Kabasa, Dollow, 30 de mayo de 2022 – Vestida con su mejor ropa, Adey, de 30 años, llegó al centro de información totalmente decidida a pasar un hermoso día. Las semanas anteriores habían sido particularmente difíciles para esta madre de cinco hijos, que como muchas otras miles en Somalia, se había visto afectada por la extrema sequía que asoló al país y a gran parte de la región del Cuerno de África.
“Yo tenía algunas cabras que estuve criando en los últimos cinco años. No tenía qué darles de comer y se murieron hace dos meses”, contó.
Adey fue desplazada en 2017 a causa de la sequía. Desde entonces ha vivido en Kabasa, que es uno de los dos mayores sitios de desplazamiento en Dollow, una ciudad en Somalia en la frontera con Etiopía que a finales de febrero de 2022 albergaba a 98.000 Personas Desplazadas Internamente (IDP).
Adey es una de los miles de somalíes que se han asentado en este sitio informal desde su creación en 2011 tras una intensa sequía que mató a 260.000 personas y afectó a otros 13 millones en todo el Cuerno de África.
En Kabasa, las personas desplazadas internamente pueden acceder a apoyo vital gracias a las decenas de organismos de asistencia humanitaria que están operando en la zona. Estos servicios incluyen la provisión de agua potable, servicios sanitarios y asistencia alimentaria. Pero a veces esto no basta para asegurar el bienestar de las personas desplazadas que enfrentan el gran desafío de tener que adaptarse a sus nuevas vidas.
“Las mujeres, los hombres y los menores viven la experiencia del desplazamiento de maneras dispares. Y las dificultades que deben enfrentar pueden tener efectos a largo plazo sobre sus salud mental”, dice Rawan Hamid, Especialista en Apoyo Psicosocial y de Salud Mental en la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). “Desgraciadamente el acceso a una orientación adecuada y a un tratamiento a la medida de sus necesidades para sanar su angustia sigue siendo aún un gran desafío para estas comunidades”.
Ser desplazado puede crear un trauma sustancial. Del día a la noche las personas desplazadas empiezan a depender de la ayuda humanitaria para poder sobrevivir. Sus redes de apoyo y sus estilos de vida cambian radicalmente, lo cual tiene un efecto sobre sus identidades puesto que deben luchar para poder adaptarse a sus nuevos entornos.
“Estos cambios tan abruptos aumentan el riesgo de que estas personas desarrollen desórdenes mentales”, señala Rawan. “Muchas de estas personas desplazadas en algún momento fueron pastores que podían sostener a sus familias. Pero ahora deben hacer largas colas durante horas para poder conseguir las cosas más elementales, como por ejemplo el agua potable”.
El prolongado conflicto en Somalia y los efectos cada vez peores del cambio climático han desarraigado a unos 2,9 millones de personas de sus hogares, diseminados en todo el país. Otras 760.000 personas han también sido desplazadas desde 2021 debido a una devastadora sequía.
La mayor parte de las personas se va desde zonas rurales hacia áreas urbanas. Los eventos climáticos extremos, cada vez más impredecibles y más frecuentes, como por ejemplo las sequías y las inundaciones, han hecho que estas comunidades no puedan regresar a su estilo de vida nómade tras el desplazamiento. En su lugar, asentamientos precarios en las ciudades se convierten en sus hogares permanentes en los que deben adaptarse a una nueva rutina y sobrevivir con lo que pueden generar a diario.
La población que crece en las ciudades también agrega presión a la infraestructura y a los servicios que ya de por sí están sobre exigidos, impactando de forma directa en la integración de las personas desplazadas internamente a sus comunidades de acogida.
“La marginalización de las personas desplazadas internamente es un grave problema en el país. Algunas personas en Kabasa han estado allí por años y no han podido crecer económicamente”, señaló Rawan.
La cifra de quienes necesitan asistencia humanitaria no para de crecer. De acuerdo con estimaciones del más reciente Plan de Respuesta Humanitaria para Somalia, hay cerca de 7,7 millones de personas con la imperiosa necesidad de acceder a albergues, alimentos, agua y cuidados de la salud, y la mencionada cifra equivale a la mitad de la población total de Somalia y expresa un aumento del 30% en comparación con la cifra del 2021.
Además de los desafíos cotidianos, las personas desplazadas y las comunidades vulnerables también deben enfrentar interrupciones en la continuidad de los cuidados. Por ejemplo, en 2021, la OIM tuvo que cerrar 26 clínicas de salud en Somalia debido a que no tenía financiamiento para mantenerlas, lo cual impactó sobre casi medio millón de personas desplazadas y vulnerables que quedaron sin estos servicios sanitarios esenciales del día a la noche.
