El 4 de diciembre de 2019, al menos 62 gambianos fallecieron en un trágico naufragio cerca de la costa de Mauritania. Un año más tarde, recordamos y rendimos tributo a estas personas, al tiempo que se intenta recopilar los testimonios de los supervivientes de la tragedia.
Con una población de poco más de 6.000 habitantes, la ciudad de Barra en la Región de la Ribera Norte de Gambia se erige por encima de la capital, separada de ella por una brecha de siete kilómetros del Río Gambia. De día, es un lugar agitado, con mucho movimiento; personas que van y vuelven de Banjul en ferry, en su camino rumbo a Senegal u otras grandes ciudades en la mitad superior de Gambia. Envueltas por las aguas del Atlántico, la mayor parte de las ciudades hacen de la actividad pesquera su principal medio de subsistencia.
Por la noche, una vez el ultimo ferry rumbo a Banjul ha zarpado, un tranquilo silencio rodea a la ciudad – un silencio que se convertiría en el escenario de la mayor tragedia vinculada a la migración irregular en la memoria reciente.
Sheikul Hairy Joof nos transporta a noviembre de 2019, cuando comenzaron los rumores de que había embarcaciones preparándose para partir rumbo a las Islas Canarias. “Comenzamos a escuchar rumores en la ciudad acerca de un bote que partiría hacia España”, dice. Esta ruta había estado activa en el país años atrás, pero se había dejado de usar cuando los gambianos comenzaron a irse a Libia.
Sheikul, un estudiante de 18 años que estaba cursando el último año de la escuela secundaria en aquel momento, vio la oportunidad de mejorar la vida de sus padres y de sus ocho hermanos. Habiendo ahorrado algo de dinero pescando de a ratos y vendiendo el producto de la pesca, tomó la decisión de irse, con la bendición de su padre.
A las dos de la mañana del 27 de noviembre, Sheikul se adentró en las aguas junto a más de una docena de amigos y vecinos, pasando a formar parte de las casi 200 personas que habían partido en lo que ellos pensaban iba a ser un viaje de tan sólo un par de días hacia Europa.
“Los primeros cuatro días estuvieron bien, pero la comida se terminó el quinto día”, explica. “Durante tres días consecutivos, no comí nada. Solamente teníamos agua y no dormíamos mucho”, explica Sheikul acerca de las escenas vividas inmediatamente después de su partida. Con pocas opciones a la vista tras ocho días de navegación, los pasajeros decidieron atracar en Mauritania, una desacertada decisión que condujo a la tragedia.
“Había muchas rocas y las olas eran realmente altas. Nos dirigíamos hacia la playa cuando alguien lanzó el ancla a unos 25-30 metros de distancia”, recuerda Sheikul. “Cuando la embarcación se detuvo, una gran ola la azotó, y eso provocó el naufragio. Se suponía que llegaríamos a la costa”.
Según el relato de Sheikul, desafortunadamente muchos quedaron atrapados dentro del bote, con los chalecos salvavidas puestos, mientras que otros que llevaban ropas pesadas se vieron imposibilitados de nadar. Él se considera afortunado de haber logrado escapar, pudiendo luego arrastrarse y aferrarse a las rocas a pesar de las olas que no cesaban.
Después de haber recibido asistencia inmediata en Nouadhibou, Mauritania, los sobrevivientes regresaron a Gambia. Allí, iniciaron un proceso de duelo colectivo y recuperación que aún sigue en curso a día de hoy.
Para una ciudad acostumbrada a la rutina cotidiana de pescar y ver a los viajeros ir y venir, las noticias sobre el naufragio fueron devastadoras. “Cuando escuchamos los primeros rumores acerca del bote que se estaba hundiendo, se escuchaban llantos y gritos en todas partes. Era tremendo”, recuerda el padre de Sheikul.
Sheikul retornó con sentimientos encontrados. “Me sentía feliz porque estaba vivo, pero muchos de mis amigos más cercanos habían fallecido. Pensábamos en todas aquellas personas que habíamos dejado atrás”. Las discusiones – y el luto – se apoderaron del país en las semanas siguientes. “Todo el tiempo pensábamos en lo ocurrido. A la noche no era fácil conciliar el sueño”.
El mejoramiento del apoyo psicosocial de base comunitaria para las comunidades afectadas ha sido desde aquel momento un aspecto esencial en el cual se ha enfocado especialmente el trabajo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Un año después, el tejido social de Barra y de las ciudades aledañas sigue fuertemente impactado por la tragedia. Sheikul se graduó en la escuela secundaria en septiembre de 2020 y ahora sueña con poder estudiar administración hotelera. A pesar de que su padre se ha enfermado y siente que su vida ha cambiado poco, Sheikul declara con firmeza que nunca volverá a embarcarse en un viaje similar.
