Bosaso, 21 de noviembre de 2022 – “De todos los temores que hay en mi corazón, pensar que mi padre y mis hermanos podrían morir de hambre es sin dudas el peor”, dice Musab desde la soledad de una oscura y apartada caverna en Mareero, zona costera ubicada a cerca de 20 kilómetros de la ciudad portuaria de Bosaso al norte de Somalia.

Este joven de 19 años está esperando a su nuevo amigo Ahmed. Junto a otras personas intentarán el peligroso viaje a través del Golfo de Adén hacia Yemen, para dirigirse  luego a Arabia Saudita.

Tanto Musab como Ahmed son de Etiopía y han permanecido en la ciudad por dos meses, ahorrando dinero para poder pagarles a los contrabandistas el viaje a Yemen.

Tras la puesta de sol abordarán el Rajo, una pequeña embarcación de madera usada por los contrabandistas y que así bautizada porque la palabra significa “esperanza” en Somalí. Para Musab y Ahmed éste será su primer viaje por mar.

A pesar de sus temores, la esperanza de tener una mejor vida en el Golfo es lo que los alienta a seguir.  

“Espero que no tengamos ningún problema y que podamos llegar seguros a Arabia Saudita”, dice Ahmed.

Musab y Ahmed se han quedado en Bosaso por dos meses, ahorrando dinero para poder pagarles a los contrabandistas por el viaje a Yemen. Foto: OIM/Ismail Salad Osman

Generalmente la embarcación parte los domingos y los jueves por la noche y llega a las costas de las Gobernaciones de Shabwah o Hadramaut en Yemen al amanecer. 

Antes de permitirles subir, los traficantes cuentan la cantidad de migrantes – una práctica común que asegura que solamente puedan embarcar quienes hayan pagado la totalidad del precio. Para que todos puedan entrar, se obliga a los pasajeros dejar sus pertenencias en la playa. Algunos incluso deben deshacerse sus documentos de identidad, convencidos de que el anonimato va a disuadir a las autoridades de enviarlos de regreso a sus casas en caso de ser interceptados.

La inestabilidad del país, junto a una sequía históricamente brutal y otros efectos del cambio climático, está profundizando los factores que motivan la migración irregular a través de y desde el Cuerno de África, forzando a miles de personas vulnerables a intentar viajes sumamente arriesgados.

Jóvenes como Musab y Ahmed son con frecuencia tentados por traficantes y tratantes para embarcarse en estos viajes peligrosos e irregulares con la esperanza de acceder a mejores oportunidades laborales en el Golfo.

Tan solo en septiembre de 2022, aproximadamente 4.000 etíopes llegaron a Puntland con la intención de cruzar a Yemen. A fecha de hoy, en 2022, más de 50.000 migrantes llegaron a Yemen a través de la Ruta Oriental – sin duda alguna el corredor migratorio de mayor actividad en todo el mundo usado por quienes parten desde el Cuerno de África hacia los Estados del Golfo. Aproximadamente un 60% de esas personas viajan a través de o desde Somalia.

Esta es la primera vez que Musab ve el Rajo, un pequeño bote de madera que es usado por los contrabandistas y que es llamado así por una palabra somalí que significa esperanza. Foto: OIM/Ismail Salad Osman

Tras la muerte de su madre, Musab debió abandonar la escuela para poder cuidar a sus tres hermanos menores y ayudar a su padre con la granja familiar.

“Nuestra vida dependía totalmente de esa granja, pero lo triste era que no había llovido por tres temporadas consecutivas. Perdimos dos vacas, así que mi padre decidió vender la tercera antes de que también se muriera”, dice, explicando sus motivos para irse de casa y embarcarse en un viaje del cual ignoraba casi todo.

“Muchas personas de mi ciudad se han ido a Arabia Saudita y desde allí han podido enviar buenas sumas de dinero a sus casas cada mes. Pensé que yo también podría llegar a ser una de esas personas”.

