Addis Abeba, 24 de abril de 2023 – Cuando un traficante le prometió a Kalifa Rashid de 12 años un trabajo bien remunerado como pastor de camellos en otro lugar, el niño se fue de su ciudad natal Jimma en la Región de Oromia, al sudoeste de Etiopía, para recorrer un camino que los migrantes que se dirigían a los países del Golfo usaban con frecuencia.

“Yo venía observando que algunos de mis compañeros de clase dejaban de ir a la escuela. Cuando pregunté sobre su paradero, me dijeron que se habían ido a los Estados del Golfo a buscar trabajo”, recuerda, relatando cómo fue que decidió irse de su casa.

“Un día un extraño apareció afuera de los portones de la escuela y comenzó a mezclarse y a conversar con nosotros. Nos dijo que había muchos puestos de trabajo en Arabia Saudita y que no teníamos que pagar nada por adelantado para que nos llevaran a ese lugar”.

Con el sueño de ganar dinero, un día Kalifa se fue directo de la escuela a un lugar en el que se encontraría con un traficante desconocido. Esta persona había hecho los arreglos necesarios para que un guía lo llevara a encontrarse con otro traficante. Abordó un autobús y después de un corto viaje con otras personas, retomó el trayecto de a pie.

A pesar de que le habían prometido que el viaje sería corto e insumiría tan solo un par de días, Kalifa muy pronto descubrió que eso no era verdad. Tuvo que recorrer una larga distancia de a pie a través del duro desierto de la Región de Afar (Etiopía), antes de poder cruzar la frontera rumbo a Djibouti en donde se quedó por semanas sufriendo el calor sofocante mientras esperaba alguna embarcación lo llevase a Yemen.

“Fue un viaje agotador con poca comida y mucha sed. Me llevó un mes poder llegar a Yemen, y aún me quedaba un largo camino por delante. Tuve la suerte de que algunos vehículos me hicieron el favor de llevarme, pero la mayor parte del camino tuve que hacerla caminando”, dice, explicando cómo viajó con otros compañeros migrantes que fue conociendo en el camino.

Kalifa pasó por las manos de muchos traficantes a los que les prometió pagarles cuando tuviera empleo. Muchos migrantes que se embarcan por la Ruta Migratoria Oriental hacia los Estados del Golfo no logran llegar y Kalifa está muy agradecido por no haber sido raptado o retenido a cambio de una recompensa por parte de los traficantes que merodean en esta ruta.

Rashid, el padre de Kalifa, estaba trabajando en los cafetales cuando le llegó la noticia de la desaparición de su hijo. Este hombre de 40 años, padre de diez hijos, sobrevive cultivando plantines de café que luego vende a los granjeros en la ciudad de Toba, a unos 150 km de Jimma.

“Los plantines que yo estaba preparando estaban casi listos y a tan solo un par de semanas de ser vendidos. Pero cuando me llegó la noticia de que mi hijo se había marchado por esta peligrosa ruta, no tuve más remedio que abandonarlo todo e ir a buscarlo”.

Rashid era también un migrante retornado que 15 años atrás había hecho el mismo viaje por esa ruta tan peligrosa. Entonces sabía bien qué era aquello a lo cual su hijo se estaba enfrentando.

“Tenía que encontrarlo antes de que su error le costara la vida”, explica.

Se vio obligado a elegir entre rescatar a su hijo o poner en peligro el medio de vida de toda la familia.

“Fue una elección difícil pero no podía ocuparme de mis plantines sabiendo que mi hijo estaba en peligro. Tuve que ir a buscarlo y evitar su muerte inminente”, cuenta.

Rashid tuvo que renunciar a uno de sus dos bueyes para poder pagar el viaje hasta Yemen.

“Lo vendí por 35.000 birrs (650 dólares EEUU) y con ese dinero fui a buscar a mi hijo. Para poder llegar hasta él, en la mayor parte del trayecto viajé de aventón en camiones. Pensé que el dinero por la venta del buey me iba a alcanzar. Pero en un momento determinado se me terminó y me tuvieron que enviar 10.000 birrs más (230 dólares) para pagarle a los camioneros en Yemen”.

Cuenta que en su viaje a Yemen pudo ver cuerpos de migrantes fallecidos y personas con heridas de bala. Después de pasar semanas en ruta, Rashid finalmente encontró a su hijo camino al Reino de Arabia Saudita. Ese camino en el que encontró a Kalifa suele estar lleno de traficantes que secuestran, detienen y torturan a los migrantes hasta que se les pagan las sumas que piden para liberarlos.

“Puesto que mis chances de encontrar a Kalifa iban menguando a medida que pasaban los días, sentí una alegría inmensa cuando finalmente lo pude localizar. Estaba muerto de sed y de hambre. No podía creerlo cuando lo vi”, dice Rashid.

Kalifa Rashid y su padre en el Centro de Tránsito de la OIM Etiopía en Addis Abeba. Foto: OIM/Mehalon Lule

A pesar de que lograron reunirse, no pudieron regresar de inmediato a su casa ya que no encontraron un medio de transporte seguro y ya no les quedaba nada de dinero. “Me enfrenté de nuevo con la difícil decisión de encontrar un trabajo de baja categoría para poder pagar nuestro viaje de regreso y poder recomponerme económicamente por todo lo que había gastado, o bien encontrar cualquier medio que estuviera a nuestro alcance para poder regresar”.

Rashid dice que en ese momento recordó el viaje que había hecho al Reino de Arabia Saudita quince años atrás, cuando trabajó en ese país por algunos meses. Pudo ahorrar una suma que solo le alcanzó para reemplazar el techo de paja de su vivienda con chapas nuevas de metal corrugado.

“Pero no quería tomar ese camino otra vez pues yo había oído que la ruta entre Yemen y Arabia Saudita se había vuelto mucho más violenta”.

En ese momento se enteraron de que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ayudaba a los migrantes varados en Yemen a regresar a sus hogares. Ellos fueron algunos de los cientos de retornados que lograron regresar a Etiopía en un vuelo de Retorno Humanitario Voluntario (VHR) el mes pasado. El año anterior la OIM había asistido aproximadamente a unos 5.700 etíopes para que pudieran regresar a sus casas desde Yemen en vuelos del Programa de VHR.

Kalifa y Rashid estuvieron entre los cientos de retornados etíopes que fueron asistidos por la OIM para poder retornar en condiciones de seguridad a sus lugares de origen. Foto: OIM/Mehalon Lule

“Estoy muy aliviado de haber podido regresar y de haber traído a mi hijo conmigo sano y salvo”, dice Rashid, hablando desde el Centro de Tránsito de la OIM en Addis Abeba. “Ahora tenemos que regresar a nuestra casa y deberé empezar de nuevo. Él deberá retomar sus estudios. Después de todo lo que ha sufrido espero que haya aprendido la lección y que se focalice en sus estudios. Si no quiere ir a la escuela, también podría ayudarme en el campo. Es su decisión”.

El personal de la OIM le dijo adiós a Kalifa y su padre Rashid mientras continuaban con el viaje de regreso a su hogar. Foto: OIM/Mehalon Lule

Kalifa dice que después de haber experimentado semejante adversidad, no intentará viajar por esta ruta nuevamente y le contará a sus pares en la escuela acerca de los peligros relacionados con tomar una decisión de ese tipo.

La OIM puede brindar apoyo para el retorno desde Yemen gracias a las generosas contribuciones de la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM), que es la oficina humanitaria del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y del Centro de Ayuda Humanitaria y Socorro del Rey Salman (KSrelief).

Para más información por favor contactar con Alemayehu Seifeselassie, salemayehu@iom.int.

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