Lahj, Yemen – Hesat, tendido sobre la cama, mira a través de la ventana mientras levanta lentamente una pierna del piso y la coloca sobre el colchón de goma. Su pierna parecería ser más pesada que lo normal, pero en algún momento logra concretar su objetivo. Mientras las personas ingresan a la habitación, observa casi sin energía hacia la puerta, parpadeando con sus ojos cansados mientras intenta recuperar el aliento.
Su piel flácida está adherida a sus huesos doloridos y visibles.
Habían ya pasado meses desde que su cuerpo tocó por última vez un colchón. Los traficantes nunca le hubieran permitido gozar de una comodidad semejante. Seguro en el hospital de Lahj en donde recibe cuidados a través del apoyo brindado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y de la Asistencia Humanitaria de la UE, todo aquello que le daba seguridad y que le era familiar estaba a 1.000 kilómetros y a una distancia aún mayor. Y los recuerdos de recientes meses de horror por las severas golpizas, la hambruna forzosa y a merced de los delincuentes estaban más presentes que nunca en su cabeza.
El viaje de Mohammed* comenzó en Etiopía con la ambición de poner fin a la pobreza generacional de su familia. Nunca pensó que esta aspiración lo pondría al borde de la muerte y a malgastar miles de dólares.
Lo triste es que su historia no es un caso aislado.
Como cientos de miles de otros migrantes del Cuerno de África en los últimos años, Mohammed estaba intentando llegar al Reino de Arabia Saudita. Las personas que transitan esta ruta en general lo único que esperan es lograr llegar a su destino para poder ayudar a sus familias al menos a prosperar moderadamente. La mayor parte de ellas no tiene idea de las experiencias que tendrán que soportar para lograrlo ni saben que tal vez, nunca lo lograrán.
Por lo común partiendo de Etiopía y viajando hacia las costas de Djibouti o de Somalia, los migrantes deben enfrentar agotamiento y deshidratación a lo largo del camino, lo cual termina siendo fatal para una cantidad incierta de personas. Tras cruzar el Golfo de Adén, los migrantes son apiñados en las embarcaciones de los traficantes; allí algunos pierden la vida porque se asfixian o se ahogan. Una vez que llegan a Yemen, muchos son retenidos por los traficantes, por días o incluso durante meses. La mayor parte de ellos son golpeados salvajemente mientras a sus familias se les exige el pago de recompensas.
“Un día un traficante llegó al campo en el cual mi amigo y yo estábamos trabajando. Nos dijo que nos podía llevar a Arabia Saudita donde conseguiríamos empleo y que seríamos ricos en un año y que podríamos construirles villas a nuestras familias”, dijo Ibrahim*, un etíope de 20 años de edad que, como Mohammed, compró las mentiras de los traficantes. Se fue de la granja familiar dedicada a cultivar cebolla rumbo a Etiopía, llevándose consigo su inocencia.
En el Punto de Respuestas a Migrantes de la OIM en Adén, Mahmoud estacionó la camioneta, que es una clínica móvil, cerca de la entrada, haciendo que fuera más sencillo que su colega, el Dr. Yasser, cargara los suministros médicos necesarios para su arduo trabajo cotidiano.
El enfermero Abdullah y el intérprete Ahmed también ayudaron al doctor a prepararse. El equipo médico móvil de la OIM comienza su día a eso de las 7:30 a.m. cuando parten hacia la costa de Lahj, cerca del hospital en el cual Mohammed está recibiendo tratamiento.
“Comenzamos muy temprano cada mañana con la ambición renovada de poder brindar tratamiento a los migrantes vulnerables y ayudarlos en su camino hacia una vida digna”, explicó el Dr. Yasser, a cargo del equipo. Maneja una clínica de salud para los migrantes que acaban de llegar de Djibouti en la costa cercana a Ras Al Arah, Lahj.
El equipo móvil viaja cuatro horas por día en medio de un clima duro y caluroso e incluso en medio de tormentas de arena, para llegar hasta sus agotados pacientes. En el camino que es bastante largo, tienen miedo de sufrir accidentes o ser atacados por delincuentes, pero siempre tienen la determinación de llegar hasta su destino.
“Se siente muy bien poder salvar una vida vulnerable – los migrantes tienen derecho a cuidados de la salud como todos nosotros. Cuando pienso en los brotes de cólera aquí en Yemen ocurre que a veces no tenemos más que un par de minutos para salvar una vida”, agrega el Dr. Yasser.
