Una mujer junta agua en el Campamento de St. Hilary en un pozo de perforación gracias a la energía, rehabilitado por la OIM. Foto: OIM/Mshelia Yakubu

Maiduguri – Desde hace una década, la zona noreste de Nigeria sigue sitiada por un conflicto entre grupos armados no estatales, comúnmente conocidos como Boko Haram y el Estado Islámico de la Provincia de África Occidental (ISWAP) por un lado, y las fuerzas nigerianas por el otro.

Este conflicto ha dejado un saldo de 8,7 millones de personas con la necesidad de acceder en 2021 a alguna forma de asistencia humanitaria. La inseguridad alimentaria, la falta de oportunidades para generar medios de subsistentica, y la inseguridad se han visto adicionalmente exacerbadas por el inicio de la pandemia de COVID-19. En el noreste del país, las personas desplazadas internamente (IDP por su sigla en inglés) también deben lidiar con la falta de agua en la temporada seca, que se extiende desde octubre a abril, y con el agua contaminada durante los meses más húmedos.

Más de 2,1 millones de personas desplazadas internamente (IDP) que están viviendo en campamentos o entornos similares, además de las comunidades de acogida, dependen de una provisión estable de agua y de un acceso seguro a agua apta para consumo, para prevenir la propagación de enfermedades y para lograr que sus emprendimientos marchen.

Mónica es una de las 295 personas desplazadas internamente que viven en el campamento informal de St. Hilary. Foto: OIM/Mshelia Yakubu

Mónica Iliya es una de las personas desplazadas internamente que actualmente vive en el Campamento de St. Hilary con sus cinco hijos. Mónica tiene 52 años y tuvo que escapar de su hogar en 2011 cuando grupos armados no estatales atacaron la aldea de Dala, en la periferia de Maiduguri.

“Durante ese ataque perdí a mi marido… Escapamos a Michika (una ciudad en la frontera con Camerún), y desde allí tuvimos que escapar nuevamente, de modo que regresamos a Maiduguri”, relata.

El Campamento de St. Hilary es un asentamiento informal en Maiduguri, Borno, el Estado más afectado por la crisis humanitaria. El sitio fue concebido para ser un edificio administrativo de una iglesia local antes del inicio del conflicto en Borno. La estructura básica de concreto les brinda ahora refugio a 295 personas.

En 2020, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) rehabilitó un pozo de perforación que provee agua a los residentes en el campamento y también a la comunidad vecina de acogida.

Sentada en el patio del edificio, Mónica hace una pausa cuando se le pregunta qué representa el agua para ella. “El agua es vida – sin agua, los humanos no podríamos sobrevivir”, dice.

“No teníamos agua antes… No hay luz en la ciudad, de modo que no contábamos con electricidad para activar los pozos y normalmente debíamos ir y rogar que llevaran agua a las casas de la gente”.

Su principal fuente de ingreso es el tejido de suéteres, una práctica que ha podido transmitir a una de sus hijas que ahora también ayuda a sostener a la familia. Mónica se alegra pues cuenta que ahora sus hijos ya no salen más sin haberse bañado.

No lejos de St. Hilary, a lo largo de un laberinto de caminos no pavimentados flanqueados por los puestos del mercado, se erige otro asentamiento informal, el Campamento Suleimanti. Al lado del campamento, los niños que viven en las casas linderas llenan sus bidones tipo Jerry y baldes en un punto para recoger agua antes de cargar sus carros. Cuando los niños se van, otros vienen a ocupar su lugar en la fila frente a uno de los grifos de agua.

En la entrada del campamento, Furiara Abdulwaha, de 27 años, atiende su negocio mientras su hijo descansa sobre su regazo. Como Mónica, usa el agua del pozo para beber, cocinar y otras tareas domésticas. Madre de ocho hijos, Furiara es una de las muchas mujeres en Bornowho que han perdido a sus maridos a causa de la violencia o de la enfermedad y ahora deben sostener solas a sus familias.