La incertidumbre respecto de los que el próximo mes puede traer consigo es lo que provoca depresión y ansiedad en estas personas. No se cuenta con mecanismos adecuados a largo plazo que permitan brindar apoyo psicosocial, circunstancia que aumenta el riesgo de desarrollar desórdenes mentales tales como la depresión severa o el Desorden Postraumático (PTSD).
Las mujeres y las jóvenes se ven especialmente afectadas. Es común que deban soportar la carga del trabajo doméstico y por otro lado se les niega el acceso a oportunidades de liderazgo.
Danzas y representaciones tradicionales
Las expresiones artísticas y culturales están insertas en el tejido social de Somalia y forman parte de su identidad nacional colectiva. Históricamente, los somalíes han usado poemas, canciones y danzas no solamente para entretenimiento sino también para que su realidad cobre sentido, para expresar sus inquietudes, denunciar problemáticas sociales y traspasar la sabiduría local de una generación a otra.
En febrero pasado la OIM organizó un taller de relatos con hombres y mujeres en Kabasa con el objetivo de promover su bienestar y permitirles contar con un espacio seguro para hablar de derechos y de las problemáticas que afectan sus vidas tales como la violencia doméstica y la marginalización.
“El taller fue diferente a los anteriores. Todos nos pusimos de pie, jugamos y caminamos juntos. Estuvimos muy felices, parecíamos chicos. Realmente disfruté este taller”, dijo Asli Abdikadir, que preside la Asociación de Mujeres de Kabasa.
El taller tuvo como objetivo la creación de un sentimiento de unidad permitiendo que los participantes pudieran discutir los desafíos que deben enfrentar en el seno de sus comunidades y volver a imaginar soluciones nuevas a través del juego con escenas teatrales improvisadas.
“Introdujimos relatos que fueran familiares y culturalmente adecuados, además de elementos de representación con el fin de crear un espacio seguro para que los participantes pudieran explorar su actual sentido de identidad, tanto a nivel individual como colectivo”, dijo Sonya Armaghanyan, Especialista en Participación Comunitaria de la OIM que fue la persona que diseñó el taller. “El concepto de identidad puede ser alterado por el desplazamiento y recuperar el sentido de la propia identidad es esencial para el bienestar psicosocial de una persona”.
Las personas afectadas por el desplazamiento pueden perder su vínculo con sus propias prácticas socioculturales y con los rituales tradicionales debido a que no cuentan con las oportunidades adecuadas para seguir practicándolos en condiciones de seguridad.
“La primera representación tuvo como objetivo concientizar a los participantes y se trató de una chica víctima de violación. Este delito es muy frecuente en el campamento”, dijo Amina, una mujer de la comunidad a quien le gusta actuar en su tiempo libre.
La violencia contra las mujeres y jóvenes sigue prevaleciendo en la sociedad somalí. De acuerdo con un informe publicado por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) en 2021 un 75% de los casos de violencia basada en género (GBV) denunciados en Somalia ocurrieron en sitios de desplazamiento. Asimismo, también existe violencia contra hombres y jóvenes.
“La segunda representación teatral tuvo que ver con poner fin a la Mutilación Genital Femenina (FGM), puesto que hay muchas jóvenes que son mutiladas secretamente a diario en el campamento”, cuenta Amina.
El casamiento a corta edad y la mutilación genital femenina son fenómenos que han sido naturalizados y no hay un consenso social o una legislación para combatir estas dos prácticas.
“Las jóvenes padecen abundantes hemorragias cuando dan a luz y cuando se casan e intiman con un hombre. El propósito de la canción es proteger a estas jóvenes en esas situaciones”, dijo Hodan, cantante que reside en Kabasa.
El taller brindó asimismo un espacio sumamente necesario para que los hombres y las mujeres pudieran discutir problemáticas que atañen a ambos y para que pusieran de relieve el rol significativo que les cabe en la lucha contra la violencia basada en género y contra la mutilación genital femenina, creando un espacio más seguro en el seno de la comunidad.
“Se ha congregado mucha gente para participar en el taller. Se han bailado diferentes danzas tradicionales. Cada persona en el campamento sabe bailar una danza especial pero hacerlo todos juntos ha sido una experiencia nueva para nosotros”, señaló Mohamed, un participante que también vive en Kabasa.
La actividad brindó asimismo la oportunidad de involucrar a los varones en los debates y envió un mensaje de responsabilidad compartida para desarrollar una comunidad más fuerte que asegure la seguridad y el bienestar de todos sus miembros.
El taller basado en actividades artísticas fue posible gracias al generoso aporte del Gobierno de Japón.
Texto escrito por Claudia Rosel, Oficial de Comunicaciones de la OIM Somalia. Para más información contactar con: cbarrios@iom.int