Bangladesh, 4 de septiembre de 2023 – “Todo el mundo gritaba por el dolor y el temor, pero nuestros gritos no tenían eco en oídos sordos”, recuerda Kamal, hombre bangladesí de 37 años que cayó víctima de las redes de trata.
Esforzándose muchísimo para poder llegar a fin de mes, Kamal pensó que la migración era su única opción para tener una vida mejor. Sin embargo, lo que comenzó como un viaje lleno de esperanza terminó siendo una de las experiencias más penosas de su vida.
Comenzó su travesía en 2018, momento en el que buscó la ayuda de un intermediario, “Azam", que prometió asistirlo para viajar a los Emiratos Árabes Unidos (UAE por su sigla en inglés). Pero esa ayuda iba a tener un alto costo. Tuvo que vender su tierra para poder juntar 300.000 BDT (aproximadamente 2.765 dólares EE.UU.) para que el intermediario le facilitara el viaje.
Hubo varias señales de alarma a lo largo del camino. Se planificó que el vuelo partiría del Aeropuerto de Chittagong en lugar del aeropuerto internacional de Dhaka, el más importante del país. Además, Azam y sus compañeros de viaje tuvieron que esperar en Chittagong por dos días antes de recibir la noticia de que sus visas habían sido rechazadas.
"Nos forzaron a subirnos a un barco y nos dijeron que nos ocultáramos para que los guardias costeros no pudieran vernos”, cuenta Kamal, con la voz entrecortada por el recuerdo. “Nos golpeaban si protestábamos, incluso lanzaron por la borda a un hombre enfermo. Fue realmente espeluznante”. La amenaza de la 'sumisión silenciosa o la muerte' rondaba nuestras cabezas como si fuera una espada. “Fue un mensaje más que claro – estaban listos para matarnos”.
Azam y sus compañeros fueron enviados junto a unas 60 o 65 personas a un espacio compartido en Chittagong. Allí los organizaron en grupos de entre 10 y 15 personas para que se subieran a pequeños botes que los transportarían a un barco de mayor dimensión anclado en el mar; ninguna de esas personas tenía visa.
A la deriva en el mar por nueve días, Kamal y otras personas fueron llevados al mencionado barco. Sin embargo, los hombres que estaban allí crearon mayor tensión con sus amenazantes miradas y comportamientos agresivos estimulados por el uso de narcóticos. “Mientras pasábamos del primer al segundo barco, uno de los tratantes nos miró con desdén y nos dijo: 'Ni se molesten en hablarles ya que ellos no comprenden su idioma. Si lo intentan los golpearán'. No tuvimos más opción que la de obedecer”.
Después de casi 20 días de navegación, la ciudad portuaria de Penang en Malasia apareció ante sus ojos. Sin embargo, el barco no atracó en el puerto. En lugar de eso, en medio de la oscuridad, los pasajeros fueron llevados hasta la costa en pequeños grupos de entre 8 y 10 personas.
Inmediatamente después del desembarco, Kamal y el resto de las personas fueron despojados de sus posesiones y solamente los dejaron con un poco de ropa que acarreaban sobre sus espaldas.
A la medianoche los tratantes los condujeron a la ciudad de Penang y los metieron en una pequeña habitación. Allí quedaron en medio de la suciedad y el hacinamiento. 30 personas amontonadas en un cuarto de no más de dos metros por tres. Sentarse o intentar dormir era poco menos que imposible y el hambre acechaba a Kamal todo el tiempo.
"Nuestras comidas eran muy escasas, por lo común un poco de arroz con huevo”, recuerda. La barrera idiomática era otro obstáculo formidable. Sin poder comprender el idioma de sus captores, quedaron sujetos a un acoso permanente.
Después de un mes y medio, Kamal fue enviado a trabajar en un sitio de construcción. Un agotador trabajo colocando marcos de acero para edificios. Pidió que le asignaran otra labor y lo pusieron a pintar en un taller. Durante tres largos meses trabajó allí por largas horas. La paga era deplorable. “El dinero apenas si alcanzaba para comprar algo de comida, pero nada más”, cuenta.
Esta terrible rutina laboral y el temor constante terminaron el día en el que la policía apareció en el sitio y los llevó a la comisaría. "Pasé cinco días detenido", recuerda Kamal. Cuando fueron liberados les dieron un ultimátum: debían conseguir dinero para regresar a sus hogares o seguirían estando allí, detenidos. A pesar de la serias dificultades económicas que enfrentaba, la familia de Kamal logró pedir prestada la suma de 150.000 BDT (unos 1.382 dólares EE.UU.) para que él pudiera comprar el pasaje de regreso.
En julio de 2018, Kamal pudo finalmente regresar a Bangladesh. Sin embargo, sus padecimientos estaban lejos de terminar. En lugar de una cálida bienvenida, Kamal debió soportar la estigmatización social. Su ‘fracaso’ en el exterior y las turbias circunstancias de su regreso lo convirtieron en el blanco de chismes y de desprecio. Las personas se burlaban de él, diciendo que no había podido lograr nada, incluso por más que se hubiera ido al extranjero.
La esperanza para Kamal llegó cuando fue aceptado como beneficiario del Programa Integral de Lucha Contra la Trata de Personas en Bangladesh, un proyecto de la OIM financiado por la Agencia Internacional de Cooperación de Corea (KOICA). Como parte del Proyecto, comenzó a asistir a sesiones sobre salud mental. “Me enseñaron cómo sanar y cómo reconstruirme desde las ruinas”, cuenta.
Kamal también recibió entrenamiento para el desarrollo de capacidades para la vida cotidiana. Concurrió a una capacitación residencial de dos días que incluyó el mencionado desarrollo de capacidades para la vida cotidiana, manejo del estrés y uso óptimo del tiempo, resolución de problemas y toma de decisiones, capacitación financiera y manejo de los ingresos, ahorros e inversiones productivas.
El proyecto también ayudó a Kamal a inscribirse en un curso de manejo en la Corporación de Transporte por Carretera de Bangladesh (BRTC). Gracias a este curso pudo recuperar la confianza en sí mismo y encontró un nuevo medio de subsistencia.
Tras completar la capacitación la idea de Kamal es conseguir algún trabajo como chofer. También educar a otras personas acerca de los peligros de la trata de personas y de la migración irregular.
Historia escrita por Md Sariful Islam, Oficial Nacional de Comunicaciones, OIM Bangladesh