“Cuando de repente las langostas del desierto lo invadieron todo, nos sentimos horrorizados”, explica Galmo Kiyo Waariyo, granjera que vive en Lafto, una aldea en Etiopía. “La plaga zumbadora era tan enorme que el cielo de a poco se fue oscureciendo y de inmediato vimos cómo volaba por todas partes”.
La anterior temporada de cultivos parecía ser prometedora hasta que apareció esta plaga que asoló la mayor parte de África Oriental a fines de 2019 y luego llegó a la aldea de Lafto. La plaga de langostas apareció casi inesperadamente en febrero de 2020, atacando y dañando amplias franjas de cosechas y pasturas.
Galmo de 58 años de edad y madre de 8 hijos, vive en la woreda (circunscripción administrativa) de Dubuluk, zona de Borena, en la región de Oromia, Etiopía. Tres de sus nietos son menores de cinco; otro miembro de la familia padece una enfermedad crónica. Y es ella quien sostiene a su familia.
Por generaciones las familias de la aldea de Galmo han vivido como agropastoralistas, a menudo dependiendo de las lluvias estacionales. Como en muchos otros casos, las prácticas de su comunidad combinaron por un lado la agricultura, cultivando maíz en pequeños terrenos familiares y por el otro la cría de ganado vacuno, ovino, caprino y de aves de corral.
Pero obviamente no pudieron seguir haciéndolo tras la llegada de las langostas.
“Probamos varias técnicas para mantener a las langostas alejadas de nuestras plantaciones y cultivos”, sigue diciendo Galmo. “Hicimos ruido gritando y golpeteando nuestros utensilios al máximo. Encendimos fuego para rodear de humo las áreas plantadas”.
Todo esto fue un vano y desesperado intento por alejar a las langostas. “Devoraron nuestros cultivos, dejando casi nada en los campos”, concluye. “Yo lo perdí todo y lo único que quedó de lo que alguna vez parecía ser una cosecha prometedora y floreciente fue suelo desnudo y reseco. De la nada nos encontramos con una temporada que había fracasado, sin contar con alimentos para comer ni pasturas para nuestro ganado”.
Galmo dice que sus cosechas sufrieron daños en tan solo un par de días y que incluso las pasturas y plantas que estaban en zonas aledañas habían desaparecido.
En febrero de 2020, las autoridades del gobierno comenzaron con sus operaciones de control en la zona pero a pesar de su rápida intervención, la sólida escala de la destrucción de cosechas dejó a las comunidades como la que vive en Lafto con un alto nivel de hambruna masiva.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) las langostas del desierto son la plaga migratoria más destructiva del mundo. Se alimentan de casi todo tipo de plantas en zonas cultivadas, bosques y pastizales. Pueden volar grandes distancias con gran rapidez. Un solo insecto pequeño en una superficie de un kilómetro cuadrado puede comer en un solo día la misma cantidad de alimento que consumirían 35.000 personas.
Para Etiopía, la invasión ha sido la peor en 25 años. De acuerdo con datos de la FAO en 2020, unos 20.2 millones de personas debieron enfrentar inseguridad alimentaria severa en la región del Gran Cuerno de África.
Una sequía anterior y la pandemia de coronavirus ya habían disminuido los ingresos y los granjeros estaban recurriendo a la venta de su ganado para juntar dinero para comprar alimentos, e incluso tuvieron que restringir el consumo. Mientras el acopio de alimentos iba disminuyendo, la mayor parte de las comunidades afectadas estaban sobreviviendo con las provisiones que podían comprar en un mercado, agotando sus limitados ahorros.
Ahora la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), gracias a los 2 millones de euros que han sido aportados por la Dirección General de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria Europeas (ECHO) de la Comisión Europea, está llegando a familias seleccionadas en las zonas afectadas tales como Dubuluk mediante la entrega de subsidios en efectivo para propósitos múltiples.
“La Unión Europea ha respaldado los esfuerzos para luchar contra la invasión de langostas del desierto, no solamente en Etiopía sino también en la zona del Gran Cuerno de África. Las langostas han, en muchos lugares, empeorado la escasez de alimentos que ya de por sí era muy severa. En Etiopía específicamente, trabajando junto a nuestros asociados humanitarios, incluyendo la OIM, la UE contribuyó con un total de 9.5 millones de euros en 2020 al abordaje de tal escasez de alimentos y a proveer apoyo de subsistencia a pastoralistas y granjeros afectados por el brote de langostas del desierto”, dijo Yassine Gaba, Encargada de la oficina de Asistencia Humanitaria de la Unión Europea en Etiopía.
En octubre de 2020, la OIM junto al gobierno y el Grupo de Trabajo en Dinero en Efectivo del país, comenzó a otorgar subsidios en efectivo a las familias más afectadas. La intención principal de esta medida para suplir la brecha ha sido el abordaje de las necesidades alimentarias inmediatas de los afectados, sobre la base del valor de la canasta familiar establecido por el gobierno, a la par que se brinda apoyo a las necesidades en materia de agua apta para el consumo, saneamiento e higiene, educación y albergue.
Las transferencias en efectivo, que ascienden a la suma de ETB 1.500 (aproximadamente 40 dólares) por mes para cada familia, durante cuatro meses, han sido pagadas por medio de proveedores de servicios financieros. El valor de la transferencia está basado en una canasta básica de gastos establecida por el grupo de Trabajo en Dinero en Efectivo y por la Comisión Nacional de Gestión de Riesgos por Desastres (NDRMC) del gobierno, tras una rápida evaluación llevada adelante para el monitoreo del precio de las mercaderías para el consumidor.
Entre octubre y noviembre de 2020, Galmo y otras familias en su aldea recibieron apoyo en efectivo por un monto de ETB 6.000 (150 dólares), dinero que les permitió sobrevivir a los efectos adversos de la invasión de langostas del desierto. Por medio de este apoyo, Galmo pudo cubrir sus necesidades básicas en materia de alimentos, y comprar semillas para cultivos y forraje, a la vez que evitaron tener que vender sus posesiones para obtener dinero para comprar estas mercaderías.
“Estoy muy feliz con la asistencia en efectivo ya que la misma me ha ayudado no solamente a asegurar la provisión de alimentos para mi familia sino también a reponer las cabras que yo había tenido que vender. He usado parte del dinero que recibí para comprar semillas mejoradas y volver a plantarlas con la esperanza de contar con una buena cosecha esta vez”, dice Galmo.
La OIM evaluó el estado del mercado de consumidores y la provisión de alimentos y suministros agrícolas en lugares tales como West Hararghe, Borena, West Guji, Jerer y Nogob antes de lanzar el proyecto.
Adicionalmente, la OIM estudió los riesgos relacionados con la protección, el género y el acceso a los puntos de mercado y distribución, y también el modo en el que varios actores claves a nivel de distrito, de la comunidad y de los vecindarios aceptaron el uso de transferencias en efectivo. El Gobierno y los líderes comunitarios eventualmente jugaron un rol muy importante en cuanto a identificar a los beneficiarios que más necesitaban recibir el efectivo.
Esta importante intervención lanzada en julio de 2020 ha beneficiado a cerca de 8.500 familias o aproximadamente 45.000 personas cuyos medios de subsistencias habían sido afectados.
Historia escrita por Megos Desalegne, mdessalegn@iom.int y Eric Mazango, emazango@iom.int.