Kiev/Lviv, 25 Marzo de 2022 – “¿Sabe usted dónde puedo conseguir levotiroxina?” Esta es una de las preguntas frecuentes que repiten las personas afectadas por la guerra en Kiev, capital de Ucrania. Una situación similar se observa en otras ciudades.
En Facebook es común ver las publicaciones de personas que están buscando medicación para la tiroides, incluso en regiones no afectadas aún por la guerra. En la primera semana de la invasión militar rusa, la gente pasó hasta cinco horas haciendo fila en la puerta de un grupo de farmacias que siguen funcionando en Kiev. Nadie abandonaba la fila para refugiarse, ni siquiera cuando las sirenas de las incursiones aéreas se activaban. En la tercera semana, para poder entrar a una farmacia había que hacer una hora de cola. Ahora casi no hay filas, mayormente porque no quedan insumos, y no se sabe bien cuando entrarán los nuevos pedidos de suministros. Los almacenes que aún cuentan con algunas de estas drogas tan necesarias han estado cerrados desde el 24 de febrero, y la esperanza de una pronta reapertura se ha ido desvaneciendo de a poco.
Debido a que tampoco hay transporte público, a que hay restricciones a los movimientos y a que las hostilidades continúan, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que es cada vez más complicado acceder a medicamentos y cuidados de enfermedades no transmisibles, tales como (sin limitarse a) dolencias cardiovasculares, hipertensión, diabetes, enfermedad crónica del riñón, enfermedad respiratoria crónica, epilepsia y cáncer.
El constante bombardeo de la infraestructura médica implica una carga muy pesada sobre los trabajadores médicos en las zonas más afectadas. En las primeras tres semanas de la guerra, más de 40 instalaciones fueron atacadas, derivando en 34 personas heridas y 12 fallecidas.
Una reciente encuesta realizada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indica que hay 6,48 millones de personas desplazadas internamente (IDP) en Ucrania. Cerca de un tercio de las familias desplazadas contaban con miembros con enfermedades crónicas, y casi un 20% incluían a personas con alguna discapacidad. Los medicamentos y los servicios de salud han sido identificados como la segunda necesidad más imperiosa. A pesar de todos esos desafíos, desde que comenzaron las hostilidades hasta más o menos mediados de marzo, más de 4.300 niños y niñas nacieron en Ucrania y 80.000 mujeres más están por dar a luz en los próximos tres meses.
La ciudad occidental de Lviv alberga a más de 250.000 personas desplazadas internamente y en ella es muy evidente que la capacidad de las instituciones médicas está bajo una gran presión. Asimismo la ciudad ha sido testigo de varios ataques con misiles desde que la guerra empezó. A pesar de todo esto, en los esfuerzos humanitarios sigue ocupando un lugar preponderante la intención de ayudar a quienes están escapando de la guerra rumbo a países vecinos y a quienes han decidido quedarse en esta región.
En Lviv, el Hospital Andrii Sheptytsky, institución que trabaja con la OIM, se ofreció voluntariamente para proveer cuidados médicos, tanto urgentes como planificados, para todas las personas, incluso las recientemente desplazadas. El personal del mencionado hospital tiene una presencia regular en la estación ferroviaria de Lviv – un importante centro de salud que recibe a personas desplazadas internamente. Varios psicólogos atienden consultas directamente en los albergues para personas desplazadas, ayudándolas a vencer la angustia severa que sufren tras haber tenido que escapar de las zonas de conflicto. Desde que la guerra comenzó, el hospital ha logrado ampliar la cobertura de su unidad de cuidados paliativos, para poder recibir a quienes necesitan cuidados permanentes.
“Debido a que hay medicamentos específicos en Ucrania oriental, muchos pacientes con enfermedades no transmisibles están escapando al oeste, en donde pueden acceder a tratamientos y cuidados. Es importante para nosotros anticipar la escala de futuros desplazamientos y aumentar nuestras capacidades”, explica Andrii Login, a cargo del manejo del fondo de beneficencia en el hospital. “Muchos trabajadores de la salud siguen estando aquí, no se han ido a la UE, de modo que tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para mantener a este personal y mejorar la infraestructura médica a nivel regional y local. De lo contrario, el sistema se sobrecargará”.
La directora médica del hospital, Roksolana Velgush, advierte que el desplazamiento masivo podría derivar en una nueva ola de COVID-19 puesto que la gente no tiene más opción que la de quedarse en albergues atestados con escasa ventilación. Varios brotes de infecciones respiratorias, entre ellas la COVID-19, han sido informados ya en los albergues para personas desplazadas internamente en Lviv, en tanto que 35.396 nuevos casos de COVID-19 y 556 nuevas muertes fueron registrados en el país entre el 10 y el 16 de marzo. Puesto que las unidades reservadas para el tratamiento de la COVID-19 han sido reorientadas para asignarlas al tratamiento de los heridos y de quienes se encuentran en condición grave, son pocas las chances de aislar a los pacientes de COVID-19. Como dato positivo, Roksolana destaca que la vacunación contra la COVID-19 no se ha detenido, si bien el ritmo es más lento.
Los impactos sanitarios de la guerra están en el foco del trabajo de la OIM. La OIM ha estado presente en Ucrania por más de 25 años, defendiendo las prácticas y políticas sanitarias que incluyan a migrantes, facilitando las evaluaciones de la salud migratoria junto a clínicas asociadas, reacondicionando instituciones médicas afectadas por el conflicto en Ucrania oriental que estalló en 2014 y entregándoles equipamiento médico y de protección personal para ayudar a combatir la propagación de la COVID-19.
En respuesta a la crisis actual, la OIM aspira a poder desplegar equipos sanitarios móviles compuestos por médicos y enfermeras para apoyar el acceso a cuidados vitales de la salud primaria. La Organización también brindará su apoyo a centros locales de cuidados de la salud primaria a través de la adquisición de equipos de protección personal para reducir la diseminación de enfermedades contagiosas tales como la COVID-19.
Por Varvara Zhluktenko e Iryna Tymchyshyn, OIM Ucrania