Bayarmaa* ha estado varada en Vietnam desde que perdió su empleo por la pandemia de COVID-19. Hambrienta y debiendo enfrentar el desafío de dónde alojarse, esta nacional de Mongolia no pudo acceder al tratamiento médico que necesitaba para una enfermedad crónica recurrente. Profundamente angustiada y frustrada por no poder ayudar a su hija, la madre de Bayarmaa que se encontraban en su casa terminó enfermándose.
Día tras día la situación de Bayarmaa empeoró hasta que decidió pedir ayuda al Ministerio de Asuntos Exteriores de Mongolia y a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
El gran impacto de la pandemia de COVID-19 sobre la movilidad humana en todo el mundo debido a las restricciones a los viajes, cierres de frontera y medidas de confinamiento para refrenar la propagación del virus ha dejado a millones de migrantes, entre ellos Bayarmaa, varados en todo el mundo.
En un informe sobre el Impacto de la COVID-19 sobre los Migrantes, de septiembre de 2020, la Fuerza de Tareas de la OIM para los Retornos en el contexto de la COVID-19 brindó un detalle de la lucha de casi tres millones de migrantes que se encuentran varados en todo el mundo. Se cree que muchos más quedaron varados en los meses siguientes. La Fuerza de Tareas fue creada en respuesta al complejo desafío de organizar los retornos voluntarios durante la pandemia y ayudar a las misiones a abordar tales desafíos con la mayor efectividad posible.
En 2020, la OIM facilitó el retorno voluntario de más de 50.000 migrantes en todo el mundo. Más de 1.000 migrantes (53% mujeres y 47% hombres) recibieron el apoyo de las Fuerzas de Tareas de la OIM para los Retornos en el contexto de la COVID-19 en todo el mundo, en condiciones seguras y dignas.
Cada retorno en sí fue especial y puso de relieve las diferentes condiciones extremas que los migrantes debieron enfrentar en medio de la pandemia de COVID-19 antes de su retorno.
Entre quienes retornaron pueden mencionarse trabajadores migrantes y sus familias, viajeros, estudiantes internacionales, menores no acompañados, mujeres embarazadas, personas mayores, personas con discapacidades, otras personas que procuraron atención médica y víctimas del delito de trata de personas.
En China, la situación de Ronica* no difería mucho de la de Bayarmaa. Era una joven migrante de Jamaica que había estado trabajando como maestra jardinera en China hasta que comenzó a experimentar problemas de salud mental y fue hospitalizada. Perdió su empleo y no tuvo más opción que regresar a Jamaica. Su enfermedad se empeoró debido a la pandemia de COVID-19, la cual la imposibilitó de hacer el largo trayecto de regreso a Jamaica sin un acompañante terapéutico.
Anna*, una migrante de Jamaica que está en Curaçao, también tuvo complicaciones de salud. Su permiso de residencia había expirado y su pierna fue amputada a causa de padecer diabetes mientras la situación a su alrededor no dejaba de empeorar. Esto la dejó en una silla de ruedas, inmovilizada, sin contar con una fuente de ingresos, sin documentos y sin modo de regresar a su hogar.
Antes de su partida, a cada migrante que retornaba se le brindó asistencia humanitaria consistente en apoyo médico y psicosocial, albergue, alimentos, kits de higiene, y equipo de protección, mientras se observaban las más estrictas recomendaciones sanitarias dependiendo de los requerimientos del país.
“...la OIM garantizó que los migrantes accedieran a un test de COVID-19... desde Managua a Belice,” dijo Ana Cecilia Solís, Coordinadora de Proyecto en la OIM Nicaragua.
Los migrantes laborales en Medio Oriente se encontraron en una situación cada vez más seria, con pocas opciones de acceder a un empleo digno y seguro, dejándolos sin posibilidad alguna de pagar la renta, comprar alimentos o acceder a cuidados de la salud. Una evaluación de los trabajadores migrantes en el Líbano llevada adelante a mediados de 2020 por la Matriz de Seguimiento de Desplazamiento (DTM) descubrió que aproximadamente un 70% de quienes fueron encuestados estaban haciendo planes de retornar a sus hogares en los tres meses siguientes.
