Isla de Bantayan, 14 de marzo de 2022 – Bantayan, una pequeña isla costera en la zona central de Filipinas, alberga una población de aproximadamente 3.000 personas, de las cuales un 80% son pescadores y el resto, agricultores.

En las Visayas, el idioma local, bantayan, significa mirar más de cerca. Como su nombre lo indica, bantayan es una señal para que todos presten atención. Es un recordatorio de que las realidades y las consecuencias de la crisis climática van mucho más allá de la incomodidad que provoca el clima que cada vez es más difícil de pronosticar. Sus voces son una advertencia de que el mundo debe escuchar. Son las personas que el mundo necesita proteger.

En Bantayan, un municipio en una pequeña isla en Filipinas, los impactos de la emergencia climática aumentan los riesgos de la comunidad de por sí vulnerable con un aumento del nivel de las mareas, eventos climáticos extremos, temperaturas también en aumento y copiosas precipitaciones. Foto: OIM

Menos pesca, menos salario

Nacida y criada en Bantayan, Virginia Salud trabaja en la preparación de danggit (pescado deshidratado).

“Toda mi familia excepto mi esposo es de allí. Todos nosotros somos pescadores y dependemos en gran medida del mar para poder mantenernos a diario y generar un medio de subsistencia”.

Entre los filipinos, el danggit es uno de los platos favoritos para el desayuno, como una buena manera de comenzar el día.  Prepararlo sin embargo no es tan fácil como parecería serlo. A personas que se encargan de su preparación como Virginia el proceso les insume mucho tiempo. Primero hay que comprar un lote de pescado fresco, cortarlo en rebanadas y colocarlo en salmuera en contenedores toda una noche. Luego se lo lava en el mar al día siguiente y se lo coloca en rejillas de secado bajo el sol.  En días con buen tiempo, lleva menos tiempos secarlo, pero los días de mal clima el proceso es más largo. El pescado disecado entonces es envasado y vendido. Con los efectos del cambiante clima, son más los días malos que los buenos.

Los vendedores como Virginia pudieron acceder a instalaciones de secado provistas por el gobierno local, las cuales fueron construidas en centros comunitarios o en los hogares de las familias, con el objetivo de brindarles mejores oportunidades para la generación de medios de subsistencia. Desgraciadamente muchos vendedores tuvieron que cerrar por la pandemia de COVID-19 y solamente unos pocos han podido sobrevivir.

Los miembros de la familia de Virginia ayudan a limpiar y a preparar pescado fresco, que será colocado en salmuera, luego secado y finalmente convertido en danggit. Foto: OIM

En el pasado en la preparación de danggit se usaba tabagak, un tipo especial de pescado. Cada vez hay más personas interesadas en este plato local tan exquisito y la demanda ha aumentado con el correr de los años. Sin embargo, cabe destacar que la provisión ha variado significativamente debido a los cambios constantes en los patrones del clima, al exceso de la actividad pesquera y otras actividades ilegales en la isla. Ahora se usan variedades de pescado más comunes y más económicas, como por ejemplo caraballas y malibno.

“Estamos intentando conseguir variedades alternativas de pescado que podamos vender a un precio mayor, pero la pesca aquí en Bantayan ya no es lo que solía ser”, dice Virginia. “Recuerdo que mi padre traía a casa distintos tipos de pescado que en la actualidad ya no veo. Estoy preocupada de que en los próximos años ya ni siquiera tengamos la chance de pescar caraballas y malibnos”. 

Muchos de los residentes locales dependen de esto para su supervivencia y cuanto más pescan, menos pescado queda. Además de la pesca que sin dudas ha menguado, los residentes locales también han observado que la línea costera ha disminuido. Había muchas casas al lado de la playa, pero las familias de a poco se han visto forzadas a mudarse tierra adentro porque las aguas lentamente se iban metiendo en sus hogares.

Lo que solía ser pesca abundante es algo que se ha vuelto menos común y ha obligado a que los pescadores pongan sus trampas mucho más lejos de la costa. Foto: OIM

’No queremos irnos pero tal vez debamos hacerlo’

Para Brian, uno de los jóvenes líderes en Barangay Guiwanon, Bantayan, la de pescador es una actividad difícil. La pesca ha menguado significativamente y el precio de la gasolina para los botes con motor ha aumentado. El dinero que se gasta en combustible y el riesgo de tener que ir a pescar bajo condiciones climáticas impredecibles no garantiza buena pesca, es más, volver con las manos vacías es una posibilidad.

Muchos de los jóvenes en Bantayan han visto de primera mano cómo sus padres y parientes están luchando para llegar a fin de mes con lo poco que pueden pescar. Muchos se han mudado a la gran ciudad para poder tener acceso a fuentes alternativas de medios de subsistencia.

