Del otro lado: las familias
transnacionales de Nkomazi

Shadrack Mkukuli perdió una pierna cuando los rebeldes en Renamo atacaron el tren en el que trabajaba.

Shadrack Mkukuli, de 58 años, vive en una choza rudimentaria con piso de tierra en el fondo del patio de la casa de su hermano, y allí aún arrastra las cicatrices físicas y psicológicas de la guerra civil en Mozambique que terminó en 1992.

La pierna de Mkukuli debió ser amputada tras sufrir una horrible herida en un ataque a un tren en 1984. Tras haber perdido a varios miembros de la familia en la guerra, fue la muerte de su hermano lo que hizo que los miembros de la familia que ya se encontraban viviendo en la zona de Nkomazi al noreste de Mpumalanga en Sudáfrica enviaran a un pariente a la frontera y lo trajera a Sudáfrica.

“No me siento bien. No cuento con un ingreso. No puedo trabajar. Estoy sufriendo mucho”.

Con lujo de detalles Mkukuli describió el día del ataque a un tren por parte de la Resistencia Nacional de Mozambique (Renamo) que lo dejó tullido.

“En 1984 yo me encontraba trabajando en Spoornet [Servicio de Transportes de Sudáfrica] en Mozambique. Ahí es donde me hirieron. Me encontraba trabajando en el tren en el cual Renamo colocó bombas. Cuando explotaron sufrí las heridas. Y tras la explosión asaltaron el tren portando armas”.

Mkukuli es un hombre tranquilo, de sonrisa amable. Pero cuando habla sobre aquel día, se endereza en su silla, su sonrisa desaparece y sus ojos se agrandan. “Muchas, muchas personas murieron ese día. Pero en mi caso tuve suerte porque solamente perdí la pierna”, dijo. “Vi morir a muchas personas. Les dispararon delante mis ojosa”.

Durante la guerra civil que duró 15 años, Mkukuli perdió a numerosos miembros de su familia, entre ellos su padre, su abuela y a un tío. Pero fue el asesinato de su hermano menor el que tuvo el mayor impacto sobre él.

“Pude ver los ataques. No los puedo olvidar. Mi hermano estaba durmiendo, y en ese momento se metieron en la casa y le dispararon a quemarropa mientras dormía”, dijo Mkukuli.

Mkukuli ha estado usando la misma prótesis de pierna durante 31 años.

Recién tras su llegada a Sudáfrica, en enero de 1989, pudo conseguir una prótesis para la pierna, y hasta ese momento había dependido totalmente de un par de muletas. Aún sigue usándola. Está vieja y tiene algunas rajaduras, pero Mkukuli no ha tenido oportunidad de conseguir otra.

Debido a su condición legal y a que nunca solicitó asilo a su llegada ha tenido que vivir al margen de la sociedad en Nkomazi, circunstancia que ha dificultado su acceso a los servicios básicos tales como los de cuidados de la salud. “No me siento bien. No tengo un ingreso. No puedo trabajar, estoy sufriendo demasiado”, dijo.

Shadrack Mkukuli en su hogar.

El caso de Mkukuli no es el único en esta zona de Sudáfrica, en donde la migración regional transfronteriza ha sido una característica distintiva por siglos. Lindando con Mozambique al este y con eSwatini al sur, Nkomazi comprende varias comunidades transfronterizas.

En un documento comisionado por la Fundación Nelson Mandela en 2009, bajo el título “La dinámica de la cohesión social en medio de los espacios transnacionales”, Ken Mutuma escribe que muchos residentes de Mozambique que siguen en la zona fueron refugiados que lograron escapar de la guerra civil en Mozambique. Actualmente, la mayor parte de ellos se encuentran asentados de manera permanente e integrados a la comunidad, hablando las lenguas locales tales como el siSwati y el isiNdebele con fluidez.

“Algunos han podido acceder a documentos de identidad sudafricanos por medio de amnistías y exenciones otorgadas por el gobierno en 1996 y en 1999/2000, pero, debido a las deficiencias relativas al procedimiento de la implementación de las amnistías, muchas personas siguen sin contar con tales documentos, y sin poder acceder a los servicios básicos.

Mkukuli vive en una choza desvencijada en el patio trasero de la casa de su hermano.

“Si bien son pocos los que cuentan con permisos de inmigración, estas poblaciones se consideran a sí mismas sudafricanas debido a la comunidad histórica y a los vínculos familiares. Es muy difícil distinguir entre menores sudafricanos y no sudafricanos ya que ellos comparten los idiomas (SeSwati [siSwati] y Shangaan), tienen parientes en Sudáfrica y vínculos de larga data en ese distrito, y a menudo cuentan con documentos de  las autoridades tradicionales que muestran la residencia local”, escribió Mutuma.

