Comunidad indígena de Santa Teresita (Paraguay) – Ilaria vive con sus cuatro hijos y su madre en una zona remota del territorio indígena Mbya Guaraní en Santa Teresita, Paraguay, donde enfrenta la dura realidad de ser madre soltera en una comunidad afectada por la deforestación y el cambio climático. Ella es una de las muchas mujeres resilientes que deben abandonar periódicamente sus comunidades para alimentar a sus familias.
"Las mujeres que están solas no tienen más remedio que salir a la ciudad. Es la única manera de que nuestros hijos coman", confiesa la madre.
La historia de la comunidad Mbya Guaraní de Santa Teresita refleja la experiencia compartida de muchas comunidades indígenas de América del Sur que luchan por proteger sus culturas ancestrales y su resiliencia frente a la deforestación y el cambio climático.
Necesitan apoyo y protección, y que la comunidad internacional se comprometa a buscar más soluciones que permitan a las personas permanecer en sus comunidades a pesar de los cambios en el entorno.
De pie junto a su casa en una tarde soleada, Ilaria, de 25 años, recuerda una época en la que el bosque proporcionaba todos los alimentos necesarios para mantener a la comunidad de 170 familias donde ella nació y creció. Hoy en día, dice, solo quedan unos pocos mangos y el bosque también ha perdido la vida silvestre de la que dependen para alimentarse.
"Cuando yo era niña, el bosque aquí era muy grande. Pero ya no hay animales en el monte, se ha vuelto difícil encontrar comida en el monte para alimentar a los niños".
Ilaria teme que su situación empeore en los próximos años debido a la intensificación del impacto del cambio climático en la región. A medida que el clima se vuelve menos predecible, le preocupa no tener suficiente comida para alimentar a sus hijos.
"Es muy complicado porque lo que cultivamos solo aparece cuando llueve, y si no llueve, no sale nada. A veces no sale hasta dentro de un año. Y, cuando eso sucede, no tenemos comida".
Para mantener a su familia y encontrar otras fuentes de ingresos, ella sale de Santa Teresita tres veces al año, dejando a sus hijos con su madre para viajar a Ciudad del Este a comprar y vender dulces. Sin embargo, limita al máximo sus viajes por la preocupación por su seguridad en la ciudad: "Hay mucha gente buena, pero también hay gente que nos maltrata".
A pesar de su fuerte deseo de quedarse, la intensificación del cambio climático obliga a más mujeres indígenas a migrar temporalmente a las ciudades. Allí, se dedican a la compra y venta de productos para asegurar fuentes alternativas de ingresos para sus familias. Esta situación afecta especialmente a las madres solteras, ya que no pueden contar con los ingresos de su pareja en el hogar.
A pesar de las dificultades, Ilaria sigue decidida a encontrar soluciones que le permitan a ella y a su familia permanecer en la comunidad a la que llaman hogar: "No quiero que se vayan de esta comunidad, quiero que se sientan en casa como yo me siento aquí".
Ilaria pertenece al pueblo Mbya Guaraní, una de las 19 etnias indígenas de Paraguay y una de las más afectadas por la deforestación, un problema común para los pueblos indígenas de la zona. El país sin litoral tiene el mayor porcentaje de pérdida de cobertura forestal de América del Sur, un 27% entre 2001 y 2021. La presión sobre la tierra y los recursos ha afectado especialmente a las comunidades indígenas, obligándolas a abandonar periódica o definitivamente sus territorios ancestrales.
La lucha de Ilaria dentro de la comunidad de Santa Teresita no es única. Los Mbya Guaraní siempre han cultivado en huertos detrás de sus casas para asegurar su propio suministro de alimentos.
Ramona siembra hortalizas para mantener a su esposo y a cuatro de sus cinco hijos, pero este año, solo unos pocos cultivos lograron prosperar.
"Todo ha cambiado", dijo. "Este año creció muy poco en comparación con el pasado. A veces durante un año no cosechamos lo que plantamos porque salen arruinados; A veces ni siquiera la yuca sale bien."
La deforestación invasora ha afectado sus cultivos; el arbusto ya no es la barrera protectora natural efectiva que alguna vez fue y los campos cercanos a su casa se han vuelto cada vez más vulnerables a los peligros meteorológicos. "Ya no hay nada que detenga la tormenta; Hay tantas áreas deforestadas, que no hay forma de detenerla... Es muy intensa".
Cuando la cosecha es muy poca para mantener a la familia, Ramona, de 40 años, va a la capital, Asunción, durante dos semanas a comprar y vender galletas en las calles. Por el momento, solo se ausenta una o dos veces al año, pero teme tener que permanecer lejos de su familia durante más tiempo en los próximos años.
Cuando se trata de pensar en el futuro de sus hijos, el deseo más profundo de Ramona es que se queden en Santa Teresita. Para ella, se trata tanto de permanecer en la tierra por la que lucharon sus antepasados como de preservar la cultura Mbya Guaraní. "Tienen que quedarse, siempre tenemos que hablar de eso. Tienen que mantener nuestra comunidad. Tenemos que mantener la memoria."
Escrito por Chloé Lavau, Oficial de Comunicaciones (Cambio Climático y Migración)
Este proyecto financiado por el Fondo de la OIM para el Desarrollo forma parte de la campaña "Piensa en el Mañana, Actúa Hoy".