Furiara y su hijo se protegen del sol. La temperatura en Maiduguri puede superar los 40 grados Celsius. Foto: OIM/Mshelia Yakubu

“El agua escaseaba mucho antes”, dice ella bajo la sombra de su porche. “Solíamos comprar agua de vendedores, pero desde que la OIM procedió a la rehabilitación del pozo eso no es necesario”.

“Antes gastaba bastante dinero en la compra de agua, pero ahora puedo usar ese dinero para mi negocio”.  

Furiara vende jugo de nuez de tigre y zobo, que es una infusión preparada con hibisco. Cuando se le pregunta qué bebida es más popular entre sus clientes, ella encoge los hombros con timidez. “Durante la temporada calurosa el zobo es muy popular”, asevera un transeúnte.

Sonríe mientras saluda a los voluntarios del campamento local que vienen a visitarla y compran una bebida para poder aliviar el calor.

Furiara saluda a un cliente sediento. Ella reutiliza botellas plásticas de agua y refrescos para envasar sus bebidas. Foto: OIM/Mshelia Yakubu

Dentro del campamento, más personas se congregan para juntar agua para el día. Los residentes en el campamento tienen acceso a 19 litros de agua por día, la cual se distribuye a través de dos puntos de suministro.

Abatcha Bukar llegó hace siete años al campamento desde Konduga.

“Boko Haram llegó a mi ciudad, ese es el motivo por el cual nos fuimos”, señala.

“La vida antes del conflicto era próspera; teníamos todo lo que necesitábamos en nuestra ciudad…nuestra mayor problemática ahora es la escasez de alimentos, pero de todos modos agradecemos el apoyo recibido porque el agua ahora no escasea a diferencia de lo que ocurría antes”.

El año pasado la OIM diseñó e instaló 659 estaciones para el lavado de manos que se operan apretando un pedal con los pies en los Estados de Borno y Adamawa y estas estaciones sirven para prevenir la propagación de la COVID-19 evitando el contacto con las superficies a la par que se permite una adecuada higiene de las manos. Abatcha es una de las 1.060 personas desplazadas internamente en el campamento que utiliza las estaciones a diario.

Abatcha toma el jabón mientras presiona el pedal para abrir la canilla de agua en una de las estaciones para el lavado de manos en el campamento de Suleimanti, Maiduguri. Foto: OIM/Mshelia Yakubu

Con los brazos estirados Abatcha, dice con orgullo que se esfuerza para concientizar a los miembros de su familia acerca de la importancia del distanciamiento físico y de reportar los síntomas del COVID-19.

“Siempre les digo que, si su temperatura es elevada, deben informarlo inmediatamente”.

Asegurar el acceso a servicios de Agua, Saneamiento e Higiene para Todos (WASH), igualitarios y adecuados, para la población afectada por los enfrentamientos, constituye una importante actividad vital. En 2020, la OIM aumentó sus intervenciones WASH en 134 sitios en los Estados de Borno y Adamawa. En el primer trimestre de 2021, casi 630.000 personas se beneficiaron con los servicios WASH.

En el Día Mundial del Agua de este año, se nos ha pedido que reflexionemos acerca del valor del agua en nuestras vidas cotidianas. Para muchos de nosotros el agua puede ser un bien que se da por sentado, pero para las personas que viven en la zona noreste de Nigeria, tales necesidades vitales tienen un valor inconmensurable. Para estas personas, este día es una nueva oportunidad de anhelar la paz y alejar los enfrentamientos, convirtiéndolos en un recuerdo muy lejano.

Las actividades WASH de la OIM en la zona noreste de Nigeria son financiadas por BHA/OFDA, ECHO, SIDA, y por el Fondo Humanitario de Nigeria.

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 6 - AGUA LIMPIA Y SANEAMIENTO
SDG 16 - PAZ, JUSTICIA E INSTITUCIONES SÓLIDAS