Chisinau, Moldavia, 5 de marzo de 2022 – Un día estaban ocupándose de sus asuntos con  total tranquilidad. Al día siguiente, sus mundos se dieron la vuelta.

Más de 1,45 millones de personas, de casi 140 países, han tenido que huir de Ucrania, mientras las operaciones militares convirtieron en refugiados a abogados y trabajadores, estudiantes y secretarias, maestros y técnicos.

Algunos de los que llegan a la capital de Moldavia lucen conmocionados y desaliñados tras haber estado en ruta durante días; otros han logrado cruzar las fronteras hace menos de dos horas en sus SUV con sus mascotas y accesorios.

La adrenalina de la huída sigue estando presente en la sangre y se mezcla con tomar conciencia de a poco que en este momento la realidad significa despertar en una tierra diferente, sobre el suelo de un campo de refugiados. El pasado ha quedado en Ucrania, con sus casas y pertenencias. Sus recuerdos han sido guardados en paquetes, bolsas de plástico y maletas.

Recién llegados de Ucrania esperan afuera de un centro de exposiciones convertido en centro de refugiados en Chisinau, capital de Moldavia. Foto: OIM/Joe Lowry

Las autoridades de Chisina, agencias de la ONU, organizaciones no gubernamentales y entidades privadas de caridad están llevando sus artículos de asistencia con gran rapidez a Moldexpo, un centro de exposiciones. En los últimos dos años, ese lugar fue utilizado como un centro de tratamiento de la COVID-19 y las áreas de aislamiento todavía están allí. Ahora se ha convertido en el hogar de más de 1.000 personas, lo cual representa más del doble de la capacidad original.

Afuera cae la nieve, un recordatorio no muy sutil de que la gente ha tenido que abandonar sus hogares en un momento muy duro del año. Está cálido en el interior, y jóvenes voluntarios sirven bebidas calientes y algunos bocadillos.

Aquí la gente puede dormir después de días de huída y miedo. Los niños juegan corriendo en círculos mientras los padres comparten las noticias en un ambiente de tranquilidad, recordando cómo una semana atrás o más tenían un sentido de propósito y pertenencia a un lugar.

Aygun se fue de la ciudad portuaria de Odessa en Ucrania cuando las operaciones militares comenzaron.

Lars Lonnback, Jefe de Misión de la OIM en Moldavia (a la izquierda) formó parte de la delegación que se reunió con el Alto Representante de la UE  Josip Borrell en un centro de refugiados en Chisinau, capital de Moldavia. Foto: OIM/Joe Lowry

“El 24 de febrero por la mañana escuchamos el horrible estruendo de los bombardeos. Nos dimos cuenta de que debíamos irnos de Odessa lo antes posible, pero eso no era muy fácil puesto que tengo tres hijos y no tengo coche”, dice.

Originaria de Azerbaiyán, tiene un hijo de ocho años y dos hijas de 11 y 12; su marido ucraniano tuvo que quedarse en Odessa.

“Logramos agarrar las cosas más importantes y escapar. Llegamos a este lugar en autobús; era un autobús organizado para los refugiados. Ahora lo único que necesitamos es algo de comida, tiempo para descansar y seguiremos rumbo a Baku”. 

Refugiados de Ucrania cruzan a Moldavia en Palanca, al sur del país. La mayor parte de ellos son mujeres, menores y ancianos, puesto que los hombres de entre 18 y 60 deben quedarse. Foto: OIM/Nikolae Grosu 

El Alcalde de Chisinau Ion Ceban le cuenta al Jefe de Misión de la OIM Moldavia Lars Lonnback que muchos edificios públicos están siendo acondicionados mientras más personas llegan; más de 194.000 ucranianos y nacionales de terceros países han llegado a este pequeño país en el borde de Europa y muchos han debido atravesar la Unión Europea.

Aygun y sus hijos están viajando con su pariente, Ayan, que tiene dos hijos, una niña de 12 años de edad y un bebé de tres meses.

Ella sabía bien que tenía que irse, impulsada por una fuerza básica muy potente, como lo es el amor de una madre por sus hijos.

“Mi deber era salvar a mis hijos”, dice. “Mi marido se quedó en Odessa también y espero que todo pase pronto y que podamos estar juntos nuevamente”.

La OIM está evaluando necesidades, distribuyendo artículos esenciales de socorro e intensificando la recaudación de fondos para lo que ha sido descripto como la mayor emergencia humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

Historia por Joe Lowry y Ana Gnip.

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