Roseline perdió su pierna en el terremoto de 2010 y a su única hija un par de años después. Foto: OIM/Mónica Chiriac

Puerto Príncipe, 8 de noviembre de 2021 – Samuel cree que ser ciego en Haití es un castigo. Tras haber sido despedido de su empleo debido a su discapacidad, le fue totalmente imposible encontrar otro trabajo. “Ha sido muy difícil poder alimentar a mi familia, y ni qué hablar del pago de la educación de mis hijos”, dice este hombre padre de dos menores.

Samuel tiene 48 años y ha estado ciego por más de dos décadas. La mayor parte de los años en los que no tuvo visión los pasó en el Campamento La Piste, en Puerto Príncipe, ciudad capital de Haití. El sitio para personas desplazadas internamente (IDP por su sigla en inglés) ha estado albergando a personas con distintas discapacidades desde que el terremoto de intensidad 7.0 sacudió a Haití en 2010, llevándose las vidas de más de 200.000 personas y provocando heridas a más de 300.000.

En junio de este año el sitio fue devorado por las llamas, dejando nuevamente a cientos de personas luchando por sus vidas y sin un techo sobre sus cabezas. Inmediatamente después de los incendios, una asociación local derivó a Samuel a Delmas 103 – escuela y sitio temporal para personas desplazadas internamente en Puerto Príncipe, en donde estuvo viviendo desde ese momento.

Samuel espera su partida del sitio para personas desplazadas internamente Delmas 103 en Puerto Príncipe. Foto: OIM/Mónica Chiriac

Desde marzo de 2020, el aumento alarmante en el nivel de violencia llevó al desplazamiento de cientos de familias en las áreas urbanas y periurbanas de Puerto Príncipe. De acuerdo con la  Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), hay actualmente en Haití un millón y medio de personas que se han visto particularmente afectadas  por el impacto de la actual violencia que les ha dificultado el acceso humanitario, 19.000 personas desplazadas internamente y 1,1 millones que requieren de asistencia en diferentes barrios de Puerto Príncipe y otras 400.000 en el sur.

Para quienes se vieron afectados por esta crisis y deben vivir con una discapacidad, esto ha implicado un obstáculo más, en tanto que la falta de condiciones de vida adecuadas, de empleo y de recursos tan sólo han reforzado la estigmatización y la discriminación de estas personas discapacitadas.

Afortunadamente Samuel pudo llegar a fin de mes gracias al pequeño negocio de su esposa. Sin embargo, cuando otro terremoto azotó a Haití en agosto de este año, no solamente la familia perdió familiares y amigos sino que también perdieron su negocio y tuvieron que luchar para encontrar nuevas formas de mantener a sus hijos.

La OIM ha asistido a la totalidad de las 247 familias que viven en Delmas 103 en su proceso de reubicación. Foto: OIM/Mónica Chiriac

Desde 2010, las personas discapacitadas y las desplazadas han sufrido regularmente los embates de la continua violencia, y muchas ahora no quieren retornar a sus hogares. La OIM aspira ahora a brindar asistencia vital de protección para los más vulnerables afectados por esta violencia cada vez mayor.

Tras un análisis de las necesidades, la OIM estableció un sistema de apoyo para la reubicación destinado a más de 10.000 personas que viven en los vecindarios más afectados por la violencia, incluyendo a más de 5.200 mujeres y jóvenes y a 550 personas con discapacidades. El proyecto también ha apuntado a 20.000 beneficiarios indirectos que viven en comunidades aledañas.

La iniciativa tuvo en cuenta las vulnerabilidades específicas de los desplazados y les dio a los más vulnerables acceso a la reubicación voluntaria, apoyo psicosocial, controles y asistencia médica, provisión de dispositivos de asistencia tales como muletas y sillas de ruedas para personas con discapacidades, distribución de kits de higiene femenina y apoyo para conseguir la documentación necesaria.