Sheikul se unió desde aquel momento a D419 – una asociación compuesta de sobrevivientes del bote naufragado y de retornados de otra embarcación interceptada en aguas de Mauritania un par de días tras el naufragio. El nombre de la asociación tiene su origen en la fecha del naufragio, 4 de diciembre de 2019, y la misma persigue dos objetivos: honrar la memoria de quienes perecieron en el viaje y concientizar acerca de todos los sufrimientos que debieron atravesar.
Otros miembros comparten experiencias de lucha y de padecimiento a su retorno. “Yo escuchaba a mi hermano menor gritar mi nombre mientras se ahogaba. Nunca lo olvidaré”, expresa Mahmud Faal.
“La gente me decía bruja cuando regresé porque era una de las pocas sobrevivientes de sexo femenino”, destaca Fatou Sonko – reflexionando sobre el estigma que algunos debieron enfrentar en sus propias comunidades.
En la ciudad, en el aniversario del naufragio, la asociación lideró el “Día del Recuerdo”, el cual incluyó una capacitación sobre apoyo psicosocial, un desfile y una serie de debates comunitarios. Con algunos fondos que la asociación pudo conseguir, se imprimieron camisetas con un collage de fotos de todas las víctimas.
Y aun así, si bien las comunidades afectadas comienzan a sanar, no han podido reponerse del impacto que la COVID-19 ha tenido sobre sus medios de subsistencia. Las medidas de salud pública, tales como la limitación a la cantidad de horas de apertura de los mercados y los cierres de escuelas, han hecho que la vida se vuelva más complicada, dicen los sobrevivientes. Sin dudas, este año ha marcado un repunte en las partidas desde África Occidental hacia las Islas Canarias, mayormente desde Senegal. Se han registrado más de 500 muertes en comparación con las 210 del año 2019.
Como Sheikul, algunos de los sobrevivientes siguen firmes en su decisión de no volver a embarcarse en semejante viaje nuevamente. Otros admiten con candidez que el pensamiento que ha cruzado su mente con mucha frecuencia ha sido el de sopesar los horrores de lo que debieron atravesar en contra de lo que consideran como una falta total de opciones. Sin embargo, todos están de acuerdo en que una mayor inversión en educación y más oportunidades de empleo y de emprendimientos es lo que a la gente le haría pensar dos veces antes de embarcarse en una ruta peligrosa.
Actualmente la OIM se encuentra trabajando con líderes de la aldea en el desarrollo de proyectos de reintegración comunitaria para los sobrevivientes y retornados. “El desafío ahora es intentar unir a todos en pos de un proyecto comunitario que beneficie a todas las personas”, explica Hayib Gaye, Oficial Regional de la Juventud en el Centro de Información sobre Migración (MIC) en Barra. Establecido por la OIM y por el Consejo Nacional de la Juventud a raíz del naufragio, el centro tiene como objetivo empoderar a la juventud para que tome decisiones informadas acerca de migrar.
En consonancia con los reclamos de los sobrevivientes en cuanto a oportunidades significativas, la tragedia apela a un debate de mayor importancia sobre la gobernanza mundial de la migración. “Lo que nos muestra la tragedia del año pasado y las partidas de este año es que hay una urgente necesidad de expandir las opciones para que la migración sea segura, ordenada y regular, y esto requiere una colaboración y un compromiso sólidos”, dice Fumiko Nagano, Jefa de Misión de la OIM en Gambia. “Por medio de alternativas realistas, podríamos disuadir de manera más efectiva a los potenciales migrantes, y evitar que pongan en peligro sus vidas en travesías tan riesgosas”.
Mientras las restricciones por la COVID-19 en Gambia se flexibilizan y Barra vuelve a la normalidad como una activa ciudad de tránsito, los sobrevivientes empiezan a vislumbrar una luz de esperanza. Esperanza de que todo mejore. Esperanza de que en la ciudad aumenten las oportunidades para la generación de ingresos. Esperanza acerca del hecho de que recordar a sus hermanos y hermanas fallecidos no será en vano.
“Necesitamos recomenzar, desarrollarnos, y capitalizar todo apoyo que podamos recibir”, expresa un retornado del bote que ha sido interceptado, mientras espera con ansiedad el futuro.
En esta luz de esperanza, la gente de la ciudad de Barra empieza a sembrar las semillas para evitar que otros pierdan su vida en alta mar.
El apoyo de la OIM para los sobrevivientes, retornados y comunidades afectadas incluye:
- Asistencia posterior a la llegada, apoyo psicosocial y en materia de salud mental, reintegración comunitaria de base, actividades de concientización y el establecimiento del Centro de Información sobre Migración por medio de la Iniciativa Conjunta UE-OIM de protección y reintegración de Migrantes, financiado por el Fondo Fiduciario de Emergencia de la UE para África.
- Apoyo psicosocial y en materia de salud mental y asistencia en efectivo a cambio de trabajo por medio del Fondo de Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz
- Actividades de concientización por medio del programa Migrantes como Mensajeros
Esta historia ha sido escrita por Miko Alazas, Oficial de Prensa de la OIM en Gambia.