Upper Sakponba, 4 de julio de 2022 – Chinara está ordenando los refrigerios y productos familiares en su almacén en Upper Sakponba, en las afueras de la ciudad de Benín, Estado de Edo. “Necesito reponer las bebidas de la nevera. Con este calor, los clientes piden muchas bebidas refrescantes”. Entre los dueños de negocios en su pueblo ella se cuenta entre los pocos que tienen un generador propio y se ha vuelto rápidamente famosa por contar con ese bien.
En 2018, viajó a Mali con la esperanza de mejorar la vida de su familia. Siendo ella la primogénita de padres ya fallecidos, tenía un gran peso sobre sus espaldas en relación a la crianza de sus tres hijos y de cuatro hermanos menores. El viaje no resultó como ella lo esperaba y su vida dio un giro para peor.
Como muchos otros nigerianos, sobre todo los del Estado de Edo, Chinara fue engañada por una persona que conoció en el mercado. Este conocido la convenció para que migrara a Mali de forma irregular, con la promesa de ganar en ese país una suma cercana a los 150.000 NGN (aproximadamente 360 dólares EE.UU.) por mes trabajando en la limpieza de casas.
“Tal vez en tres meses logre crecer y ser financieramente estable como para poder brindar apoyo a mis hermanas”, pensó.
Cuando llegó a Mali no encontró ninguna casa para limpiar, sino una vivienda con las puertas selladas y hombres armados vigilando la entrada. “Lo que vi no era lo que me habían prometido. Era una vivienda para trabajadoras sexuales. Fui testigo de cómo muchas de mis amigas se dedicaron a eso, tras haber sido forzadas a ingerir drogas, y luego se convirtieron en adictas. Cuando uno cae en eso, se convierte en otra persona”. Chinara se negó a tomar sustancias ilegales y tuvo que soportar los abusos.
“Muchas mujeres perdían la vida por la ingesta de drogas. Vivíamos una vida que no habíamos elegido”.
Chinara recuerda que decenas de compatriotas nigerianas fueron retenidas contra su voluntad en diferentes casas en las afueras de Bamako, capital de Mali. “Los hombres entraban y elegían a una de ellas con fines sexuales o bien las elegían para realizar trabajos pesados. Si nos negábamos, nos golpeaban con palos”.
“Nos trataban como animales, era un infierno”.
Chinara partió de Nigeria junto a cuatro amigas, pero pudo retornar solamente con una de ellas. “Vi cómo mis amigas morían de hambre y por las brutales palizas. Una de ellas estaba embarazada y un tipo le pateó el vientre. La perdí ante mis ojos”.
“Pensé que iba a morir en ese lugar y que nunca volvería a ver a mis hijos”.
Afortunadamente se cruzó con dos migrantes nigerianos fuera de la casa. Estas personas habían establecido contacto con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Gracias a la intervención de Chinara, los dos hombres encontraron el lugar donde las mujeres estaban siendo retenidas. “Escuché cómo hablaban por teléfono en nigeriano, y de inmediato me acerqué a ellos para pedirles que me ayudaran”. Prometieron regresar en dos días.
Chinara se encontraba alerta, esperando el regreso de los dos hombres. Pidió ir a trabajar, como excusa para poder irse de la casa, y al rato a cuatro mujeres se les permitió salir.
“Yo no tenía un teléfono para contactar a estos hombres nigerianos, así que me puse a buscarlos. De repente vi un coche y reconocí el logo de la OIM. Sin pensarlo demasiado, de inmediato corrí hacia el auto y escapamos. Intentaron perseguirnos, pero por suerte no llevaban armas”.
Junto a sus tres amigas, Chinara logró escapar.
Durante un mes se prepararon para el regreso a Nigeria por medio del Programa de Retorno Voluntario Asistido y Reintegración de la OIM.
“Me sentí muy aliviada. Finalmente volvería a ver a mis hijos y a mi familia. Fue en este momento que tomé la decisión de no volver a hacer esto nunca más. Si volvía a viajar, lo haría por medios regulares”.
Según datos de la Agencia Nacional para la Prohibición de la Trata de Personas (NAPTIP) de Nigeria, la trata de personas no descendió durante la pandemia de COVID-19. La cifra total de víctimas detectadas en 2020 (1.087) sigue siendo estable en comparación con 2019 (1.152) y 2018 (1.173).
“En este momento no creo que alguien pueda venir y convencerme de ir a Italia y ganar 200.000 NGN por mes. Ya conozco el secreto, no hay en realidad un trabajo, son todas mentiras”.
A su retorno, abrió un almacén en enero de 2022 con el apoyo de la OIM. Más tarde calificó para acceder a apoyo de reintegración por medio del Mecanismo de Recursos y Respuesta a Migrantes de la OIM y su Iniciativa de Cooperación para la Migración y de Partenariados para Soluciones Sostenibles (COMPASS).
Pudo recibir capacitación práctica en materia de negocios que la ayudó a instalar su almacén y ganar su sustento, el cual vino a agregarse al apoyo financiero recibido a través de la Iniciativa COMPASS.
Ella espera que su negocio sea exitoso en un futuro cercano para poder mantener a todos sus hijos. “Lo único que deseo es ofrecerles un futuro mejor”.
Además de manejar su negocio, confía en poder terminar su último año en el Colegio de Tecnología Sanitaria de la Ciudad de Benín y obtener un diploma para poder trabajar como enfermera comunitaria. Chinara utilizó parte del apoyo financiero recibido para pagar los gastos de sus estudios.
“Se más de medicamentos que de comida”.
Antes de migrar a Mali, Chinara trabajó durante tres años con organizaciones no gubernamentales locales en tareas de divulgación comunitaria y apoyando a pacientes con VIH.
“Lo único que deseo es contribuir con mi comunidad y ayudar a quienes lo necesiten”.
En cuanto a su negocio, su plan es dejar a su hermana menor Mary a cargo del mismo.
Esta historia fue escrita por Stylia Kampani, Oficial de Información Pública de la OIM Nigeria