Poco después su peligroso viaje lo llevó a ser detenido en Las Anod, una ciudad al norte de Somalia en la que se cree que cientos de migrantes son retenidos actualmente en calidad de rehenes. Los contrabandistas forzaron a Musab a llamar a su padre y a pedirle que enviara 340 dólares EEUU como condición para liberarlo.

“Después de una semana nos pusieron en un coche y nos dejaron en el medio del desierto. Caminamos durante días sin parar hasta que logramos llegar a Bosaso”, relata Musab, quien finalmente logró llegar a la ciudad después de recorrer más de 400 km a pie.

Las casas para migrantes son generalmente manejadas por contrabandistas etíopes que las alquilan a los migrantes durante varias semanas mientras ellos organizan el viaje por bote desde Bosaso a Yemen. Foto: OIM/Ismail Salad Osman

“Los migrantes que toman la Ruta Oriental no siempre conocen en su totalidad el costo e impacto que el viaje puede llegar a tener en sus vidas – desde el punto de vista financiero, físico y mental”, explica Memory Mwale, Coordinador del Plan Regional de Respuesta a Migrantes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Algunos migrantes pasan meses en Bosaso, realizando trabajos domésticos que les permiten juntar dinero suficiente como para poder pagarles a los contrabandistas por el viaje de ida. Otros se quedan varados y esperan para poder retornar a sus casas o continuar con el viaje, si bien no cuentan con medios como para poder hacer alguna de esas cosas.

“Hay una urgente necesidad de concientizar a los jóvenes para ayudarlos a que tomen decisiones informadas y evitar que sean expuestos al abuso, la detención y la extorsión”, dice Mwale.

En el marco del proyecto la OIM trabaja con los asociados y gobiernos para asistir y proteger a los migrantes vulnerables de Etiopía, Somalia, y Djibouti que van a Yemen o regresan desde allí. A través de este plan la OIM brinda su apoyo a los centros de respuesta en lugares estratégicos a lo largo de la ruta. En los centros, los migrantes tienen acceso a cuidados médicos, agua, alimentos e información. Pueden asimismo registrarse para el retorno voluntario asistido a sus comunidades de origen.

En 2022, más de 50.000 migrantes llegaron a Yemen a través de la Ruta Oriental. Foto: OIM/Ismail Salad Osman

Sin ningún lugar para dormir o al menos descansar un poco, Musab pasó sus primeros días en las calles de  Bossaso, en donde eventualmente conoció a Ahmed, quien lo llevó a un campamento atestado en donde otros migrantes se estaban quedando. 

“La choza estaba hecha de plástico, prendas anudadas y madera, y estaba llena de gente. Cerca de 37 etíopes vivían en ese espacio tan pequeño”, recuerda Musab.

Este alojamiento es propiedad de los traficantes que esperan que los migrantes paguen antes de embarcarse en el viaje a Yemen.

“Casi no tenía recursos, pero no pensaba rendirme tan fácilmente. Trabajé como lavador de platos por dos meses y medio e hice suficiente dinero como para poder seguir con el viaje.”

El personal del centro de la OIM en Bosaso visita con regularidad las casas de los migrantes en la ciudad para la implementación de actividades de concientización y para la identificación de las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad y que podrían requerir asistencia vital. También derivan a los migrantes a casas seguras manejadas por las organizaciones locales o a hospitales del gobierno para que puedan acceder a tratamientos.

Si bien es mucho el trabajo que la OIM y sus asociados están realizando, las necesidades no paran de aumentar y los migrantes deben seguir enfrentando serios desafíos a lo largo de la ruta. La tarea de promover rutas migratorias regulares en esta región sigue siendo crucial.  

La asistencia brindada por la OIM a lo largo de la Ruta Oriental es posible gracias al Plan Regional de Respuesta a Migrantes para el Cuerno de África y Yemen, Marco  2021–2024, que actualmente es financiado por varios donantes, entre ellos el Gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea y los Gobiernos de Francia y Noruega.

Esta historia fue escrita por Ismail Salad Osman, Asistente de Comunicaciones de la OIM Somalia

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