Metapán, El Salvador – Rosa Sandoval creció rodeada de agua y de redes para pescar. Nacida a orillas del Lago Güija, en Metapán – cerca de 130 kilómetros de la capital de El Salvador- e hija de padres pescadores, aprendió el oficio de pescadora siendo muy joven y comprendió la importancia del mismo para la generación de un ingreso para su familia y su comunidad.
En todos los años en los que vivió a orillas del lago, Rosa y su familia tuvieron que atravesar muchas tormentas, inundaciones e incluso huracanes, a los cuales pudieron sobrevivir. Estos desastres son cada vez más frecuentes en la zona del Lago Güija, una situación que ha puesto a la comunidad local en peligro y que también amenaza sus medios de subsistencia.
"Para nosotros, el principal desafío aquí son los efectos del cambio climático sobre todas las actividades relacionadas a la pesca. Hay una temporada en la que los vientos son verdaderamente fuertes, con olas tan altas que llegan a dar vuelta las embarcaciones".
Medio de subsistencia estacional
Durante la temporada de lluvias el nivel de las aguas aumenta y los peces nadan más profundo, refugiándose en cavernas y rocas volcánicas, explica Rosa. En estos meses la pesca ya no es más una opción. No hay redes para empujar ni pescado para vender, de modo que lo producido apenas si alcanza para cubrir las necesidades básicas. Rosa recuerda haber escuchado a sus vecinos referirse a esos días como "la temporada de los cuadritos de santos", porque como sus abuelos le explicaron, en esa temporada la gente recurre a la oración”.
Enfrentando los impactos del cambio climático, Rosa y su familia tuvieron que adaptar su estilo de vida y recurrir a la agricultura para poder seguir quedándose en sus tierras. En sus terrenos volcánicos cultivan maíz y frijoles, pero con el tiempo, el costo de los insumos para cultivos ha aumentado y eso ha llevado a que la producción se destine principalmente al consumo familiar. Aun así, la agricultura sigue siendo una alternativa, si bien no siempre alcanza a cubrir las necesidades.
Para poder sobrevivir a la “temporada de los cuadritos”, Rosa y su familia han encontrado una fuente alternativa de ingresos: la acuicultura, una forma de “cultivar” peces en condiciones controladas y bien gestionadas, lo cual le permite a Rosa decidir cuándo plantar y cuando cosechar. En los meses en los que el lago no da lo suficiente, la tilapia se convierte en su principal fuente de ingresos, oscilando entre el lago y los estanques dependiendo de la temporada.
Pero el cambio climático ha complicado las cosas. Las tormentas se han vuelto mucho más intensas, las sequías son más largas y tanto la agricultura como el cultivo de tilapias han sufrido pérdidas significativas. Rosa y su cooperativa han implementado medidas para la mitigación del daño, como por ejemplo el uso de bombas para mantener los estanques con suficiente agua.
Tanto por razones económicas y ambientales, la migración se está volviendo cada vez más común en las comunidades aledañas al Lago Güija, en especial entre los jóvenes cuyas oportunidades de desarrollo personal y profesional son cada vez más escasas.
Rosa participó en el Foro Regional “Empoderamiento de las Mujeres, Adolescentes y Jóvenes en Entornos Rurales” como parte del lanzamiento de la Década Interamericana para los Derechos de las Mujeres Rurales, que tuvo lugar en Honduras el 23 de julio de 2024.
Cerrando la brecha
Para Rosa la pesca es mucho más que un simple trabajo. Es parte de su identidad y un viaje de reconocimiento en un ámbito totalmente dominado por los varones. Como líder comunitaria, ha participado activamente en proyectos cooperativos locales para el empoderamiento de las mujeres y el aumento de su resiliencia de cara al cambio climático.
“Si cada mujer fuera empoderada con las oportunidades adecuadas, muchas de las dificultades que enfrentan podrían reducirse. Pero la falta de opciones, tanto en recursos como en conocimientos, las pone en situación de desventaja”, dice.
Rosa recientemente se unió a otras 53 mujeres rurales salvadoreñas en una capacitación sobre gestión de riesgo de desastres, organizada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para ayudar a desarrollar comunidades resilientes preparadas para futuros desafíos.
A fin de garantizar un futuro sostenible para comunidades como la de Rosa, debemos luchar para que las personas ocupen un lugar central en las políticas sobre cambio climático. Necesitamos más soluciones para que las personas se puedan adaptar al cambio climático y permanecer en sus tierras. La migración debe seguir siendo una elección.