Longdenville, Trinidad y Tobago – Entre los coloridos cortes de tela y las máquinas de coser en Longdenville, una pequeña ciudad en la zona central de Trinidad y Tobago, Akila se recuesta sobre su banco de trabajo, alisando cuidadosamente el género de un top de color azul que está confeccionando, ajustando el dobladillo y colocando alfileres estratégicamente en toda la prenda. Junto a ella se encuentra Yusmila, con quien comparte un sueño: desarrollar capacidades que les brindarán a sus familias estabilidad económica.
Akila, es una madre de 30 años originaria de Trinidad que tiene una hija de 5. Solía ayudar a su marido a llevar adelante el negocio de tapicería. Muy ansiosa por aprender a coser, se inscribió en el Programa Flourish Empowering Resilience and Integration (programa para el fomento del empoderamiento, la resiliencia y la integración) que congrega a participantes migrantes y locales brindándoles capacidades técnicas, impulsando su confianza y promoviendo el empoderamiento. “Yo sueño con diseñar prendas para mí misma y para mi hija en lugar de comprar ropa hecha. ¿Quién sabe? ¡Esto podría ser el inicio de mi propio emprendimiento!”
En 2019, Yusmelis, de 43 años, se fue de Venezuela rumbo a Trinidad y Tobago buscando un mejor futuro para sus tres hijos. Ella ve la capacitación como una oportunidad de ampliar sus propias capacidades. “Muchos residentes locales inicialmente nos veían como rivales para sus trabajos, pero ahora quienes participan en nuestros cursos han podido comprender nuestras historias y nos brindan apoyo activo. La capacitación sirve para romper el hielo”, dice mientras enhebra la aguja de la máquina de coser.
Akila, Yusmelis y quince participantes más han pulido sus capacidades sentadas frente a la máquina de coser. En tan solo cuestión de días les darán los toques finales a los tops antes de llevárselos a casa.
Empoderamiento de las mujeres
A cargo de esta iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se encuentra Lucia Cabrera-Jones, que preside la Red de Medios y Educación de las Mujeres (WOMEN). Ella misma es migrante de Cuba y explica una estrategia holística para el abordaje de los desafíos de múltiples facetas que tanto las mujeres migrantes como las locales deben enfrentar en la zona de Chaguanas, centro de Trinidad. “Los problemas que suelen suscitarse entre las migrantes y las residentes locales a menudo tienen su origen en un malentendido entre culturas”, dice. “El programa facilita un diálogo que promueve la comprensión mutua por medio de experiencias compartidas”.
En el último trimestre de 2024 Trinidad y Tobago alberga a aproximadamente 36.000 migrantes y refugiados de Venezuela a la búsqueda de una vida mejor. Para muchos de ellos, como Yusmelis, estas oportunidades de fortalecimiento institucional son una puerta abierta a la inclusión laboral y financiera, promoviendo la independencia económica.
“La inclusión y la auto suficiencia son claves para los migrantes y las comunidades que los reciben”, dice Desery Jordan-Whiskey, Oficial a Cargo de la OIM en Trinidad y Tobago. “Cuando los migrantes tienen la oportunidad de compartir sus capacidades, esto genera ventajas para la economía, para las comunidades locales, y para los propios migrantes”. Desde 2023 la OIM ha dotado a cerca de 1.450 migrantes y miembros de la comunidad local con capacidades esenciales lo cual ha facilitado vías para oportunidades de empleo sostenible o de auto-empleo.
Intercambio de capacidades para el Desarrollo comunitario
Alrededor de 45 participantes se inscriben en una variedad de cursos que se dictan cada sábado y que van desde la costura hasta la carpintería e hidroponía. Estas sesiones tienen un objetivo que va más allá del desarrollo de capacidades; también buscan servir como plataformas para el desmantelamiento de la xenofobia y las barreras idiomáticas.
Vexti es una participante de Venezuela que tiene un gran entusiasmo por el sistema de hidroponía que consiste en cultivar plantas en el agua. Ella planea replicar una versión en menor escala en su casa y eventualmente expandirla a toda Venezuela. El programa la está ayudando a integrarse a la comunidad. “Mezclar a los participantes es una idea excelente porque nos permite aprender cosas de la comunidad que nos acoge y a la vez ellos aprenden de nosotros. Asimismo, yo he mejorado mucho mi dominio del idioma inglés”, dice.
Amanda es de Trinidad, está aprendiendo carpintería y destaca la importancia de estar unidos. “Este programa nos ayuda a unirnos y a mezclarnos como si fuéramos uno solo. A pesar de que venimos de entornos distintos, tenemos también muchas cosas en común”. Amanda espera un día poder convertir su vocación por la carpintería en una ocupación de tiempo completo. “Me imagino a mí misma siendo propietaria de mi propio negocio y convirtiéndome en mi propia jefa”.
Por medio de iniciativas como Flourish, mujeres como Akila, Yusmelis, Vexti y Amanda no solamente adquieren nuevas capacidades, sino que también desarrollan vínculos que promueven el respeto y la comprensión a pesar de las barreras culturales. Estas historias muestran de qué manera el empoderamiento puede llevar a un cambio transformador dentro de las comunidades. “Trabajar con migrantes como equipo verdaderamente me ha empoderado”, dice Amanda con orgullo mientras aprende a operar una motosierra.
Esta historia fue escrita por Gema Cortes, Unidad de Prensa de la OIM, Oficina del Enviado Especial para la Respuesta Regional a la Situación en Venezuela.