 “No queremos irnos de la isla. No hay nada como el hogar de uno. ¿Pero qué podemos hacer? No nos queremos ir pero tal vez esa sea nuestra única opción”.

Durante la marea baja puede verse cómo las mujeres exploran la costa a la búsqueda de pequeñas conchas que luego limpian. Las conchas son usadas para hacer artesanías locales como collares, brazaletes, y otros adornos similares que venden a los turistas que visitan la isla. Foto: OIM

La lucha por el cambio

John es pescador y líder comunitario en Lipayran, Isla de Bantayan. Con anterioridad se dedicó a la pesca con dinamita por 10 años, y ahora admite que se enfocó sobre todo en lo inmediato, atrapar suficiente cantidad de peces cada día, pero sin pensar en los efectos que su accionar iba a tener en las generaciones futuras.

“Se que he contribuido a dañar el arrecife y la vida marina que existía en este lugar, pero ahora estoy intentando arreglar el daño causado”.

En 2007 participó de un taller comunitario sobre preservación de la vida marina y medioambiental que implicó un punto de inflexión. “Me sentía como iluminado y decidí poner fin a la pesca con explosivos y volví a los métodos naturales de pesca”.

Empezó a incentivar a otros para que se unieran a la campaña contra la pesca ilegal y al principio debió enfrentar resistencia y amenazas de parte de otros pescadores. “Es complicado lograr que la gente cambie conductas. De cada 100 personas con las que intento hablar, solamente puedo convencer a unos cuantos y solamente dos o tres siguen siendo fieles a la causa”.

Si bien la lucha de John para la preservación de la vida marina puede ser sumamente compleja, espera que un día su decisión de alejarse de las actividades ilegales de pesca e incentivar a otros a que hagan lo mismo dé sus frutos.

“Si queremos que el mar sea tan abundante como siempre lo fue, debemos cuidarlo”.

En Bantayan, un municipio en una pequeña isla en Filipinas, los impactos de la emergencia climática aumentan los riesgos de la comunidad de por sí vulnerable con un aumento del nivel de las mareas, eventos climáticos extremos, temperaturas también en aumento y copiosas precipitaciones. Foto: OIM

Migración y emergencia climática

El informe más reciente de la OIM, Framing the Human Narrative of Migration in the Context of Climate Change (Enmarcando la narrativa humana en el contexto del cambio climático) nos muestra dos conclusiones significativas. Primero, el impacto de la emergencia climática sobre la migración depende de la calidad de los propios medios de subsistencia y del acceso a condiciones de seguridad, paz y estabilidad. Y en segundo lugar, la migración ordenada y bien planificada es una estrategia adaptativa voluntaria para la emergencia climática en tanto que la migración no planificada como la que se da por motivos de peligro ocurre como una estrategia de adaptación involuntaria.

La programación basada en evidencias para las poblaciones afectadas en última instancia mejorará los esfuerzos para responder a sus necesidades inmediatas a la par que se asegurará que la migración sea una herramienta sustentable de adaptación y de mitigación de riesgos para todos los que se ven afectados por el cambio climático.

Puesto que estos impactos con frecuencia afectan a las mujeres y a otros grupos vulnerables de manera desproporcionada, su lugar en la mesa de debate es crucial a fin de asegurar que sus opiniones sean escuchadas en el desarrollo de programas que moldeen de forma directa sus vidas y medios de subsistencia.

Durante la marea baja puede verse cómo las mujeres exploran la costa a la búsqueda de pequeñas conchas que luego limpian. Las conchas son usadas para hacer artesanías locales como collares, brazaletes, y otros adornos similares que venden a los turistas que visitan la isla. Foto: OIM

La OIM Filipinas trabaja con comunidades vulnerables tales como la de Bantayan que deben enfrentar los efectos dañinos de la crisis climática.  Por medio de sus programas la OIM procura involucrar a las comunidades vulnerables en las discusiones sobre resilencia climática y explorar el estado actual de la migración en el contexto de la emergencia climática en las Filipinas, impactando sobre cuatro sectores principales que incluyen el de los granjeros y pescadores, las mujeres, las personas mayores y las personas en situación de pobreza de áreas urbanas.

Una representación equitativa de las poblaciones vulnerables en la tarea de elaborar políticas relacionadas con el clima determinará si las necesidades de todos pueden ser atendidas. La ventana de oportunidades para accionar es limitada, pero como está en este momento, al menos puede decirse que está abierta.

El Proyecto de la OIM Filipinas “Adaptación al cambio climático y resiliencia de la comunidad en Filipinas (CARP)” recibe el apoyo del Fondo de Desarrollo de la OIM.

Historia escrita por Francis Borja, Andrea Empamano y  Roxette Flores

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 13 - ACCIÓN POR EL CLIMA
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