Bucarest, 13 de febrero de 2023 – Inmediatamente después de que Svetlana superara el primer desafío importante relacionado con su desplazamiento – el de encontrar un lugar seguro para vivir – tuvo que enfrentar el siguiente obstáculo: establecerse en un nuevo país. “El mayor desafío que plantea la integración es el de la barrera idiomática”, dice, reflexionando después de casi un año de haber encontrado un hogar en Rumania.

Junto a su esposo y a su hija de 18 años, Svetlana tuvo que escapar de Ucrania el primer día de la invasión. Cuando ocurrieron las primeras incursiones aéreas y Svetlana vio el terror en los ojos de su hija, de inmediato hicieron las maletas se fueron de su casa en Odessa.

Alexandra y Svetlana en clase. Foto: Alexandra Apeţean

Alexandra y Svetlana usan materiales desarrollados por la OIM y por sus asociados para la enseñanza del rumano como segunda lengua. Foto: Alexandra Apeţean

En este momento pueden hacer planes nuevamente y su vida ha vuelto a ser segura. Su hija acaba de comenzar la universidad en Bucarest, cuentan con un buen lugar para vivir y han hecho buenas amistades en Rumania. Cada uno de esos amigos ha ayudado para que esta familia se sienta como en casa, pero para Svetlana, haberse inscripto en un curso de rumano ha sido sin duda alguna una bendición. Allí es donde conoció a quien ahora es su mejor amiga, Alexandra, una compatriota ucraniana que también tuvo que escapar de la guerra. Cuando vivían en Ucrania no se conocían pero en Rumania se volvieron muy cercanas.

Alexandra es de Nikolaev, una ciudad al sur de Ucrania cerca del Mar Negro. Llegó a Rumania junto a su hija de 11 años en febrero pasado. Inmediatamente después, inscribió a su hija en la escuela. Alexandra dice que su hija ha hecho nuevos amigos y no tiene problemas para comunicarse con ellos, usando una mezcla de inglés y de rumano. “Ella concurre a todo tipo de clases, desde teatro hasta arte y plástica. La cultura en Rumania es muy similar a la de Ucrania, de modo que prácticamente nos sentimos como en casa”. Hace una pequeña pausa y sonríe. “De verdad creo que ella es feliz aquí”.

Para Andreea, las actividades interactivas son una parte clave del aprendizaje del idioma rumano. Foto: Alexandra Apeţean

Las clases de idioma rumano a las cuales ambas mujeres concurren son organizadas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Bucarest y están destinadas a las personas que han escapado de la guerra en Ucrania. Andreea es una de las profesoras y comenzó a trabajar con la OIM en 2022. Tuvo que aplicar una alta dosis de creatividad pues los recursos para enseñar rumano como segunda lengua son bastante limitados.

En la mitad de la lección de hoy, Andreea saca su teléfono y lo conecta a un pequeño parlante. Le da a cada estudiante un papel con letras de canciones en rumano y les pide que escuchen con mucha atención y que completen las palabras faltantes. Cuando los estudiantes se dan cuenta de que la canción es ejecutada por dos artistas de Moldova, se sienten emocionados.

En la clase hay personas provenientes de toda Ucrania que ahora se han establecido en Bucarest. Foto: Alexandra Apeţean

Andreea responde las preguntas de Alexandra y de Svetlana. Foto: Alexandra Apeţean

Si bien la mayor parte de sus estudiantes son adultos, a Andreea le gusta incluir juegos en sus clases. No solamente los ayuda a tener un contacto más directo con el idioma rumano y su cultura sino que también interactúan mutuamente, haciendo que de esa manera el aprendizaje se vuelva mucho más divertido.

Andreea solamente habla rumano con sus estudiantes, tanto en clase como en el grupo de WhatsApp que han formado. Hace algunos meses, el principal objetivo de la clase era darles a los estudiantes una comprensión muy básica del idioma y que aprendieran frases simples como para poder manejarse. Pero ahora, tras haber estado viviendo allí por casi 12 meses, han adquirido una capacidad de escucha y de comprensión muy impresionante y Andreea ha logrado ayudarlos a que superen el miedo a hablar.

A Andreea le gusta incluir juegos y acertijos en sus lecciones para ayudar a los y las estudiantes a que interactúen con el idioma y la cultura de Rumania. Foto:  Alexandra Apeţean

Cuando la clase llega a su fin, las mujeres siguen hablando entre sí y con Andreea en una mezcla de ucraniano, rumano e inglés. Mientras Alexandra guarda sus bolígrafos y demás materiales del curso en su bolso, Svetlana la espera. Se van juntas de las instalaciones de la OIM, al igual que el resto de las mujeres de la clase que han sido reunidas por la guerra y que han logrado hacer nuevas amistades en las cuales pueden apoyarse.

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