Kame*, de veinticinco años, trabajadora doméstica de Sierra Leona, experimentó varios meses de adversidades en manos de sus empleadores, lo cual la llevó en febrero de 2020 a tirarse desde el tercer piso de la casa para la cual trabajaba, hacia la calle. Sobrevivió, pero sola y sin trabajo debió enfrentar la pobreza mientras la pandemia de coronavirus complicaba aún más los problemas económicos del Líbano.
“Después de haber saltado pensé que iba a morir, pero Dios no quiso que fuera así. Estoy muy feliz de poder regresar a Etiopía y finalmente ver a mi familia”, dijo antes de abordar su vuelo.
Ella es una de los muchos trabajadores migrantes que con el apoyo de la OIM lograron regresar a su casa en condiciones de seguridad.
En el Reino de Arabia Saudita (KSA), 75 mujeres de Madagascar estuvieron varadas durante aproximadamente nueve meses. Algunas habían perdido sus empleos, encontrándose sin alojamiento del día a la noche, en tanto que otras tenían sus permisos de residencia vencidos. Por medio del apoyo de la OIM lograron regresar a Madagascar en diciembre en un vuelo chárter. Este movimiento de retorno fue el tercero de los nacionales de Madagascar que recibieron el apoyo de la OIM, tras haber previamente apoyado el retorno de 177 nacionales desde Kuwait (en junio de 2020) y de 54 nacionales del Líbano (en octubre de 2020).
Algunos de los migrantes, como Joy* de 23 años, fueron víctimas de trata que quedaron varadas tras haber escapado. Se fue de su hogar en África Occidental tras haber sido tentada con la promesa de un empleo estable con beneficios en el Líbano. En un intento por acceder a oportunidades para brindarle apoyo a sus padres ancianos, ella y su hermana se mudaron al Líbano, en donde fueron víctimas de malos tratos, forzadas a trabajar horas extra, con una paga muy magra y a veces, sin remuneración alguna.
Logró escapar y reunirse con su hermana a quien sus empleadores también habían desalojado tras la explosión en Beirut en agosto de 2020. Joy y su hermana estaban exhaustas y querían retornar a su casa para ver a su padre quien había sufrido un ataque cardíaco.
Para dos migrantes de Somalia, Geedi* y Warsame*, la pandemia implicó que ya no podrían más concurrir a clase ni retornar a su hogar, quedando varadas en Teherán en donde estaban estudiando.
Las restricciones a la movilidad originadas en la pandemia de COVID-19 han agravado la vulnerabilidad de algunos migrantes y el desafío de retornar a sus hogares. Las alianzas con países de acogida y de tránsito han recorrido un largo camino en pos de facilitar los retornos, a través del aseguramiento de que los controles sanitarios y otras medidas sean incorporados a los sistemas de gestión de fronteras.
“Tras el registro de los migrantes en la OIM para retornar voluntariamente—y gracias a la cooperación con las autoridades gubernamentales en Chipre y en Nepal—todos estuvieron listos para ayudar a los migrantes varados para regresaran voluntariamente a sus hogares”, sostuvo Natasa Xenophontos Koudouna, Jefa de Oficina de la OIM Chipre.
Joy y más de 1.000 migrantes más varados a raíz de la pandemia de COVID-19 han sido reunidos con sus familias de regreso en sus hogares, gracias a la generosa contribución del Gobierno de Alemania para la Fuerza de Tareas para los retornos en el contexto de la COVID-19 y también gracias al apoyo de otros donantes tales como el Gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea, los Gobiernos de Suiza, Noruega, el Reino Unido y Dinamarca.
* Los nombres de los migrantes en esta historia han sido cambiados para proteger sus identidades.