Nghia Dan, Provincia de Nghe An, 28 de noviembre de 2022–Las vistas de los arrozales en las cercanías de Nghia Dan, Vietnam, pintan un cuadro de gran tranquilidad y calma. Pero este paisaje no dejar ver cómo la pandemia de COVID-19 produjo una oleada de retornados que ahora luchan para poder reintegrarse en una de las provincias más pobres de este país.
Nguyen ThiNhan es una de esas personas. Ella regresó a su hogar en noviembre de 2021, tras haber trabajado como empleada doméstica por un año en la Región Administrativa Especial de Macao de la República Popular China (SAR). En 2018, era la única que podía mantener a su familia después de que su esposo sufriera heridas en un accidente de tránsito.
Se reunió con un intermediario con la esperanza de poder encontrar un trabajo mejor remunerado en Macao. El intermediario le cobró casi 2.000 dólares EE. UU. en concepto de honorarios de contratación además de otros gastos para garantizarle un puesto de trabajo. Para Nhan, esa suma superaba el sueldo total equivalente a un año de trabajo, puesto que en Vietnam el salario mínimo es inferior a los 170 dólares EE.UU. por mes.
Esta mujer, de 56 años, pidió dinero prestado a sus familiares para poder asegurarse un puesto de trabajo. Soñaba con hacer suficiente dinero como para poder cancelar su deuda y a la vez poder ayudar a su familia.
“Mi empleador en Macao, China, era agradable conmigo y yo podía enviar parte de mi ingreso mensual a mi familia. Pero luego la pandemia de COVID-19 lo cambió todo. Perdí mi trabajo porque la familia para la cual yo trabajaba no podía regresar a Macao a causa de los cierres de fronteras”, recordó Nhan.
Varada, sin empleo ni medios como para poder regresar a su hogar, Nhan no tuvo más opción que la de depender de los alimentos distribuidos por organizaciones locales para poder comer. Por meses se quedó en un dormitorio colectivo lleno de trabajadores migrantes desempleados antes de poder organizar su regreso a casa.
La historia de Nhan es similar a la de muchos otros trabajadores migrantes retornados a la provincia de Nghia Dan cuyos medios de subsistencia se vieron impactados por la COVID-19. Desde que la pandemia empezó la provincia ha sido testigo del retorno desde el exterior de 13.800 trabajadores migrantes que perdieron sus puestos de trabajo, por las restricciones al desplazamiento, la falta de acceso a cuidados de la salud, aislamiento extendido y oportunidades de empleo limitadas en sus comunidades de origen.
La OIM otorga ayuda a través de la entrega de paquetes de asistencia de emergencia que incluyen dinero en efectivo para propósitos múltiples, acceso a controles de la salud y la formación en habilidades generales para una reintegración y migración seguras.
Otro residente local de 40 años, Truong Van Thai, regresó a Nghia Dan en septiembre de 2021 después de haber trabajado en la República Democrática Popular Lao. Con dos hijas menores a cargo, se enteró de un trabajo en construcción en el país vecino a través de su cuñado, que por años había estado trabajando allí como trabajador migrante irregular. Al momento de aceptar la oferta laboral, la idea de poder contar con un empleo mejor remunerado superó el miedo a los peligros que Thai podía llegar a sentir.
El trabajo en la construcción era demandante pero Thai no se quejaba porque estaba haciendo bastante dinero y podía enviar una parte a su familia. Recuerda cómo a él y a otros trabajadores les habían pedido que se ocultaran en la selva cercana si la policía local pasaba patrullando las áreas de construcción para controlar la presencia de trabajadores migrantes irregulares.
Cuando se produjo el pico de la pandemia de COVID-19 y los sitios de construcción fueron cerrados, Thai se encontró de repente a bordo de un autobús que lo llevaría de regreso a su casa con el sueldo del último mes.
Thai fue uno de los 130 migrantes internacionales retornados pertenecientes a grupos vulnerables seleccionados para acceder al apoyo de emergencia de la OIM. En esta categoría se incluyen retornados enfermos que necesitan cuidados médicos, personas con hijos que son el único sostén de sus familias o padres que son personas mayores que requieren apoyo; también hay personas que sufrieron tremendamente durante la pandemia y al momento de regresar.
Los trabajadores migrantes irregulares no son incluidos en las estadísticas nacionales sobre migración laboral y por consiguiente son excluidos de los programas del Gobierno.
“Siendo el único que genera un ingreso para sostener a la familia no me puedo dar el lujo de enfermarme”, dice Thai con calma mientras acaricia suavemente la cabeza de su hija. “Cuando mi hija menor crezca un poco, tal vez considere regresar a trabajar en la República Democrática Popular Lao. Cuando mis hijos crezcan los gastos que tendremos serán mayores y el sueldo que tengo en este momento no nos va a alcanzar”, agregó.
Cuando se les preguntó acerca de sus prioridades a futuro, Nhan y Thai compartieron diferentes enfoques.
“Espero encontrar muy pronto un trabajo cerca de casa en lugar de irme a trabajar otra vez afuera”, dijo Nhan. “La experiencia de haber estado varada en otro país durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19 no fue para nada fácil”.
Para Thai, la posibilidad de contar con un mejor ingreso lo sigue motivando para buscar un trabajo en el exterior, pero como ahora él ya tiene experiencia, las circunstancias serán muy distintas. “He pensado mucho en mi viaje migratorio para buscar empleo y me he dado cuenta de que corrí muchos riesgos”, dijo Thai. “Tengo que cuidar de mis hijas”, agregó. “De modo que la seguridad será mi prioridad número uno si voy a trabajar nuevamente en otro país”.
Se han cambiado los nombres para proteger las identidades de los trabajadores migrantes.
Texto escrito por Nguyen Thi Hong Yen, Coordinador de Comunicaciones, Responsabilidad Corporativa de la OIM para la Eliminación de la Esclavitud y la Trata (CREST).