Nina espera recibir más apoyo para rehabilitar otra parte del edificio y alojar a otras 300 personas internamente desplazadas. También para que las condiciones de vida de los actuales residentes sean mucho mejores.
“Cuando uno trabaja con personas que lo han perdido todo, que han trabajado toda su vida para obtenerlo, nos damos cuenta de que necesitan mucho más que un techo. Muchas de ellas no han tenido noticias de sus seres queridos por largo tiempo y no saben si se encuentran bien”, cuenta Nina.
Para Anna, Nina, Lyudmila y Oleksandra el futuro ideal es aquel en el que todo el mundo puede regresar a su casa. Sin embargo, si la guerra las sigue manteniendo en Dnipro, tienen planes mayores para el centro. Y esperan, a través de la red de voluntarios ya establecida y de las organizaciones y asociados internacionales como la Unión Europea y la OIM, poder continuar para convertir ese sueño en realidad.
La OIM trabaja en toda Ucrania en sociedad con el Gobierno para el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas desplazadas – en la actualidad más de 3,7* millones siguen estando en esa situación. El apoyo de la OIM incluye la reparación de edificios, asistencia en efectivo, fortalecimiento institucional, cuidados de la salud y mucho más. Desde el inicio de la guerra a gran escala en 2022, la Organización ha llegado hasta más de 5 millones* de personas con la provisión de asistencia.
*Cifras de desplazamiento y asistencia actualizadas a noviembre de 2023.
Esta historia fue escrita por Raber Aziz y Anastasiia Rudnieva de la OIM Ucrania. Edición realizada por Olivia Headon.