La OIM ha distribuido aparatos de asistencia como sillas de ruedas y muletas a personas discapacitadas. Foto: OIM/Mónica Chiriac

Con problemas de visión en su familia, la principal preocupación de Samuel es ahora la salud de sus dos hijos que ya están teniendo problemas con la vista a la edad de 13 y 18 respectivamente. “Los chicos tienen miedo de quedar ciegos como su padre algún día”, dice Samuel. “Necesito contar con los medios como para pagarle a algún oftalmólogo y que no corran la misma suerte que yo”.

Desde el incendio en el Campamento La Piste, los hijos de Samuel han debido quedarse con amigos. Su reubicación debió posponerse por problemas continuos de inseguridad, pero ahora han podido volver a reunirse con su familia. A finales de octubre, la totalidad de las 247 familias que vivían en el sitio fueron reubicadas oficialmente en las regiones y casas por ellas elegidas. Como parte del proceso de reubicación la OIM apoya a cada familia mediante asistencia en efectivo para que puedan pagar un año de renta.

Adicionalmente la OIM y su asociado la Fundación J’Aime Haïti organizaron módulos de capacitación sobre actividades generadoras de ingresos. Los contenidos de las capacitaciones fueron diseñados en base a las necesidades, las capacidades, la experiencia y las discapacidades de cada participante. Un intérprete para ayudar a quienes tienen discapacidad auditiva estuvo presente en todas las capacitaciones para asegurar que cada participante  pudiera comprender cabalmente la información que les era compartida.

Mientras tanto la OIM y sus asociados han también renovado el sitio Delmas 103, el cual la mayoría de la gente conoce con el nombre de Ecole Communale de Pétion-Ville. Esta escuela está ahora equipada con nuevos pupitres y pizarrones y está lista para recibir nuevamente a los estudiantes, tan pronto como sea seguro hacerlo.

A la izquierda, Esther y Jackson rezan para que un día Junior pueda acceder a educación especial. A la derecha, la amiga de Esther Judith cree que “mientras haya vida, habrá esperanza”. Hace tres años, esta madre de dos niños de 27 años de edad sufrió una herida en la médula espinal por un disparo de arma de fuego. Foto: OIM/Mónica Chiriac

Al igual que en el caso de Samuel, la familia de Junior se refugió en el sitio Delmas 103 después del incendio en el Campamento La Piste en el mes de junio. Nacido con una discapacidad motriz, Junior de dos años de edad es el menor de los tres hijos de la familia. Fue llevado a algunas sesiones de cuidados médicos especiales en St. Vincent, una instalación sanitaria para menores con discapacidades en Puerto Príncipe, pero desgraciadamente no duraron mucho tiempo por falta de fondos.

Su familia se registró en el programa de reubicación de la OIM y allí recibió apoyo psicosocial y asistencia financiera y logística con su reubicación hacia un entorno de mayor seguridad. Esther, madre de Junior y actualmente desempleada, espera poder comenzar eventualmente con algún emprendimiento.

“Rezo para un día poder enviarlo a la escuela en la que pueda tener acceso a educación especial y que de tal modo no crezca sintiéndose inferior a otros chicos de su misma edad”, dice Esther. “No voy a descuidar a Junior por su discapacidad sino que por el contrario voy a amarlo más que a mis otros hijos por su fragilidad”.

Roseline y las otras personas que fueron reubicadas esperan ahora tener días luminosos por delante. Foto: OIM/Mónica Chiriac

El programa de reubicación de la OIM y su apoyo a personas desplazadas internamente han sido posibles gracias al Fondo Central de Respuesta a Emergencias (CERF) de las Naciones Unidas. Estas actividades han sido implementadas en estrecha coordinación y colaboración con el Directorio General para la Protección Civil (DGPC) de Haití y con la Unidad Nacional para la Construcción de Viviendas y Edificios Públicos (UCLBP).

Esta historia fue escrita por Mónica  : mchiriac@iom.int.

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