Para las familias filipinas que viven en el litoral, el fin de un tifón supone el comienzo de una lucha. Julieta Cuya vive en la isla barangay (aldea) de Rawis en la Ciudad de Tabaco, Albay, en la zona sudeste de la isla de Luzón, Filipinas. A sus 79 años debe criar y cuidar a sus dos nietos.
Ella y los chicos se escondieron debajo de las mesas mientras el Súper Tifón Rolly (Goni), el ciclón tropical más fuerte del año 2020, destruía su hogar a finales de 2020.
El tifón trajo consigo lluvias torrenciales, violentos vientos, aludes de barro y una ola de tormentas a Luzón, la mayor isla en Filipinas. Produjo daños cuantiosos cuando comenzó, matando a decenas de personas, hiriendo a cientos más, y afectado a dos millones entre las cuales se contaban quienes se encontraban en la Provincia de Albay en la Región de Bicol, una de las más castigadas.
“Cuando la tormenta empezó a calmarse, logramos irnos a la casa de nuestro vecino y resguardarnos allí temporalmente”, dijo Julieta. “Cuando regresamos a nuestra casa, encontramos que muchas de nuestras pertenencias habían desaparecido y nuestra casa era un desastre. Me dolió la cabeza y el corazón al ver todo eso”.
Herlyn Boqueo de cuarenta y un años estaba embarazada y cuidando de una criatura cuando el tifón arremetió en la Ciudad de Tabaco. Pudo resguardarse en la casa de su barangay kagawad (consejero) en donde esperó que el agua retrocediera.
“Tuve mucho miedo porque el agua no paraba de subir y mi niño estaba cada vez más empapado”, dijo.
“Mi hijo tenía tan solo cinco meses, había nacido durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19. Cuando pude regresar a mi casa, toda mi ropa se había mojado. Por suerte recibimos ayuda. Pude comprar café y leche usando la asistencia en efectivo de la OIM y concurrí a un seminario de capacitación. Me enseñaron que los cimientos de una casa deben ser bien fuertes de modo tal que permanezcan estables durante los tifones y otras calamidades naturales. Pude aprender mucho”.
Federico Laprades Jr., un pescador de 60 años de edad que padece una ceguera parcial, también encontró su casa y su medio de subsistencia dañados a causa de la tormenta.
“Mientras pueda, seguiré yendo al mar todos los días”, dijo. “Se complica pero necesito trabajar y todavía me queda un ojo. Tengo mi propia bangka (barca pequeña) y la uso, si bien sufrió algunos daños a causa de la tormenta, la cual también arrancó un pedazo del techo de mi casa”.
“Estamos acostumbrados a este tipo de tormentas, pero la última fue realmente muy fuerte; el nivel de agua comenzó a subir muy rápido desde la costa hasta nuestra casa. Teníamos mucho miedo, pero no podíamos hacer otra cosa más que esperar”, dijo.
“Somos gente pobre y nos arreglamos con un poco de dinero cada día. Tras la tormenta nuestros líderes locales comenzaron a seleccionar aquellas familias a las que debían ser priorizadas en cuanto a la asistencia y yo fui uno de los beneficiados. Me sentí muy contento cuando me enteré porque eso implicaba que iba a poder reparar mi vivienda”.
Sus vecinos le ayudaron a acarrear los materiales hasta su casa y a reparar la estructura pues acababan de operarlo de la pierna y Federico no podía transportar materiales pesados.
“Me sentí muy agradecido no solamente porque nos dieron materiales de calidad sino porque los ingenieros también nos enseñaron cómo reparar adecuadamente nuestros hogares. La vida ha sido muy complicada pero estoy muy agradecido porque hemos recibido asistencia que nos ha ayudado a salir adelante”, dijo.
Las experiencias de Julieta, Herlyn y Federico se cuentan entre las numerosas vivencias de los habitantes de la isla de Rawis en donde todo el mundo se apoya en gran medida en el medio ambiente para poder sobrevivir, pues la gente depende de la pesca en la costa, del cultivo de algas y de la madera del manglar para sostener a sus familias.
El Tifón Rolly y otros tres tifones más azotaron la región en un lapso de tres semanas en 2020, deteniendo totalmente, por no decir, destruyendo, los medios de subsistencia de los residentes de la isla-barangay.
Son los granjeros, pescadores y las personas que viven en la ribera los que están sufriendo el mayor impacto del cambio climático, debido tanto a los eventos de inicio repentino como a los de inicio lento, como por ejemplo las olas de calor, inundaciones, fuertes vientos y aumentos de las mareas. Las comunidades más pobres, que con frecuencia no son quienes contribuyen al cambio climático, son las más vulnerables a sus efectos.
Para comprender mejor el cambio climático y sus impactos sobre la migración en el contexto local, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en las Filipinas, se ha comunicado con los gobiernos locales y con las comunidades vulnerables. Las personas de ciudades y aldeas costeras dicen que han observado un aumento en la intensidad de los tifones y también en el nivel de las mareas, forzando a las personas que viven en áreas residenciales y zonas neutrales a mudarse más hacia el interior.
Sus relatos son apoyados por estudios científicos que demuestran que los eventos climáticos extremos se volverán más y más frecuentes y también más intensos debido al cambio climático.
Filipinas debe enfrentar más tifones que cualquier otro país en el mundo: aproximadamente la mitad de los 20 que emergen en la región cada año pasan por el archipiélago. Casi siempre se lo incluye entre los países que corren el mayor riesgo frente al cambio climático a pesar de que no son quienes lo promueven; y es la segunda nación más afectada por los eventos relacionados al clima de acuerdo con datos del Índice de Riesgo Climático (CRI) 2020.
Las mencionadas condiciones actúan como agentes impulsores de la migración de los filipinos. Tan sólo en 2020, las Filipinas vieron cómo 4.4 millones de personas eran desplazadas por desastres dentro del país, de acuerdo con información del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno. Esta es la segunda cifra mayor de 2020 a nivel mundial, a la cual solo supera China. Pero no se trata de una tendencia nueva. Filipinas siempre ha sido ubicada en el primer o segundo lugar a nivel mundial en cuanto a la cifra de personas afectadas por desplazamiento debido a desastres internos en los últimos cinco años, con 4.1 millones en 2019, 3.8 millones en 2018, 2.5 millones en 2017, y 2.6 millones en 2016.
Los residentes de Rawis y del resto de la provincia tienen una reputación ganada por su coraje frente a la adversidad y la capacidad de haberse podido recuperar de los tifones en el pasado.
"Si llega otra tormenta, también vamos a vencerla”, es la respuesta que dan cuando se les pregunta qué harán en el futuro.
Las autoridades locales en las Filipinas están institucionalizando los programas de preparación y adaptación al cambio climático a fin de estar listas para los impactos del mismo y sus efectos sobre la migración, pero sigue habiendo un interrogante: ¿estamos haciendo lo suficiente para que nuestras comunidades sean resilientes?.
Historia escrita por Michelle Villariez, Oficial Nacional de Capacitaciones, OIM Filipinas.
La OIM Filipinas quiere arrojar luz sobre el aspecto humano del cambio climático. Por medio de su Programa sobre Adaptación al Cambio Climático y Resiliencia Comunitaria en las Filipinas (CARP), la OIM está lanzando el informe preliminar “Marco sobre la Narrativa Humana de la Migración en el Contexto del Cambio Climático”, el cual pone el foco en las personas que están por detrás de la adaptación al cambio climático en las Filipinas. El informe será actualizado en el sitio de internet de la OIM Filipinas.