Bangladesh, 24 de abril de 2023 – Antes de vivir una verdadera tragedia, Moharaj había viajado al Medio Oriente con la esperanza de una vida mejor para su familia, lo mismo que otros miles de trabajadores migrantes bangladesís. Primeramente, se dirigió a Arabia Saudita en 1996, en donde trabajó por 12 años. Regresó al distrito de Tangail en la zona central de Bangladesh después de haber ganado lo suficiente como para mantener a su familia y comenzar con un negocio en su país.
“Pensé que regresar a mi hogar tras haber trabajado tan duro en Medio Oriente por muchos años me traería felicidad y éxito. Pero desgraciadamente el destino tenía otros planes para mí”, cuenta Moharaj.
La suerte que lo había estado acompañando se esfumó y empezó a sufrir una serie de desgracias, incluyendo matrimonios fallidos, dinero que había logrado ahorrar con gran esfuerzo ahora perdidos a causa de traiciones, el hecho de tener que volver a migrar de manera peligrosa, los horrores de la esclavitud moderna, una hija enferma y un grave accidente.
Después de un par de matrimonios que no funcionaron, Moharaj decidió irse a Dubai en 2015, con el corazón maltrecho y la ayuda de un intermediario. Trabajó como operario manual allí, soportando largas horas de trabajo y duras condiciones. Sin embargo, se vio obligado a retornar a Bangladesh por una disputa familiar.
Después de una corta estadía en Bangladesh, partió otra vez a la búsqueda de un mejor futuro. Se fue a Irak, desde donde esperaba poder llegar a Italia. Desde allí los traficantes lo hicieron ingresar a Siria junto con otros migrantes antes de intentar enviarlo a Italia, algo que nunca ocurrió.
En 2016, Moharaj eventualmente pudo abordar un bote de goma que iba a Grecia desde Siria, con casi cien refugiados a bordo.
Varado en un campamento de refugiados en una isla en Grecia, el muy desalentado Moharaj se enteró de que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) brindaba apoyo de retorno a migrantes que voluntariamente decidían regresar a su hogar. Decidió entonces retornar y comenzar de nuevo.
Sin embargo, una vez que estuvo de regreso en su hogar, Moharaj casi perdió una pierna luego de que su bicitaxi volcara y chocara con un puente. El accidente le destrozó el hueso del muslo y lo dejó con una discapacidad permanente. Tras este accidente la OIM le brindó el apoyo necesario a través del Proyecto de Reintegración Sostenible y Gobernanza Mejorada de la Migración (Prottasha).
Prottasha ha brindado apoyo monetario, logístico y emocional que ha ayudado a reavivar la esperanza en Moharaj y su familia. Recibió apoyo médico y en especie por un valor superior a BDT 100.000 (930 dólares EEUU). El Proyecto Prottasha también lo ayudó a acceder a una tarjeta de discapacidad, la cual le ha permitido beneficiarse del apoyo alimentario brindado por el Gobierno.
Fatema, su esposa, lo ha apoyado en todo momento, brindándole cuidados y apoyo incondicional, manteniéndolo a él con vida y también a su hija mayor María durante los días más oscuros. María estuvo en estado crítico en el mismo momento en que Moharaj sufrió el accidente. Ahora se está recuperando.
Una luz de esperanza durante este período tan complicado para la familia fue la hija menor Mahiya, seguidora de la moda que nunca pierde la oportunidad de mostrar sus hermosos vestidos. Sin darse cuenta del todo de la tragedia que su padre había vivido, su alegría y su carácter juguetón trajo un aliento de vida a la familia.
Moharaj ha usado hábilmente la asistencia y la capacitación financiera que le ha brindado el Proyecto Prottasha y ahora maneja un negocio de té con singular éxito. Con las ganancias puede mantener a los cinco miembros de su familia. Su hijo Jubayer a menudo le da una mano en el manejo del negocio.
El negocio de té de Moharaj se encuentra en el centro del mohalla (vecindario). Es mucho más que un simple almacén. Se trata de un centro social que atrae todo el día a una numerosa clientela. A la noche ilumina un paisaje que de lo contrario sería mundano.
Moharaj se ha convertido en un símbolo de esperanza para otros migrantes que están viviendo duros momentos y retornan con las manos vacías y traumatizados desde lugares muy distantes que alguna vez los tentaron con promesas de esperanza y oportunidades. Para muchos, Moharaj es la personificación de la Prottasha (esperanza).
Financiado por la Unión Europea, el Proyecto Prottasha ha contribuido con la reintegración sostenible de retornados a Bangladesh y con el logro progresivo del Objetivo de Desarrollo Sostenible 10.7 para facilitar la migración y movilidad de las personas en forma ordenada, segura, regular y responsable, incluyendo la que tiene lugar por medio de la implementación de políticas bien planificadas y gestionadas.