San Vicente, 16 de enero de 2023 – Gabriela está descansando en la Estación de Recepción de Migrantes de San Vicente, del lado panameño del Tapón del Darién, habiendo llegado al final de un viaje notoriamente peligroso.
El Tapón del Darién es una extensión selvática de bosque tropical y montañas en la que también hay terrenos pantanosos. Es una de las rutas migratorias más peligrosas y puede llevar hasta 10 días cruzarlo para ir desde Colombia a Panamá. Cientos de miles de migrantes se embarcan en este viaje porque se trata de la única ruta terrestre que conecta a Centro y Suramérica y que luego continúa hacia los Estados Unidos.
Gabriela explica que ella quiere llegar a los Estados Unidos para poder asegurarle un futuro mejor a su hijo Lucas de tres años que padece una condición clínica muy compleja. “Mi hijo tiene necesidades especiales. Yo decidí irme de Ecuador por él. Tuve que tomar esta decisión para cuidar de su bienestar cuando sea mayor”, dijo.
Si bien Lucas se quedó en Ecuador junto a su padre, Gabriela decidió migrar con su hijo de 15 años y con tres amigas venezolanas. En las redes sociales ella había leído contenidos según los cuales cruzar el Tapón de Darién no era tan complicado. Habiendo creído eso, empacó sus bolsos y junto a su hijo mayor tomó autobuses que la llevaron a Cali, Colombia, y luego a Medellín y a Necoclí que fue la última parada antes de ingresar a la selva.
"Habíamos mirado videos según los cuales no era complicado atravesar el Tapón del Darién en tan solo un día. Algunos amigos me dijeron que seguramente me ayudarían, que no habría problema. Cuando me encontré ahí en la selva yo lloré, grité y lamenté haber ido”, dice Gabriela con lágrimas en los ojos y repite que nunca volvería a hacerlo.
En el corazón de la selva del Tapón del Darién, su hijo se enfermó por no haberse alimentado bien y además estaba deshidratado. Vencida por la desesperación cuenta que puso su destino en manos de dios. Aferrada a su hijo, lograron cruzar ríos embravecidos y barrancos lodosos en los que innumerables migrantes fallecieron en su intento de tener una vida mejor. En un determinado momento Gabriela se dio cuenta de que ella y su hijo estaban completamente solos en el medio de la selva.
"Yo rezaba por nuestras vidas. En medio de mi desesperación escuchaba voces que pronunciaban mi nombre. Los amigos con quienes había comenzado la travesía habían enviado a un grupo de personas a buscarme. Estábamos a punto de cruzar”, recuerda Gabriela con la voz quebrada por la emoción.
Gabriela dice que está viva de milagro y agradece que su hijo se sienta mejor. Sin embargo no ha recibido noticias de su familia en Ecuador desde que comenzó con su viaje hacia el norte a través de la jungla.
Gabriela y su hijo son solamente dos de los casi 30.000 ecuatorianos que han cruzado la frontera entre Panamá y Colombia de manera irregular en 2022. Esta cifra es casi 80 veces mayor que la cantidad de ecuatorianos registrados en 2021, de acuerdo con información del Gobierno de Panamá.
La cantidad de ecuatorianos que Cruzan el Tapón del Darién ha sido superada únicamente por la de los venezolanos. En 2021 había 2.819 venezolanos registrados en el cruce, en tanto que a finales de 2022, cerca de 150.327 habían logrado cruzarlo.
Gustavo Bejarano, su esposa y tres hijos son parte de la población migrante venezolana que se han ido de su país debido al colapso provocado por la actual situación social y económica. "Nos fuimos de allí por nuestros hijos. Yo quiero que ellos estudien y que vayan a la cama después de haber ingerido tres comidas al día. Por el momento no tenemos eso”, dice Gustavo.
Después de un mes de haber viajado desde Venezuela, y tan sólo un par de días tras haber cruzado el Tapón del Darién, Gustavo y su familia llegaron a San José, Costa Rica. Tuvieron que recurrir a la buena voluntad de los residentes locales quienes les han dado dinero como para poder continuar, tras haber sido víctimas de un robo en el Tapón del Darién, momento en el que les quitaron los pocos recursos con los que contaban.
Pero regresar a Venezuela no es una opción para Gustavo. “Allí no tenemos nada ni a nadie. La única persona con la que yo contaba era mi hermano pero fue asesinado por haber hecho caso omiso de una demanda extorsiva”.
Tras haber puesto en peligro sus vidas para poder cruzar el Tapón del Darién, es difícil imaginarse que alguien quisiera retornar. Pero Alejandra Mejías dice que debe hacerlo. Esta mujer de 28 años se fue de Colombia, en donde había vivido por cuatro años, junto a su hijo menor y a su compañero colombiano, para ver si podía encontrar un trabajo mejor en los Estados Unidos y comprarse una casa.
Tras haber atravesado el Tapón del Darién, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, y haber llegado a Trojes en Honduras, Alejandra recibió la noticia de que tal vez podría perder la custodia de sus dos hijos que se encontraban en Medellín, Colombia, bajo el cuidado de una amiga. Sin medios como para poder comprarse un pasaje aéreo, esta joven madre está desesperada por retornar y evitar la pérdida de la mencionada custodia.
"De la manera que sea debo regresar a Colombia. No puedo perder a mis dos hijos. Incluso si tuviera que cruzar la selva nuevamente lo haré”, insiste Alejandra.
Con tanto sufrimiento, Alejandra dice que ya no tiene interés en llegar a los Estados Unidos. “Porque el ingreso a ese país es complicado”, refiriéndose a los recientes cambios en las políticas migratorias de los Estados Unidos respecto de los venezolanos. Este cambio ha dejado a miles de migrantes venezolanos como Alejandra a la deriva en México y en otros países de Centroamérica.
Más recientemente un juez federal prohibió que los Estados Unidos siguieran expulsando a migrantes y solicitantes de asilo hacia México, decisión que podría derivar en un aumento significativo de la cifra de migrantes irregulares que cruzan el tapón del Darién. En 2021 los registros muestran que 133.726 migrantes cruzaron la selva, en tanto que en 2022 la cifra casi se duplicó y llegó a casi 250.000 a finales de año.
Atrapados entre la incertidumbre y la esperanza, los migrantes como Gabriela, Gustavo y Alejandra seguirán arriesgando sus vidas en el Tapón del Darién, a la búsqueda de una vía terrestre para poder llegar a Norteamérica. Como muchos otros que lo han intentado antes que ellos, lo que siempre se busca es la posibilidad de brindarles a sus seres queridos oportunidades, protección y una vida mejor que les ha sido negada en sus países de origen.
Esta historia fue escrita por Carlos Escobar en la oficina regional de la OIM en San José, con la colaboración de Maziel Vargas, Allen Ulloa (Costa Rica) y Sonia Lagos (Honduras).