Tras haber dejado la granja familiar de cultivo de cebollas, Ibrahim viajó a Yemen y se convirtió en uno de los pacientes del Dr. Yasser.
“Caminamos por muchos días. La gente se moría en el camino por haber bebido agua sucia; tuve que enterrar a seis personas. En Djibouti, a 250 personas nos apilaron en un camión. Los que fallecían eran tirados del camión sin compasión alguna”, explicó Ibrahim mientras rompía en llanto.
Luego Ibrahim fue puesto en una embarcación junto a un montón de personas. Cuando estaban cerca de la costa yemenita, los traficantes lo forzaron a nadar a través de intensas olas. En el momento en que llegó a la costa, tenía una necesidad urgente de recibir cuidados sanitarios. El Dr. Yasser y sus colegas se aseguraron de brindarle ayuda.
Desde que comenzó la pandemia de COVID-19 las llegadas de migrantes a Yemen han disminuido. Sin embargo, más de 32.000 migrantes se encuentran varados en el país, y algunos de ellos se encuentran en centros de detención o retenidos por los traficantes. El equipo móvil se está cruzando con migrantes heridos que habían estado retenidos por los contrabandistas por largos períodos de tiempo.
Un migrante le contó al equipo médico móvil acerca de su experiencia con los traficantes: “En Yemen los traficantes nos tomaron a la fuerza. En las jaulas donde tenían apresadas a las personas, podíamos ver que los cuerpos de las víctimas sangraban por la tortura. Comenzaron a golpearnos y a llamar a nuestras familias, pidiéndoles que enviaran 1.500 dólares como condición para liberarnos. Yo llamé a mi familia al día siguiente y lograron enviar 300. Fue lo único que pudieron conseguir”.
“Los contrabandistas nos colgaban de una pierna, y se turnaban para golpearnos. Incluso les pegaban a las mujeres y a las jóvenes. Una joven fue abusada por siete hombres. Puesto que mi familia solamente había enviado 300 dólares, me tuvieron retenido por semanas hasta que lograron enviar los restantes 1.200”, agregó el migrante. Y en el caso de Ibrahim, su familia fue forzada a vender la granja de cultivo de cebollas para asegurar la liberación de su hijo.
La mayor parte de los migrantes no reciben la atención médica que necesitan tras el sufrimiento perpetrado por los traficantes. Los que acceden a los servicios de los equipos sanitarios de la OIM son realmente afortunados.
Tres equipos móviles de la OIM asisten a un promedio de 1.200 personas por mes en tres lugares: uno a lo largo de las costas de Adén y Lahj, otro en Shabwah y un tercero en Ma’rib, el cual ha sido testigo del aumento reciente en el nivel de violencia.
Los migrantes acceden a sesiones de concientización sobre cuidados sanitarios, apoyo psicosocial y en materia de salud mental, derivaciones a instalaciones sanitarias cercanas y también alimentos, agua, y otros artículos esenciales de asistencia.
Cuando Mohammed llegó al hospital en Lahj se encontraba al borde de la muerte. Los traficantes lo llevaron por el mero hecho de no tener que hacerse cargo de un cadáver.
“No pensé que podríamos salvarlo puesto que su condición era muy delicada, incluso su nivel de nutrición era muy pobre”, dijo el Dr. Yasser, quien explicó además que este fue uno de los casos más graves de los cuales él fue testigo en sus años de trabajo en el ámbito sanitario.
Mohammed no había ingerido por meses un plato de comida realmente nutritivo.
Una vez que comenzó a mejorar a Mohammed lo llevaron con una familia sustituta de la OIM en Adén en donde siguió recuperándose cómodamente junto a otros migrantes vulnerables. Posiblemente retornará a Etiopía cuando se sienta lo suficientemente bien como para hacerlo. Como en muchos otros casos, el sueño que le vendieron los contrabandistas acerca de un viaje y una vida fácil en Arabia Saudita distaba mucho de ser una realidad.
El apoyo vital que la OIM le ha brindado a Mohammed, a Ibrahim y a miles de otros migrantes que necesitan asistencia médica y de protección en todo Yemen ha sido posible gracias a una alianza con Asistencia Humanitaria de la UE.
*Los nombres han sido cambiados
Esta historia fue escrita por Rami Ibrahim y Olivia Headon del equipo de comunicaciones de la OIM Yemen.