Pacaraima, Brasil – Al amanecer de cada día, la puerta de la panadería se abre y se cierra una y otra vez. Esto permite divisar una gran variedad de apetecibles delicias en el interior. La vitrina exhibidora capta la atención de los residentes locales que se mueven afanosamente y luego se retiran con las bolsas llenas de sabrosos tesoros. Enclavada en la esquina de una calle de Pacaraima, ciudad brasileña en la frontera con Venezuela, esta panadería agrega encanto a una ciudad que al parecer se vanagloria por su “Buen Pan”. Con la promesa de ofrecer el mejor producto orgullosamente estampada sobre sus paredes, la panadería es el escenario propicio para un día lleno de delicias culinarias.
Dora y Rene alternan entre el saludo a los clientes en el mostrador y la preparación de tandas de panes frescos en la cocina. Esta rutina cotidiana ha estado presente en sus vidas en los últimos cinco años, desde que tomaron la difícil decisión de irse de Venezuela con sus hijos junto a sus posesiones más preciadas, sus mascotas y el equipamiento de su anterior negocio en una pequeña casa rodante, para embarcarse en un viaje que los iba a llevar a una nueva tierra para recomenzar sus vidas.
Su llegada a Brasil en 2018 fue un acontecimiento muy emotivo que sigue teniendo un eco emocional. Teniendo que navegar por una nueva cultura y costumbres diferentes, se embarcaron en el proceso gradual de creación de un nuevo hogar en un lugar desconocido, trabajando muy duro para convertir el pequeño espacio que habitaban en una panadería que les daría el sustento necesario.
"Nos está yendo bien en este lugar. Migrar no fue sencillo, pero le dije a Dora que ella tomó la decisión correcta hace cinco años. Si alguna vez regresáramos a Venezuela, creo que yo hablaría muy bien de Brasil porque las personas aquí son muy amables y siempre nos han tratado con mucho respeto”, dice Rene.
A medida que pasaba el tiempo la pareja se iba integrando a la comunidad y cultivaba nuevas amistades. Su pan venezolano, apreciado por su alta calidad, muy pronto se hizo famoso gracias al boca a boca, es decir, por las recomendaciones y el apoyo de los primeros clientes, solidificando de tal forma su reputación como uno de los mejores panes de la ciudad. Este éxito fue el que ayudó a que pudieran comprar el actual espacio que ocupa su panadería a la cual bautizaron con el nombre de Virgen María del Valle.
"Este producto venezolano es realmente muy superior al pan de Brasil y ha sido nuestro compromiso con la panadería lo que nos ayudó a ser exitosos. Empezamos preparando el pan de corteza gruesa con una receta familiar, similar al que preparábamos en Venezuela. Fue sorprendente pero los residentes locales lo adoraron”, recuerda Rene al momento de referirse al pão de sal, un bollo de pan muy popular en Suramérica.
Gracias a que las ventas aumentaban la panadería pudo ofrecer más productos, usando otras recetas muy apreciadas de la madre de Rene, entre ellas la del pan de coco, muy valorado en su país de origen. Este pan ganó popularidad con gran rapidez y se convirtió en un artículo muy pedido en la panadería.
En respuesta a las preferencias locales, la pareja adaptó sus recetas al gusto local, sobre todo en el caso del pão de queijo (pan de queso), un término que a ellos no les era familiar. Experimentando un poco Rene logró una versión muy especial del pan de queso, con un sabor algo distinto pero delicioso en comparación con la receta tradicional. Cabe mencionar asimismo la gran acogida que tuvo el pan de corteza delgada, con una textura interior suave y una corteza dorada por la manteca, muy parecido a los bollitos que se usan para preparar hot dogs.
Cada nuevo artículo que se va agregando refleja el compromiso que esta pareja ha asumido en cuanto a satisfacer todos los gustos y crear una experiencia de panadería memorable.
"Fue todo un proceso para nosotros conocer bien a la clientela y comprender las costumbres de los brasileños y brasileñas. No fue fácil pero lo logramos”, dice Dora. “La masa para el pan es preparada la noche anterior, y empezamos a hornear a las cuatro de la mañana de modo tal de poder abrir el local a las 6:30 y ofrecerles a los clientes el pan recién horneado y calentito. A esa hora ya hay gente esperando”.
Esta nueva conexión de la familia con la comunidad local se pone de manifiesto en sus planes a futuro: quedarse en la ciudad fronteriza de Pacaraima y apuntalar la ampliación del negocio, lo cual ya se está concretando con el alquiler de un segundo local por medio de la venta de snacks.
Mientras el aroma del éxito sigue presente en el aire, el viaje de Dora y Rene sigue siendo un testimonio del poder de la resiliencia, de la pasión y de los sueños compartidos. Por medio de hogazas de pan caliente y de sonrisas genuinas, estas personas han logrado crear una experiencia culinaria que traspasa las fronteras y que une a las comunidades, personificando el espíritu de unidad y el idioma universal de la comida. Los sabores de la calidez venezolana han encontrado un lugar en los corazones de la comunidad brasileña.
Historia escrita por Ana Paula Lima, Asistente de Proyecto en la OIM Brasil.