Sandra Mlima, originaria de Mozambique y con problemas de audición, se casó con un sudafricano.

La familia de Salbedze Mashabane, de 50 años, se caracteriza por estar conformada por una mezcla de nacionalidades y documentaciones. Su esposa, Sandra Mlima, de 45 años, se mudó a Sudáfrica con un pariente luego de que tanto su padre como su madre fallecieran durante la Guerra Civil en Mozambique.

Mlima es sorda y tiene un hijo, Sibusiso, de 27 años, de una relación anterior. El joven es deficiente visual y otra discapacidad física, pero aun así Mashabane cuenta que ninguno de ellos ha luchado para acceder a los cuidados de salud porque además ninguno de ellos está documentado.

Sibusiso de 27 años.

Mashabane, que nació con una discapacidad física en su pierna izquierda y que sufrió una seria herida en su pierna derecha tras haber caído sobre una fogata tras una convulsión epiléptica, pasa la mayor parte de sus días sentado sobre una alfombra debajo de un gran árbol afuera de las dos habitaciones en donde vive la familia de nueve integrantes.

Sentado bajo el sol abrasador, Mashabane pasa sus días tejiendo las alfombras que vende para hacer algo de dinero, o bien machacando latas durante horas sin parar. Sus hijos más pequeños las juntan en la zona, y necesitan llenar nueve o diez bolsas de 50kg con latas aplastadas y otros desechos de acero para que les reporten entre 1.000 a 1.500  ZAR (entre 67 y 101 dólares) por mes.

Salbedze Mashabane gana algo de dinero tejiendo alfombras.

“No he trabajado nunca debido a mi discapacidad física”, dijo recientemente una mañana de jueves en la puerta de su casa en Naas, en la Municipalidad de Nkomazi. “Se hace realmente difícil porque dependo del subsidio [que recibo] para cuidar a mi familia”.

De los siete menores que hay en la familia, reciben solamente subsidios por un monto de 400 ZAR (27 dólares) para tres de ellos. Con esto y con el subsidio por discapacidad de Mashabane, de 1.800 ZAR (121 dólares) la familia tiene que arreglárselas para llegar a fin de mes.

El interior de la casa de Mashabane y Mlima.

Uno de los grandes desafíos para Mashabane y Mlima es comunicarse entre sí. Ninguno de ellos pudo aprender un lenguaje de señas oficial, y se comunican usando lenguaje y gestos que han aprendido del otro.

Salbedze Mashabane recicla latas.

Aquí en la Municipalidad de Nkomazi muchas personas luchan para poder accede a cuidados de la salud y otros servicios debido a su condición legal en Sudáfrica.

De acuerdo con investigaciones realizadas por el Centro Africano para la Migración y la Sociedad (ACMS) de la Universidad de Wits la mayor parte de los migrantes indocumentados – con o sin discapacidades – son invisibles o están ocultos en lo relativo a cuidados de la salud porque tienen temor de ser denunciados a las autoridades de inmigración y luego deportados.

Mashabane ha tenido estas muletas de madera por más de 30 años.

Oupa Zitha, Presidente del Foro de Discapacidad de Ehlanzeni, pasa mucho tiempo promoviendo el conocimiento respecto de las personas con discapacidades y los desafíos que deben enfrentar en esta zona.

Zitha sufrió un serio accidente hace años mientras transportaba caña de azúcar para un molino local. Tuvo la suerte de sobrevivir, pero en el proceso le amputaron la pierna y le practicaron una traqueotomía.

Para él, es imposible ignorar a los migrantes con discapacidades en la zona. Por ello, pone el foco de su trabajo en las personas con discapacidades, puesto que los migrantes y las comunidades de Sudáfrica están muy entrelazadas en esta región.

“Incluso los edificios se olvidan de que hay personas discapacitadas que necesitan acceder a los mismos. Son desafíos que los sudafricanos deben resolver. Necesitamos trabajar mucho más para los migrantes y ayudarlos en las clínicas cuando no reciben la ayuda que requieren”.

Fotografía de James Oatway — Texto de Jan Willem Bornman

El Viaje Interminable

Historias de migración y de coraje. Este proyecto conjunto entre el Centro Africano para la Migración y la Sociedad (ACMS) de la Universidad de Wits y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) fue posible gracias a los fondos donados por la Embajada de Irlanda.

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 1 - FIN DE LA POBREZA
SDG 3 - SALUD Y BIENESTAR